Todos los seres vivos tienen memoria, huellas de lo vivido, y desde esas huellas, predicen el futuro y actúan como si ese futuro respondiera a sus temores y/o deseos.
Todos los seres vivos contienen una historia y actúan desde esa referencia histórica.
La historia, en los seres vivos y en las sociedades, no responde necesariamente a la realidad “real”sino a una realidad imaginada, más o menos ajustada a esa supuesta realidad..
La historia es necesaria para cohesionar las acciones del colectivo. Debe ser creída mayoritariamente y aceptada como guía mientras no haya nuevos datos que aconsejen modificarla.
Los seres vivos humanos somos los más proclives a construir historias más allá de las evidencias sensoriales. Nuestro imaginario no tiene límites y así hemos llegado a donde hemos llegado.
No hay realidad que no disponga de una historia, una explicación que nos provee de unas supuestas causas de lo que sucede, fuera y dentro de nosotros mismos.
La historia se hace realidad para el individuo a través de la consciencia, ese universo misterioso que nos facilita la navegación por el mundo… desde la perspectiva de las evaluaciones (historias) del organismo, con la ficción de que conducimos el vehículo, siendo este bastante más automático de lo que tendemos a creer.
La migraña es un contenido de conciencia que sobreviene desde los sótanos de la evaluación de amenaza física a la cabeza (o sólo media). Es una hipótesis sobre una realidad imaginada (temida), posible pero altamente improbable. Si la hipótesis alarmista supera el umbral de la relevancia aparece un sentimiento de desasosiego, de premonición.Se barrunta el peligro. Los neurólogos llaman a este estado “pródromo”: antesala, alerta, vigilancia. En algunos casos surge el aura y en otros se pasa directamente a la proyección a la conciencia del dolor sobre una o las dos mitades de la cabeza.
La historia imaginada de amenaza sobre la cabeza ha conseguido suficiente credibilidad como para traspasar el umbral de la conciencia y hacerse percepción con la cualidad dolor.
El dolor no certifica mas que el organismo está atribuyendo relevancia, credibilidad-miedo a sus historias. En raras ocasiones esa historia corresponde a un suceso amenazante, inminente o consumado, real (una meningitis, una hemorragia subaracnoidea…).
La información fluye en el sistema de modo bidireccional. Cada output es un input. Cada pensamiento refuerza la credibilidad aunque no sea mas que un pensamiento. La historia cobra apariencia de realidad en todas las capas de procesamiento. Algo parece estar sucediendo.
Ese algo puede sobrevenir de un estado nocivo externo o interno. No hay evidencia de ninguna amenaza externa, luego el suceso es interno y, si es interno, ha podido entrar por vía digestiva. La hipótesis se autoalimenta y aparecen las náuseas en la conciencia invitando y preparando al individuo para vomitar.
El organismo, a estas alturas de la historia, ya no está para interactuar con el entorno y mejor aborrecer los estímulos de ese mundo externo, físicos y sociales. Todo se vuelve insoportable. El organismo pide cama, soledad, oscuridad y silencio.
El lamentable estado del individuo es valorado como “enfermedad” y se solicita la acción de ayuda de las terapias que figuren en la historia que el organismo construye. Si se cumple con el mandato, a veces el organismo recupera la confianza en su disponibilidad para salir del refugio y volver a la vida. Otras, las terapias, los paños calientes o fríos ya no cuentan con la confianza debida y se solicitan nuevas ofertas.
Llega el turno de la solicitud de explicaciones, la búsqueda de causas y remedios, aunque sean ilusorios. El caso es que encajen en la historia.
Realmente un organismo en estado de alerta por amenaza imaginada sobre la cabeza por un supuesto peligro que ha entrado por la boca es víctima en muchas ocasiones de un bulo, una historia que se ha construído ese organismo vía cerebro al calor de la información disponible y desde la aceptación de que es mejor caer en el error tipo I: dar por cierto algo que pudiera serlo aunque no lo sea (es mejor pensar que uno ha comido una seta venenosa que lo contrario). El error tipo II: no dar por cierto algo que sí lo es puede conllevar la muerte.
