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El modelo sandwich

Nos gusta ordenar la realidad, hacer compartimentos con una función específica. El organismo no es una excepción. Cada órgano, cada sistema, tiene una competencia exclusiva. Hace su trabajo y como en una cadena de montaje, pasa su producto al siguiente departamento.

Comemos; el aparato digestivo hace la digestión; se absorben los productos de esta; pasan a los departamentos metabólicos intracelulares, al hígado; los productos desechables son filtrados en el riñón y eliminados; los pulmones toman el aire y oxigenan la sangre; etc, etc.

En el cerebro sucedería lo mismo: los sensores neuronales (visuales, auditivos, cutáneos, viscerales…) tomarían datos de las variables del mundo externo e interno y los transformarían en señales electroquímicas informativas que llegarían a módulos de procesamiento que integrarían los códigos sensoriales de lo que en ese momento está pasando con la memoria de hechos pasados, con el conocimiento sensorial, para dar lugar finalmente a una acción.

Las cosas se perciben, luego se analizan y finalmente se procede a responder. Es el modelo sandwich: la cognición se encuentra emparedada entre lo que se percibe y hace.

Se impone el modelo secuencial unidireccional: la realidad impacta los sentidos, es percibida y luego toca a los módulos del conocimiento considerar la ventaja o prejuicio potenciales contenidos en ese mundo percibido para seleccionar la acción más rentable.

Los módulos de análisis de lo percibido serían emocionales o racionales; calientes o fríos; apasionados o lógicos. Quizás las dos cosas pero en orden: primero el impacto emocional, la consideración instintiva y algo más tarde el freno de la racionalidad.

Dicen los neurocientíficos que no es así, que el organismo no es tan modular, que sus compartimentos están fuertemente entrelazados informativamente y que la percepción, cognición, emoción y acción comparten un código común.

Los datos sensoriales activan una oferta de interacción (“affordance”) de modo inmediato, sin necesidad de considerar pros y contras. Cada acción contiene una predicción anticipada fiable de sus consecuencias sensoriales (“descarga corolario”).

Cada organismo construye, desde las restricciones de su especie y los diversos avatares evolutivos de confrontación con organismos de otras especies, una narrativa de probabilidades que se va puliendo a lo largo de la vida.

Lo que importa es la supervivencia física y social y no la veracidad.

No habría problema si cada individuo pudiera construir una narrativa libre, sin dependencias sociales (culturales). Probablemente no sobreviviría o lo haría a costa de convertirse en individuo de otra especie (“niño lobo”).

Estamos condenados a percibir-emocionarnos-evaluar y actuar desde la historia que en gran parte nos facilita el marco cultural en el que vivimos.

El organismo nos permite en ocasiones vivir razonablemente bien, adaptados a los parámetros internos y externos. Toleramos una amplia banda de variaciones. Nos habituamos, incluso a lo que objetivamente (probabilísticamente) puede resultar perjudicial (tabaco).

Otras veces el organismo construye una idea de peligrosidad generalizada que se expresa en todos los ámbitos: percepción, emoción, cognición, acción.

El resultado es un organismo percibido como enfermo (sintomático), interpretado como enfermo, padecido como enfermo y al que se responde con conductas de enfermedad.

 ¿Cómo salir de esa situación?

Podemos evitar la parte de realidad que está codificada como aversiva, potencialmente peligrosa.

Podemos tratar de contener el impacto emocional, reinterpretar cognitivamente lo que nos sucede, potenciar conductas de tolerancia a través de la exposición gradual a lo “prohibido”. La tarea siempre deberá contemplar todas las patas del banco. La codificación es común.

Desconozco las pautas que nos permiten hacer nuestro organismo más tolerante, aun a costa de exponerle objetivamente a un entorno más tóxico-estresante.

La cultura actual ofrece muchos modelos de bienestar. Unos optan por la vigilancia sensible de todo aquello que pueda contener una amenaza potencial y la evitación consiguiente.

Otros proclaman la fugacidad de la vida y predican la estrategia de probarlo todo.

Si el organismo está instalado en la convicción de enfermedad estaremos condenados a actuar desde esa enfermedad.

Los síntomas, el sufrimiento, la invalidez física y social reforzarán esa convicción.

Los profesionales buscarán el módulo responsable, la pieza del puzzle errónea para neutralizarla.

Etiquetas diagnósticas y terapias.

Serotoninas, histaminas, citoquinas, alimentos…

Un organismo es una narración más o menos veraz, más o menos funcional. Integra hechos pasados, presentes y futuros.

Esa narración no está en un lugar del cerebro ni es susceptible de modulación externa. Está en todas partes y se expresa a través de lo que percibimos, sentimos, pensamos y hacemos.

Somos una historia… Ya lo decia Oliver Sacks

 


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3 comentarios en «El modelo sandwich»

  1. Hola. Guardando en un cajón los reparos que me merece la mirada cognitiva, me parece loable el intento de complejizar el decimonónico problema del reduccionismo del modelo de estímulo respuesta. Saludos

  2. EvaB: realmente el modelo secuencial de estímulo-evaluación-respuesta no sirve ni para poner en marcha un robotillo elemental pero, lamentablemente, se sigue educando a los estudiantes en ese modelo.

    Saludos

Los comentarios están cerrados.