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Mi cerebro

En los cursos hablamos mucho del cerebro. Sin cerebro no hay dolor, pontificamos (No brain, no pain)

Los alumnos hablan de su cerebro cuando relatan los esfuerzos para disolver el dolor.

– Hablo con mi cerebro. Trato de no hacerle caso. No vas a poder conmigo. Estás equivocado… Sé que no hay daño. No me pongas el dolor. No me das miedo… No me voy a tomar los calmantes…

El cerebro es el chivo expiatorio. Carga con todas las culpas.

Antes era el individuo, sus genes, sus hábitos, su temperamento. El padeciente se pasaba la vida registrándose, lamentando el pasado y temiendo el futuro, rebuscando inútilmente culpas y haciéndose con todos los consejos y terapias.

Ahora es el cerebro, su dependencia de la cultura, de los instructores.

El individuo queda liberado. Puede y debe llevar una vida normal. Nada lo impide. Bueno, sí… su cerebro.

Uno habita un organismo aparentemente enfermo y descubre al cabo de los años que no es así, que ese organismo está razonablemente sano y puede y debe soportar la brega física y psicoemocional de la vida con las limitaciones comunes de «los sanos».

Eso sí. Debe hablar con su cerebro. Cambiar sus conexiones, disolver sus miedos, librarse del lastre de la instrucción alarmista recibida, afrontar la vida con confianza y decisión, desenfocar el interior para centrar la atención en lo que hace.

Realmente el cerebro no es más que un enclave geográfico del organismo en el que se instalan colectivos de neuronas conectadas con todos sus rincones. Es un lugar al que hemos puesto ese nombre, «cerebro» pero que forma parte de una entidad más indefinible: el individuo, la persona.

La persona a su vez no es mas que un artificio (un constructo, que decimos ahora) para poner nombre a la ficción de propiedad y agencia que nos envuelve.

Yo…

Mi cerebro…

Uno no es nada si nos olvidamos de la inserción en el entorno social, físico y psicológico.

La célula no es nada si la aislamos del medio extracelular. El cerebro no es nada si lo definimos como una entidad aislada en una torre de marfil desde la que opina y toma decisiones. El medio extracerebral en el que el cerebro está insertado es el organismo y el exterior físico y social.

Para muchos alumnos la referencia al cerebro, al «culpable» es liberadora. Es mejor exteriorizar la culpa. No soy yo; es mi cerebro. Mi cuerpo es normal. Mis neuronas son normales. Mi cerebro (el disco duro) es normal… pero está maleducado, mal instruido. Es un problema del software, del disco blando, de los programas. No tiene antivirus y en los circuitos han entrado todos los virus interesados de la cultura, que utilizan esos circuitos para medrar, haciendo la vida del padeciente insufrible.

Muchos consiguen «hablar con su cerebro» Recibe de buen grado la nueva imputación y modifica sus circuitos (bendita plasticidad). La vida se normaliza. El organismo recupera una gestión razonable. El preso queda libre tras demostrarse su inocencia.

Otros se desesperan con la tarea de «hablar con un fantasma». Se recitan todos los mantras del curso una y otra vez pero el dolor, es decir, «el cerebro» sigue allí, a su bola, requisando todos los visados que autorizan llevar una vida normal.

No hay un centro del dolor sino una red distribuida de neuronas conectadas con todos los tejidos del organismo y con el mundo externo. El que aflore en la conciencia el dolor indica que todo ese universo fuertemente interactivo ha entrado en estado de alerta-amenaza y libera el estado «dolor», con sus correspondientes componentes cognitivos, emocionales y conductuales.

No hay un centro de decisión en el que unos ancianos sabios cambian impresiones y optan por activar el dolor o un programa motor. No hace falta decidir. Cada escenario contiene una historia y esa historia (pasado, presente y futuro) aflora en la conciencia en el formato de lo que sentimos.

Al individuo consciente le corresponde interactuar con el entorno, explorarlo, proveer al organismo de alimentos, pareja y experiencias. El organismo hará lo que está condenado a hacer y modificará sus pautas en función de lo que el individuo haya recolectado.

– Mi cerebro no me hace caso. Ya veo que a otros sí… No sé qué debo hacer…

A veces sustituimos la idea de enfermedad por la de un cerebro irreductible, inabordable. Puede que, en esos casos, hagamos un flaco favor a nuestro alumnado.

Hablemos del cerebro, por supuesto. En ausencia de daño es liberador pero seamos conscientes de que no es mas que otro concepto, otra palabra, que nos permite comprender la complejidad de la biología y afrontar algunos problemas. Todo es mucho más complicado o más sencillo, según se mire.

Le he cogido respeto y cierto temor a la palabra «cerebro». No sé muy bien lo que quiere decir y, como todas las palabras, contiene el peligro de un significado disfuncional que cierra la puerta en vez de abrirla.

Pues eso, a lo mejor hay que ser conscientes de que todas las palabras son potencialmente peligrosas.

Adelante con los cerebros…

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2 comentarios en «Mi cerebro»

  1. Hola Arturo, no es problema de la palabra cerebro, la cuestión está en cómo modificar las creencias erróneas, es una cuestión de acceso a la mente interior.
    Esta mente interior en estado de supervivencia lucha y se opone también contra las nuevas ideas por muy ciertas y razonadas que sean. Hay que hacer pedadogía y aprender como se organiza la mente y de qué manera podemos acceder e implementar creencias basadas en la realidad, en el aquí, ahora,.de lo contrario toparemos con la resistencia al cambio que generará más dolor. El manzano da manzanas y no queramos pretender que mañana de naranjas, Creo que hay muchas maneras para cambiar creencias limitantes y que se pueden aplicar si el simple conocimiento no es suficiente para conseguir liberarte del dolor.

  2. Kim: de acuerdo con tu reflexión. Lo que quiero decir con la entrada sobre «cerebro» es que algunos pacientes pueden imaginarla como algo concreto, casi como un ser interior con personalidad propia con el que tienen que discutir y librar una batalla sin que sepan bien cómo hacerlo. Yo prefiero transmitir la idea de que el organismo es un todo altamente integrado y que, desde el control consciente, cognitivo, atencional, emocional, conductual podemos tratar de modificar los estados de ese organismo.

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