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El dolor no es una decisión sino una consecuencia.

Tendemos a hablar de la actividad cerebral como si en el interior del cráneo hubiera un “centro de decisiones”, una asamblea de neuronas que sopesa informes, memorias, creencias y expectativas, temores y deseos, y “decide”, libera una orden dirigida a músculos, glándulas y vísceras.

Esa orden a veces va dirigida intencionalmente al individuo consciente como una diana más. El cerebro “decide” implicar al individuo, motivar una conducta determinada.

Realmente no hay un ámbito jerárquico de decisión que resuelve trasladando al individuo el resultado de las evaluaciones sino una especie de frontera o umbral que la actividad continua de la red neuronal, integrando señales de múltiples capas, supera y hace que aparezca en la conciencia, en forma de un pensamiento, una emoción, una acción o una percepción, o, como una mezcla de todas ellas. El agua no “decide” hervir. Cuando el movimiento de las moléculas alcanza una energía suficiente por la agitación térmica, aparece el borboteo. Desde fuera sabemos que el agua está caliente, a más de 100º.

El dolor aparece en la conciencia cuando la evaluación de amenaza, consumada, inminente o imaginada, en base a la información pertinente en cada escenario, contiene suficiente “agitación” como para generar el contenido de conciencia de cualidad dolor. Cualquier incidencia que “calme” la actividad neuronal hará que amaine el dolor.

Los analgésicos no actúan sobre el dolor sino sobre la generación y tráfico de señales de amenaza generadas en tejidos con problemas. En el dolor crónico no asociado a lesión lo que mantiene la agitación neuronal no son las señales de daño (inexistente) sino la actividad de las áreas imaginativas, las memorias, los miedos.

La agitación neuronal de la realidad imaginada no tiene límites y el dolor resultante acostumbra a ser intenso y persistente. La analgesia, si aparece tras una terapia, depende fundamentalmente de las expectativas (placebo).

Al contrario, cuando esa agitación se alimenta preferentemente de señales de daño consumado o inminente, el dolor informa de la evolución resolutiva de ese daño y es soportable si se ha identificado y neutralizado el agente nocivo. Los analgésicos “funcionan” porque bloquean la información de daño y la agitación neuronal amaina, creando una evaluación de amenaza “tramposa”, por debajo de la real.

¿Cómo puede el individuo actuar en esa agitación que accede a la conciencia en forma de dolor en los casos en los que no existe daño?

Estamos ante una evaluación errónea, una agitación neuronal innecesaria. No podemos engañar al cerebro eliminando señales de daño pues no existen esas señales. Podemos calmar la agitación cumpliendo con el ritual terapéutico exigido por la actividad neuronal, tomar el antídoto imaginado y exigido.

Podemos también desviar la atención hacia el dolor motivándonos en una tarea que exige concentración. Puede que la red acepte esa desviación de la atención y la agitación se calme, pero probablemente reanudará su actividad cuando cese la tarea.

Podemos intentar el estado de conciencia en penumbra recibiendo sus contenidos como zombis, como si no fuera con nosotros, como sujetos pasivos e indiferentes hacia lo que allí aparece. No parece fácil y exige renunciar a las tareas que queríamos cumplir.

Podemos hacer lo contrario: entrar al trapo, poner el foco de atención en el dolor y tratar de calmar la agitación centrándonos en la convicción de que no hay daño.

Podemos, simplemente, no hacer caso y seguir con lo que estábamos haciendo.

No conozco la fórmula. Ni siquiera sé qué es la conciencia.

En el fondo estamos ante una cuestión de miedos. No siempre los disuelven los argumentos, la racionalidad, las convicciones firmes.

– Entonces… ¿qué me aconseja?

– No lo sé. Yo también tengo mis peleas ocasionales. Aparece el dolor y hago lo que puedo. Antes pensaba en los tejidos, en la columna, en las etiquetas, en el futuro de color negro. Ahora sigo con la actividad programada y la agitación se calma, el dolor se esfuma. No lo sufro. No me inquieta. No me invalida.

Meterse en la conciencia a dar órdenes no funciona. Desconozco cuál es el modo correcto de entrar y modificar la agitación. Creo que cada uno debe explorar su propia estrategia, jugando, probando.

Ante todo procurar mantener la actividad y evitar el miedo.

– Se dice fácil…

– Es lo que hay.


Este blog es solo la punta del iceberg, se puede hacer mucho más.


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    7 comentarios en «El dolor no es una decisión sino una consecuencia.»

    1. Hola Arturo, no tienes idea lo identificado que me siento con lo que relatas sobre el dolor cronico. Lo he padecido en mi columna lumbar, pero lo que mas he sufrido es el miedo a que aparezca otra vez, de la nada. Algo he logrado con mucho esfuerzo y tiempo, haciendo todo lo contrario a la kinesiofobia que me habia invadido. Comence a moverme, a tomar algunos “riesgos” como levantarme de la cama como corresponde y no de lado, a caminar en lugar de sentarme, a fortalecer mi cerebro conciente para demostrarle al otro que no hay amenaza alguna y que de ultima solo se trata de dolor pero no hay daño. Y asi de a poco, despues de dos años puedo decir que he retomado mi vida normal. No fue nada facil. Creo que si no hacemos caso al cerebro miedoso, este se dara cuenta algun dia que no tiene caso transmitir dolor y dejara de hacerlo. Saludos

    2. Hola a Todos Soy Celeste Enguix
      Quiero dar las gracias a todos, por estos relatos propios , ya que me dais esperanza y fuerza para poder seguir adelante
      saludos

    3. Pues si ayuda mucho estos testimonios, pues ahora yo estoy pasando por una gran crisis , ya que tras meses de afrontar mi cerebro miedoso con movimiento y vencer el “miedo” entro en otra crisis de dolor y el medico ahora me diagnostica sacroieletis y yo no se si eso es que hay daño.. estoy muy confundida, alguien me podria orientar…………….?

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