Al organismo sólo le preocupa la supervivencia.
La búsqueda de la verdad, la felicidad, son objetivos del individuo, no del organismo.
Hay dos estrategias básicas de supervivencia. Las dos son buenas y/o malas, según los contextos.
El organismo puede optar por la evitación generalizada. Hipervigilancia, hipersensibilidad e hiperintolerancia a estímulos que forman parte del hábitat en el que otros sobreviven sin problemas aparentes.
El organismo cumplirá su objetivo de supervivencia a costa del individuo. Para evitar, por ejemplo, la toxicidad alimentaria potencial establecerá un severo régimen de prohibiciones.
La estrategia opuesta consiste en probarlo todo para evitar las restricciones innecesarias.
El individuo conseguirá la libertad absoluta para explorar todos los entornos pero puede que ello sea a costa de la supervivencia del organismo.
La estrategia de evitación generalizada exige disponer de un entorno seguro que garantice el cobijo, sustento y amparo. Ese entorno es incompatible con el hábitat “normal”. El individuo es dado de baja. El grupo debe asumir las costas del aislamiento preventivo. El organismo gana, sobrevive. El individuo pierde, malvive, desgajado del hábitat físico y social.
La estrategia contraria de la exploración de todo lo novedoso genera la embriaguez inicial de la libertad absoluta pero se corre el riesgo de meterse en charcos de los que resulta complicado salir… si no se ha muerto previamente. El individuo gana. El organismo pierde.
Evidentemente, los dos extremos son perniciosos y convendría oscilar en una banda intermedia de sensatez. Con prudencia y asesoramiento fiable, iríamos catalogando el entorno habitable y el que debe evitarse, sin comprometer el objetivo de supervivencia del organismo ni el de libertad del individuo.
El organismo humano nace indefenso, necesitado del amparo y asesoría de cuidadores.
Cada organismo construirá un registro de peligros potenciales en función de la experiencia propia y ajena y de la instrucción experta.
La curva de estrategias de distribución de estrategias de supervivencia situará en la zona media a los “normales” y a los “extremistas” a uno y otro lado.
Los expertos e iluminados generalmente optan por la prédica de la evitación generalizada. El organismo aguza los sentidos para captar todos los mensajes de advertencia y activa todos los circuitos de alerta y evitación. El individuo se siente y actúa como enfermo en un mar confuso de etiquetas diagnósticas y terapias.
El organismo opta por la vida medicalizada que los expertos proponen.
La opción de la felicidad razonable se esfuma.
¿Qué sucede con la veracidad?
¿Hasta qué punto es cierto lo que se dice para justificar la propuesta de enfermedad?
Decía mi profe de filosofía del Insti que “todo error tiene un fondo de verdad”. Es la única reflexión que recuerdo de sus clases. Probablemente también se puede sugerir que “toda verdad tiene un fondo de error”. Puede que ninguna de las dos propuestas sean ciertas. Puede que exista un activo de verdad en lo que conocemos y otro de falsedad.
Suponiendo que existan esa verdad y falsedad garantizadas, el ciudadano es incapaz de saber quién es el que predica lo cierto, quién lo falso y quién lo incierto.
Es lo que hay.
Siempre estarán las dos estrategias. Vivir con una dosis insensata de incertidumbre o sobrevivir con una también insensata de seguridad. In medio virtus...
Depende.
Ya lo dice Rosendo:
No sé si estoy en lo cierto
lo cierto es que estoy aquí
otros por menos se han muerto
maneras de vivir.
Clarificadora (y preciosa) entrada. Gracias.
Excelente entrada. Gracias