En condiciones de laboratorio el dolor amaina si el padeciente a quien se aplica un estímulo nocivo (p.ej. calor por rayo laser) centra su atención a la vez en la resolución de una tarea (p.ej. unas operaciones matemáticas). Si se va aumentando la complejidad de la tarea el efecto analgésico es mayor, dado que se requiere una mayor concentración. Las matemáticas son analgésicas. Una ecuación de tercer grado más que una de segundo.
Desviar el foco atencional del estímulo nocivo y la correspondiente percepción de dolor a la consecución de un objetivo es analgésico.
– No centres la atención en el dolor. Concéntrate en lo que quieres hacer…
Sin embargo el efecto analgésico de la atención tiene su límite. Si aumentamos la intensidad del estímulo nocivo llega un momento en el que el sujeto es incapaz de centrarse en la tarea. El dolor impone su poder. Hasta una ecuación de primer grado se resiste.
– Intento no prestar atención al dolor pero va aumentando y, al final, tengo que dejar lo que estoy haciendo y me tomo el calmante.
En el laboratorio el experimentador puede modificar a voluntad la intensidad del estímulo y doblegar la voluntad del individuo.
En un episodio de dolor en la vida real y en ausencia de daño el organismo doblega la voluntad del individuo aumentando también la intensidad del dolor, pero sin que exista ningún estímulo nocivo que lo active.
El dolor en este caso no surge de un estado de nocividad real que determina la intensidad del sufrimiento, tal como sucede en el laboratorio con el rayo laser, sino de un estado evaluativo de amenaza imaginada que se alimenta circularmente por el propio dolor una vez que este aparece en la conciencia.
No existe un estímulo nocivo. Sólo un estado evaluativo de amenaza, erróneo.
– Me digo: sé que no está pasando nada. Yo a lo mío. No hay peligro.
A veces funciona. La convicción desinfla el bulo, el miedo irracional del organismo, y el dolor amaina.
Otras veces no basta con la convicción. El organismo impone la ley del miedo y de las creencias y expectativas dominantes que lo alimentan.
Ante un sistema de alarma que se activa sin necesidad el inquilino debe entrar en su casa y hacer la vida normal, no prestando atención al ruido insoportable de la sirena y sabiendo que su decisión no conlleva peligro pues es una falsa alarma.
El sistema de alarma es interactivo y la actitud del individuo influye en la respuesta, a corto, medio y largo plazo.
– Entro en mi casa porque sé que no hay peligro y hago la vida normal. La sirena va perdiendo intensidad hasta que se calla…
Esa es la teoría, el ideal.
– Sé que no hay ladrones, que es una falsa alarma. Entro en mi casa e intento hacer la vida normal pero el volumen va a más y, al final, tengo que salir de casa y ponerme unos tapones en los oídos. Según me voy alejando la sirena suena menos hasta que dejo de oirla pero gracias a los tapones. Ese día tengo que estar fuera y con los tapones puestos…
El organismo tiene sus miedos y el individuo los suyos.
En ocasiones ambos miedos se complementan: el organismo teme el peligro, aunque sea imaginario y el individuo el dolor, porque es real. Los dos miedos se potencian pues la salida a la conciencia del dolor realimenta, confirma (sesgo) lo temido por ambos, organismo e individuo.
El objetivo debe ser la divergencia, el desfase: el individuo debe contener el miedo de su organismo con sus convicciones y la desviación de la atención hacia sus tareas.
No conozco una fórmula para salir airoso de la confrontación. Cada alumno explora y obtiene resultados variables. Ninguno ofrece una receta universal, válida para todos los casos.
– Pienso en lo que he aprendido y lo aplico. Eso es todo.
– Ya lo intento pero no me funciona. El dolor se hace intolerable…
Cada día lidiamos con las propuestas del organismo hechas percepciones, emociones, intenciones y reflexiones. No somos esclavos sumisos hacia lo que nos propone ni el organismo es un mayordomo que atiende solícito cuanto le señalamos.
La atención está disputada. Hacerse con ella puede ser complicado pero existe la posibilidad.
Hay que jugar para descubrir el modo de conseguirlo.
Hola,
algo tan fácil de decir y tan fácil de llevar a cabo.
No hay que concentrarse en el dolor, sino en la vida.
Hay personas que lo entienden en cinco minutos. Yo se lo explico y empiezan la escalada hacia una vida sin dolor. Sin dudar, ya forma una parte de ellos, integrado, la migraña no existe y se lo repiten a todas horas.
Otras personas a las que se lo explico no consiguen integrarlo en su subconsciente. La mente analítica prevalece sobre la emocional y no pese a que lo intentan se caen una y otra vez.
Al menos hay blogs como este en donde te enseñan que hay un camino. Un camino hacia la curación. Y aunque no se sepa recorrerlo hay que seguir intentándolo sin desfallecer, porque la meta merece mucho la pena.
Un saludo.