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Esforzarse

La supervivencia física era, antaño, una cuestión complicada. Procurarse cobijo, sustento y amparo social exigía esfuerzo, reciprocidad, exploración de un entorno incierto y errores en los intentos, con costes y beneficios variables. La cobertura social en situaciones de carencia o vulnerabilidad era limitada y el individuo debía sopesar con rigor la eficiencia de sus acciones, aprendiendo con cada intento (error-ensayo-error).

El organismo, a través de una compleja circuiteria, regulaba la conducta del individuo respecto a la consecución de objetivos, proyectando sentimientos de motivación hacia la exploración y de ejecución de conductas de consumición-consumación cuando se encontraba en un escenario que ofrecía un valor.

La civilización trajo consigo una mayor garantía de supervivencia a base de facilitar unos mínimos, sin necesidad de aplicar esfuerzo ni asumir riesgos. Hoy en día es posible sobrevivir sin esfuerzo, gracias al amparo social, pero ello trae consigo un déficit de motivación, de asunción de esfuerzo e incertidumbre y el desplome de la satisfacción y recompensa que trae consigo el éxito de las conductas exploratorias esforzadas que cumplen el objetivo.

En laboratorio se puede ofrecer a los ratones dos vías para hacerse con la comida: un recipiente con “comida basura” siempre disponible, sin esfuerzo ni exploración y otra que exige la exploración conductual para dar con el mecanismo que aporta comida de calidad. En el primer caso el ratón come cuando y lo que quiere. Sólo tiene que acercarse al cuenco de la comida. En el segundo, debe explorar la jaula y dar con el resorte que, en caso de éxito, y con fallos de por medio, le facilita comida de calidad, apetecible, reforzadora de la conducta de exploración.

El denominado “sistema de aversión-recompensa” o “sistema motivacional” promueve sentimientos de motivación hacia la exploración con esfuerzo y asunción de incertidumbre o los contrarios: desmotivación y abandono hacia la supervivencia física y social por la vía “fácil” que ofrece “comida basura”, siempre disponible.

En contextos de enfermedad (real o imaginada) o condiciones adversas del entorno (reales o imaginadas) el sistema motivacional desactiva las dinámicas exploratorias y proyecta el sentimiento de desgana y falta de energía incitando al estado de dependencia del amparo social.

El individuo se ve así sometido a dos propuestas contrarias: la del esfuerzo con resultado incierto y la de la desmotivación hacia la aventura exploratoria.

En el dolor crónico prima el estado de desmotivación. La exploración se des-orienta del entorno natural, con esfuerzo e incertidumbre, hacia el consumo de las terapias y alivios físicos y psicológicos que el amparo social promete y no siempre cumple.

El dolor, la desgana, la sensación de falta de energía y la rumiación negativa catastrofista de pasado, presente y futuro, se proyectan en la conciencia. Al individuo sólo le queda la esperanza de que algún día se descubra la enfermedad y su antídoto, que se cumpla la expectativa prometida: todo es susceptible de ser etiquetado como enfermedad y solucionado o aliviado con la aplicación de una o varias terapias.

El sistema motivacional se atasca así en el círculo vicioso de un organismo y un entorno social imaginados, enfermo aquél y vacío de soluciones este, renunciando a la exploración incierta de la realidad con el único norte de que las promesas lleguen a cumplirse para recuperar la percepción de salud, las ganas de vivir, la motivación hacia la exploración pero ello sólo es posible desde la convicción de organismo sano que sólo será posible son nuevos tratamientos.

El sistema motivacional convierte sus evaluaciones y decisiones en liberación de dopamina, el mensajero de la motivación. Poca dopamina, poca motivación.

Una lectura farmacológica simplista aconsejaría la terapia con dopamina para paliar el déficit. Es lo que sucede en la enfermedad de Parkinson. Degeneran y mueren las neuronas que la producen y como consecuencia la desmotivación requisa el impulso a la exploración. Si se soluciona el déficit con fármacos se recupera el ánimo, la motricidad y disminuye el dolorimiento pero se abre el camino hacia una motricidad excesiva y patológica (discinesias) y las conductas compulsivas-adictivas así como hacia las alucinaciones y el pensamiento mágico.

No es cuestión de poca dopamina sino de evaluaciones, decisiones, convicciones, aprendizajes, creencias y expectativas razonables.

– Deme algo para el dolor.

– Está usted sano. Explore sin miedo el mundo.

O las terapias externas y el amparo social de mínimos o la exploración con incertidumbre.

Son caminos divergentes. Hay que acertar en la elección.


Este blog es solo la punta del iceberg, se puede hacer mucho más.


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