Contra los bulos la solución es darse un baño de realidad, quitarse la mugre y lastre de las falacias y dotar al organismo del conocimiento necesario para acercar la historia imaginada, deseada y temida, al universo de lo razonable, de la probabilidad.
– La migraña es una enfermedad genética, misteriosa, incurable. Las arterias se contraen y dilatan… Lo han dicho ayer en la tele, en la 2.
Bulos
– Y esta historia que nos cuenta de los bulos ¿no puede ser otro bulo, el suyo?
– Por supuesto, pero todo parece indicar que el cerebro es un constructor de historias y que realmente en la cabeza no está pasando nada amenazante ni usted ha comido nada venenoso y que lo mejor que podría y debería hacer es dar una vuelta por ahí y disfrutar o padecer el mundo real, físico y social.
Está usted diciendo que cuando yo me doy cabezazos contra la pared para ver si me desmayo y así deja de doler, en realidad ¿me tengo que ir a pasear por el campo y a oler las flores?
¿Que cuando comencé a tener ataques de migraña (antes de los 2 años de edad), mi cerebro ya tenia consciencia suficiente para plantearse todas esas chorradas y preguntarse “Sera la papilla” o “No! son mis arterias que se han contraído/dilatado”?
¡Y ademas todo esto he conseguido hacerlo en fase REM de sueño! donde aparecen de golpe algunos de mis ataques. ¡Increíble lo despierto que estoy mientras duermo!
Y cuando fui a un colega suyo a explicarle que los dolores eran peores que nunca y le describí nuevos síntomas que nunca había tenido…Oh, milagro. Resulta que mis síntomas coincidían con los divertidísimos “Cluster Headaches” o “Cefalea en Racimos” que yo desconocía por aquel entonces. Pero mi cerebro no. Mi cerebro ya lo sabia todo y me provocó esa maravillosa nueva percepción del dolor con sus divertidos síntomas colaterales (¿pero todo inventado?)
Usted será neurólogo, pero no sabe lo que es la migraña. No lo digo por su artículo, donde ya lo reconoce, sino porqué proponerle a un migrañoso en pleno ataque que se vaya a pasear es delirante. Hay otras muchas torturas que preferiría antes.
PD. Y soy un privilegiado que solo tiene ataques cada 18-24 meses con un ciclo de un mes aproximado. Compadezco a los que “se las inventan” continuamente. No querría vivir así
Carlos, la migraña no es un bulo. Lo que lo es,es la versión oficial ortodoxa que de ella nos cuentan los medios oficiales. Yo vi el programa de la 2 y solo vi gente dándose la razón entre ellos desde la posición médica oficial,con terminología técnica que hace más opaco su razonamiento, no por ello más certero. Cuando nacemos ,incluso antes, nuestro corazón sabe más de cardiología que el mejor cardiólogo (léase cerebro) ,por lo que un dolor aprendido no es necesariamente conscientemente aprendido. El ser o no migrañoso no nos autoriza a tener más o menos criterio o conocimiento del problema. Yo antes de leer el blog era migrañoso. Ahora tengo episodios esporádicos que afrontó de manera consciente con una lucha activa tipo salir a pasear, para que a mi cerebro se le quiten las ganas de cohibir mi actividad. Medicamentos,aislamientos etc son luchas pasivas en las que el organismo controla al individuo y refuerza su posición.
Saludos. Ángel.
Hola Karlos y el resto.
El dolor es real, pero no lo que lo origina.
Lo que transmite el Doctor Goicoechea es que el cerebro se hipersensibiliza a estímulos no peligrosos y reacciona erróneamente con dolor para protegerte.
Si una reunión importante te da migraña no irás a la reunión y así no tendrás que “enfrentarte” a ese estímulo que no es peligroso.
El Doctor Goicoechea describe metafóricamente y de forma muy acertada a la migraña como una alarma de tu “edificio” del cerebro que se dispara equivocadamente, porque no hay ladrones.
Un saludo.