La conciencia es ese espacio misterioso en el que pensamos, sentimos y actuamos.
El contenido de la conciencia no lo decidimos. Nos llega. Fluye como una película.
La conciencia es la pantalla en la que el organismo, a través de la densa e integrada conectividad de la red neuronal, nos relata una síntesis del pasado, presente y futuro de su interacción física y social con el exterior.
Nosotros somos a la vez espectadores y personajes. Aparentemente podemos influir en el contenido de la pantalla, modificar lo que allí se proyecta, al menos en parte. Podemos prestar una atención variable a la película, discrepar de lo que allí se sugiere, desobedecer las propuestas de conducta, no dejarnos llevar por los temores y deseos.
Eso parece. Estamos ante un cine interactivo que actualiza sus contenidos en función no sólo de lo que, realmente, está sucediendo sino de esa sutil y continua interacción con el espectador.
A través de los sentimientos el actor-espectador obedece las incitaciones de la peli y come, bebe, descansa cuando el guión lo sugiere-exige.
El cine del organismo a veces incluye el sentimiento doloroso. El espectador no lo ha decidido. Aparece. Lo exige el guión.
Con toda seguridad el organismo tendrá en ese momento sus temores y razones.
Imaginación y realidad en proporción variable. A veces sólo miedo.
Ante la duda, actuar como si lo imaginado fuera a suceder. Hambre si hay comida. Sed si hay agua. Dolor si podemos suspender o limitar, sin consecuencias, la actividad. Es la ley menos costosa. Por si acaso, si se puede, actuar como si lo temido fuera a suceder.
Los sentimientos somáticos fuerzan al individuo a cumplir con el guión.
El sentimiento doloroso se intensifica si el espectador se empeña en imponer su deseo de atender lo que le interesa y se esfuma al suspender la actividad y tomar el calmante tal como lo exigía el guión.
El guión está muy competido. Todos quieren influir en la trama, conseguir que el espectador actúe como ellos desean. Domesticarle.
Domesticamos animales, máquinas, procesos, guiones.
Nosotros también estamos domesticados, por nosotros mismos, por la historia individual y social en la que vivimos, en la película que nos hemos y nos han montado.
El cine de la conciencia no nos aclara lo que es realidad comprobada o imaginación desbordada. Realidad y ficción se presentan con la misma apariencia.
El dolor puede aparecer en pantalla por impacto de la realidad. Una fractura, un desgarro, una quemadura, un infarto. A veces sucede.
Otras muchas ese mismo dolor aparece de la mano de la imaginación. Está en el guión pero no hay una aclaración de que el personaje sea real o ficticio.
El espectador debe investigar si el dolor pertenece al mundo real de las lesiones-disfunciones-enfermedades-desequilibrios o, simplemente, al de los temores infundados o a lo que las infinitas películas ajenas han contado.
Los expertos se disputan la explicación y remedio del dolor.
Realmente no hay nada que temer. Los personajes son ficticios.
– No tiene usted nada. Es usted el que se provoca el dolor. Es psicológico
Muchos sugieren que es el propio espectador el responsable del horror de la peli. Se ha montado él esa película.
¿Es el animal domesticado el responsable de los efectos de la domesticación?
Si haces esto o dejas de hacer lo otro… te dolerá.
Para que deje de dolerte tienes que hacer esto o dejar de hacer lo otro…
Así es el cine. Así es la apariencia en pantalla de la domesticación.
Recuerde: es cine pero cine interactivo.
Actúe.
Infórmese, pierda miedo, defienda su guión.
Genial
Y tanto Arturo, me parece extraordinario el manejo que haces de la información, la habilidad para utilizar las metáforas. Sí, efectivamente me parece de los mejores que he leído y ya van unos cuantos por no decir todos desde hace años. Cualquier día te hago una visita. Un abrazo