Hoy es el día de la concienciación del dolor crónico.
Un día así debiera ser celebrado si contribuye a divulgar información que ayude al padeciente a afrontar con alguna perspectiva de alivio el sufrimiento e invalidez cotidianos.
No es el caso. El Día, como todos los días, sirve para hacer publicidad triunfalista de lo ya conocido. Se presume de avances, de disponer de múltiples posibilidades terapéuticas, de equipos multidisciplinares, de unidades dedicadas en exclusiva a su evaluación y tratamiento.
Dice la OMS que todo ciudadano tiene derecho a que los sistemas de salud apliquen todas sus capacidades de alivio para aplacar el infierno del dolor. Ello no implica que el ciudadano tenga derecho a la analgesia universal, al antídoto frente a cualquier dolor. Simplemente porque no lo poseemos, salvo si aplicamos la anestesia general.
Los Dias Internacionales debieran servir para hacer una autocrítica radical sobre el tema de la proclama. Serían una oportunidad de oro para airear las vergüenzas, las falacias, el mercado, los intereses políticos y profesionales.
A pesar de los cacareados recursos hay tanto dolor crónico como siempre. Se vive más pero se sufre lo mismo.
Las Unidades del Dolor hacen un buen trabajo en el campo del dolor asociado a procesos de destrucción aguda o crónica de tejidos pero reconocen su impotencia para recuperar a los padecientes de dolor crónico huérfanos de una etiqueta diagnóstica “orgánica” a una vida digna.
Vivimos la época del cerebro. Todo está toqueteado por la Neurociencia. Todo menos el dolor. Los nuevos conocimientos se aplican para reforzar las tesis antiguas periferalistas mientras se desprecian aquellos que exigen el cambio radical de dirigir la atención hacia el cerebro gestor, alumno cándido de la cultura.
Estoy leyendo un libro reciente (2016) editado en el MIT sobre Neuroplasticidad. Todo iba bien hasta que he llegado al brevísimo capítulo del dolor. Me he encontrado con lo que temía: errores léxicos de bulto: “receptores de dolor”, “señales de dolor”, “vias de dolor”, “estímulos dolorosos”. Lo de siempre. La cuna periférica, la unidireccionalidad de la información y la sensibilización de abajo-arriba.
Pertenezco a un grupillo minoritario de profesionales y pacientes que trabajamos en la predicación contracorriente. Nos esforzamos en actualizar el conocimiento, previsiblemente algo sesgados, y ofrecemos a los padecientes nuevas vías de afrontamiento, con resultados excelentes.
Conocemos los relatos del peregrinaje por todas las ofertas oficiales y “alternativas”. Conocemos su desesperación.
Somos testigos de su avidez por aprender, su entusiasmo por participar en la gestión de su organismo.
Sabemos que muchos de ellos han recuperado el visado cerebral para revivir.
Ayer y hoy leeremos los artículos habituales del Día contra el Dolor.
Desde nuestra perspectiva, previsiblemente algo sesgada, lo único que podemos decir es que esos artículos … duelen.
Ánimo, algún día se entenderá, estoy segura.
Quizas el problema resida en que haya tantos intereses detrás, por esto y solo por esto sera difícil que cambien las cosas por lo menos a medio plazo.