Define la IASP (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor) el dolor como “una experiencia sensorial y emocional desagradable, secundaria a un daño real o potencial de los tejidos o vivido como tal daño”.
Una vez descartado el daño real o potencial de los tejidos, es decir, consumado o inminente si no se evita el agente o estado dañino, nos queda el oscuro excedente del “vivido como tal daño”. La frasecita se presta a interpretaciones varias. Algo o alguien (el organismo o el individuo consciente) valora daño real o potencial en los tejidos aunque no exista consumación ni inminencia de daño.
El dolor que aparece cuando algo-alguien valora daño aunque no exista, es el que se da en una amplia gama de etiquetas diagnósticas, englobables bajo el término “Síndromes de sensibilización Central”: es decir: fibromialgia, migraña, colon irritable, y dolor crónico sin daño real o potencial, como ejemplos significativos.
Los textos que tratan estas etiquetas diagnósticas hablan de dolor de cabeza, lumbar, cervical o generalizado dando a entender que el dolor se origina en los tejidos residentes en la zona dolorida. Así, por ejemplo, el dolor generalizado se define como “músculo-esquelético”, dando por supuesto que alguna condición anómala músculo-esquelética genera el dolor… aun cuando no exista daño real ni potencial.
La ausencia de daño tisular nos remite entonces al apartado del “vivido como tal daño” o, lo que es lo mismo, al daño imaginado.
¿Dónde se produce esa acción imaginativa?
¿Pueden los músculos, huesos, articulaciones y nervios imaginar un daño, anticiparlo?
Evidentemente, no.
¿Dónde se produce ese proceso imaginativo que acaba proyectando el sentimiento doloroso sobre una zona en la que no existe ninguna amenaza de daño?
Está claro: el dolor nacido de la vivencia de amenaza, proviene del cerebro, el único órgano capaz de imaginar la realidad y actuar en función de lo que imagina o, más bien, teme.
Algo tan sencillo como esto no gusta a profesionales y pacientes.
Mola más que el dolor sea músculo-esquelético, aun cuando el aparato locomotor sea inocente.
El cerebro está bien para hablar de él en todo tipo de contextos. Neuro-esto, neuro-lo otro y neuro-lo de más allá, pero con el dolor no se juega, no se especula. Seamos serios: lo que duelen al intentar movernos es el aparato locomotor: músculos contraídos, acortados, articulaciones oxidadas, huesos que rozan y nervios comprimidos.
Sin embargo el dolor siempre es un producto neuronal, cerebral. No puede ser de otro modo.
La referencia al cerebro sigue siendo vergonzante.
La orina proviene del riñón, la bilis del hígado y el dolor del cerebro.
Así de contundente.
– ¿Psicológico?
– No puede ser de otra manera. El cerebro no segrega líquidos, sólo mensajeros para que los tejidos se adapten a sus evaluaciones, sobre una base real o una imaginada.
El individuo recibe los recados del cerebro en forma de sentimientos agradables o desagradables y actúa en función de esos sentimientos.
Las neuronas son entes físicos pero segregan productos psicológicos.
No hay Biología por un lado y Psicología por el otro.
Sólo Biología.
La imaginación es una función biológica. Probablemente la más importante de todas.
Proteja el proceso imaginativo. No deje que lo manejen todo tipo de falacias e intereses.
Magníficas entradas estas últimas, igual que todas ….Me alegro de que el verano te haya sentado tan bién..
Muy buena entrada Arturo. Un fuerte abrazo y saludos
Tengo una pregunta : Y qué me dice usted de la inflamación en el tejido muscular? lo digo porque en algunas de las enfermedades antes descritas, además de la acción imaginativa del cerebro (no voy a discutir nada porque no sé del tema y creo que su argumentación es buena) hay también problemas localizados (contracturas, pinzamientos…) qué papel juega eso en la “imaginación”?
gracias por su tiempo y por el artículo 🙂
Merce: el cerebro siempre imagina la realidad, con más o menos acierto. Ni en la migraña ni la fibromialgia existe inflamación. Hay mediadores “proinflamatorios”, es decir, mensajeros de alerta-vigilancia, como puede suceder en una falsa alarma evaluada como posible, pero no hay destrozos ni por tanto reparación, es decir, inflamación.
En el dolor “músculoesquelético” se utilizan sin rigor conceptos como “inflamación”, “pinzamiento” o “contractura” sin que se sepa bien qué se describe con ello. Si, realmente un nervio está “pinzado” sujeto a una energía mecánica nociva, lesional, el cerebro evalúa amenaza correctamente, si está doliendo. Muchos de los cambios radiológicos descritos en personas con dolor se dan con frecuencia progresiva con los años en ciudadanos que no sienten dolor.
En mi opinión hay un abuso de un término confuso y que tiene múltiples posibles orígenes, como es el de “contractura”. Si ealmente hay un músculo contraído sin necesidad habría que trabajar la relajación y el programa que lo mantiene contraído innecesariamente.
Todo apunta a que estos síndromes (SFC/FM/SQM) y otras condiciones crónicas inflamatorias que no se sabe muy bien dónde encuadrarlas, son caras de la misma moneda, y su causa son infecciones intracelulares cronificadas, las cuales causan inflamación crónica, inmunosupresión, estrés oxidativo y procesos autoinmunes de distinta naturaleza según la persona.
Por otra parte continuan apareciendo investigaciones que se alejan de la hipotesis de ausencia de daño:
http://www.pnas.org/content/early/2016/08/24/1607571113.full
Iñaki: conozco el artículo que referencias en el que describen cambios metabólicos que pueden ser interpretados como un estado “hipometabólico” . El organismo estaría en un modo parecido al de una hibernación moderada, hipoenergético.
Que yo sepa no hay constancia de una infección intracelular crónica.
No es lo mismo que existan “mediadores proinflamatorios” como las citoquinas o cambios de alerta neuroinmune a que haya una inflamación en sentido clásico (apertura de poros capilares y diapédesis de leucocitos.
Creo que podemos estar de acuerdo en varias cuestiones: básicamente el organismo no es normal: hay cambios abrumadores que lo demuestran; el sufrimiento e invalidez son reales;
Discrepamos en el origen de esa situación alterada del organismo. Yo defiendo un origen evaluativo y creo que tú como otros proponéis el origen infeccioso autoinmune.
En mi opinión sería un trastorno neuroinmune por patología evaluativa. Ello no quiere decir que sea psicológico sino que la función evaluativa es primordial y puede activar estados de enfermedad innecesariamente.
He echado de menos tus entradas este verano. Encantada de volverte a leer!
Esta muy detallada su relación con una infección de Epstein-Barr. Hay estudios que indican que la severidad de la mononucleosis puede ser incluso un predictor de SFC / EM. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24660116
y http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16950834 .
Algunos estudios han argumentado que la medicación antiviral ayuda a un
subconjunto de pacientes con SFC / EM ( http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23080504 ).
Iñaki: siempre es complicado saber si estamos ante correlaciones o causalidades. En cualquier caso la hipótesis evaluativa aporta otra posible forma de comprender la enfermedad y, en nuestra experiencia, está ayudando a bastantes pacientes de fibromialgia a salir del infierno.
Aunque sigo con interés el tema del síndrome de fatiga crónica, no tengo experiencia y soy más prudente a la hora de manifestarme.