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Historias

 

Sólo recuerdo la frase:

«De acuerdo. Todo es química… pero con historia»

Creo recordar que la dijo un célebre premio Nobel, creo que químico, pero no recuerdo el nombre.

La biología es química y sólo química, pero con historia, es decir, con memoria.

Cada ser vivo construye una historia, desde la memoria de lo que ha sucedido, pero también de lo que sucede a otros o de lo que (en la especie humana) dicen que pudiera suceder.

La memoria tiene un componente genético estable, consolidado por la especie a lo largo de la evolución, y un componente individual, extranuclear, inestable, cambiante, adaptado a las contingencias de cada lugar y momento.

La memoria no es una función que se limita a retener datos del pasado. Esos datos no son sino el material sobre el que cada organismo construye una teoría del futuro, una teoría emocional, intencionada, trufada de miedos y deseos y de errores predictivos que no siempre se corrigen sino que, incluso, se confirman de modo sesgado.

La memoria no es fiable. La historia, por tanto, tampoco lo es.

Cada célula, cada órgano, cada tejido, cada individuo y cada colectivo construye una historia en la que habita. Las historias generan un complejo e interactivo ecosistema de relatos, en el que cada individuo trata de buscar acomodo, estabilidad, garantía, delimitando su propia historia.

Las historias contienen la huella de sucesos objetivos pero esa huella forma parte de un edificio en el que gran parte corresponde a la imaginación, a sucesos posibles pendientes de ser confirmados.

La historia biológica es una historia emocional condicionada por el miedo y la necesidad. No busca la veracidad sino la practicidad.

El dolor es un producto de muchas historias posibles. Todas son historias que giran en torno al miedo al daño, a la lesión, a la enfermedad o al declive y que ofrecen el alivio y la explicación del origen.

En ocasiones las historias temidas o deseadas se confirman, para bien o para mal: toca la lotería o el cáncer.

En otras no sucede lo temido ni lo deseado pero el individuo habita la historia que su organismo construye, una historia imaginada, hipotética, emocional, alejada de la realidad.

Hay historias más saludables que otras. Una historia saludable es la que se mueve en la banda de la probabilidad razonable. Permite al individuo disfrutar de un estado objetivo de salud sin torturarle con sentimientos de enfermedad dictados por el miedo.

Los profesionales ofrecen sus historias. Cada uno la suya. El individuo trata de acomodar la suya dentro del mercadillo profesional y acaba confirmando aquella que mejor le conviene.

Las historias del dolor son variopintas pero tienen en común el ignorar su condición de historia, de relato interesado. Proponen orígenes y terapias que nada tienen que ver con la consideración de la historia que cada organismo construye al calor de las historias de éxito o necesidad.

Los padecientes no son conscientes de la importancia de la historia que habitan. No toman precauciones y pasan de una historia a la contraria hasta dar con alguna que resulte confortable aun cuando no aporte ningún beneficio real, salvo el de pertenencia a un colectivo que defiende la misma historia con la oferta de una supuesta tierra prometida.

– Todo eso son historias. A mí me duele. No me da ninguna solución…

Todas las historias son sólo historias… sí… pero con Química…

– Créame. La historia es la función más importante del organismo. Creo que debiéramos revisar la suya y tratar de acercarla al mundo real. Usted habita un organismo razonablemente sano que debiera permitirle llevar una vida normal pero la historia que su organismo ha construido y aplica le está mortificando e invalidando. Tenemos que hacer algo. Trabajar su historia.

Suena demasiado extraño. No hay ningún paciente que tolerara ese comentario. Su historia lo impediría.

– Tómese un ibuprofeno

– No me hace nada. ¿No ha salido nada nuevo?

Vivimos un tiempo de cambio de paradigmas. La irrupción de la neurociencia debiera generar un cambio radical de las historias que los organismos humanos actuales construyen pero, como sucede con los cambios de paradigmas, no está resultando fácil.

Las historias encierran al individuo en un recinto resistente, numantino, defensivo.

– No tiene nada. No le puede doler tanto.

El profesional no se cree el relato, la historia del dolor ajeno. Sólo cree en sus historias que exigen radiografías y análisis para verificar las historias del paciente.

– No me extraña que le duela. Tiene usted la columna hecha un asco.

El profesional y el paciente se encuentran en el confortable espacio de la historia compartida, aun cuando sea falsa, por más apariencia de veracidad que ofrezca.

Otra historia posible pero improbable en la consulta sería:

– El dolor no tiene nada que ver con su columna. Es la historia la responsable. Su cerebro.

– ¿Hay algún servicio de atención al paciente?

 

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7 comentarios en «Historias»

  1. magnifica entrada, pero para enterderlo completamente, la historia, es tambien aplicable al dolor,es decir, por ejemplo tenemos almacenado alguna referencia que usa el cerebro para comparar si es esa magnitud es mayor o menor, por ejemplo

  2. Pues si, agradeceríamos si existiera un servicio de atención al paciente, pero especializado en tratar a personas con dolor y sin pruebas que lo determinen. Porque la realidad es que no son igual tratados los enfermos con demostración formal de su dolor, que los que no podemos demostrarlo nada más que con nuestra palabra.
    Y ya se sabe, las palabras sin papeles no son nada. Para comprenderlo hay que tener una mente abierta y la medicina de hoy en día resta mucho de lograrlo, por lo menos en lo que a mi experiencia se refiere.
    «Me duele la cabeza» ….inmediatamente después se disparan una serie de comentarios, normalmente no acertados y unas caras muy expresivas que sin decir nada lo dicen todo» ya está otra vez esta con su dolor»….todos tenemos dolores.
    Efectivamente la opción más inteligente posiblemente es callar, porque el siguiente comentario sería…..es que tienes una manera de ser………( prefiero no especificar la denominación), como si los migrañosos tuviéramos la culpa de serlo y todos fuésemos iguales.
    En fin…..es difícil ponerse en el lugar del otro, cuando no se ha sufrido personalmente, esta es la excusa que suelo poner…..la verdad, es que los que no les ha tocado tampoco tienen la culpa de no entenderlo, pero eso sí, lo que tienen obligación es de RESPETARLO.

    Un saludo
    Nieves

  3. Example29698: comparto absolutamente su comentario. La mortificación e invalidez que impone la migraña es real pero muchos profesionales niegan esa realidad o la imputan a factores genéticos o psicológicos, que, en definitiva, culpan al padeciente de lo que ocurre.

    En los cursos con pacientes, insistimos desde el principio en la realidad del sufrimiento, lo conocemos y respetamos y tratamos de eliminar cualquier indicio de culpabilidad que se haya generado por parte del paciente.

    La actitud que usted describe en los profesionales es inmoral y debiera hacerse algo al respecto para eliminarla de las consultas pues añade incomprensión y trato vejatorio a quien padece el infierno de la migraña.

    Saludos

  4. Gracias por su nueva entrada es tan real, me dijeron que podía tener fibromialgia por distintos. Sintomas y dolencias, todos los estudios salieron bien me canalizaron a un reumatologo nunca fui x que sabia q me iban a llenar de medicamnetos y no quería eso para mi, sus entradas me han ayudado mucho y decidí estar bien, trabajar por mi y para mi , estoy en el camino trato de hacer mi vida normal, ser feliz, disfrutar y si llega algún dolor no parar por eso y cuando menos me doy cuenta el dolor se va ….. es una historia no a mi cerebro a se soy creyendo q tiene un cuerpo enfermo porque no lo esta.

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