El objetivo fundamental de todo ser vivo es sobrevivir, individual o colectivamente. A lo largo de la evolución se han ido seleccionando las estrategias que, desde el azar y necesidad de cada especie, han demostrado ser suficientemente eficaces.
Inevitablemente el individuo se expone a riesgos que traen consigo la muerte de sus células y tejidos. Traumatismos, quemaduras, infecciones, exposición a condiciones químicas incompatibles con la vida… todo ello acarrea muerte aguda, violenta, accidental, no programada.
El dolor forma parte del bagaje de recursos que permiten evitar o minimizar el daño accidental. Una zona dañada es una zona sensible que no permite la actividad normal, inofensiva. Todo puede resultar nocivo mientras se repara el daño. El dolor informa y protege.
Nuestra especie ha evolucionado hacia la estrategia del conocimiento. Podemos comprender la realidad más allá de la información que nos facilitan los sentidos. Podemos incluso imaginarla, anticipar los acontecimientos.
Podemos imaginar daños inimaginables para otras especies. Atribuimos nocividad, peligro, a todo tipo de circunstancias y, en función de esas atribuciones, nuestro sistema de defensa neuroinmune despliega sus recursos defensivos preventivos, sin esperar a que el daño se produzca.
En prevención del daño, más valer pasarse que quedarse corto en las atribuciones. Mejor no comer ninguna seta que comerlas todas. Es fácil caer en la estrategia de la sobre-evitación: atribuir peligro a lo inofensivo.
En los llamados “síndromes de sensibilización central” (migraña, fibromialgia, colon irritable…) hay un exceso de atribución de peligro. Lo inofensivo genera respuestas de evitación: dolor, inflamación, vómitos, diarreas, cansancio, mareo…
Quien padece el encendido de los programas defensivos sólo dispone de la certeza de la mortificación e invalidez que, inevitablemente, implican los programas defensivos. Los médicos llaman síntomas y síndromes a estos programas. Les ponen etiquetas y las presentan como enfermedades de origen misterioso.
Un organismo a la defensiva, haya o no daño, es un organismo incómodo, insoportable.
Los médicos tratan de bloquear los síntomas con antídotos diversos, generalmente con poco éxito. En muchos casos, culpan al individuo de la situación, invocando factores psicológicos o conductuales. Las terapias, dicen, no funcionan porque la psicología del padeciente no colabora.
Realmente no es el individuo el culpable sino el organismo en el que malvive. Habitar un organismo intolerante, que ve peligro en todo, es insoportable, sea cual sea el carácter y actitudes del padeciente.
En ausencia de daño real o potencial, el dolor señala al sistema neuroinmune intolerante, evitador extremo de cualquier daño posible aun cuando sea altamente improbable.
Cualquier organismo protegido por un sistema neuroinmune sobre-evitador es un hábitat hostil.
Cuando se presenta la hipótesis del sistema neuroinmune sobre-evitador, instruido culturalmente a actuar de ese modo, algunos padecientes se rebelan y niegan la posibilidad. Prefieren instalarse en la convicción de que residen en un organismo enfermo. Desde esta convicción sólo cabe el avance de la Medicina que permita desvelar el misterio de esa novedosa enfermedad y la consiguiente terapia, también novedosa.
A la sobre-evitación, es decir, a la intolerancia, se combate con la actitud contraria: la tolerancia, la atribución sensata de peligro.
Las reticencias son comprensibles pero, en mi opinión, cierran el camino de la resolución del problema.
Puede que la sobre-evitación incluya también la negación de la oportunidad ofrecida.
Evitar evitar.
Puede ser la clave.
Hola Arturo,
Creo que es crucial que se entienda la diferencia entre organismo e individuo, tendemos a ser muy personalistas y centrar todo en el individuo cuando en mi opinión la clave es el organismo, la influencia del individuo en el organismo en estas cuestiones es sin duda para mi compleja y sin garantías pero considero nuestra única ventana “activa”de acceso .
Por otra parte cuando hay daño y no se presenta dolor (algunos canceres, enfermedades..) también lo podríamos considerar como un error evaluativo? en este caso antagónico a que lo podríamos atribuir? Creencias , cultura? En que sentido?
Gracias!!!
Pati: comparto tu reflexión sobre la importancia de diferencias entre organismo e ndividuo consciente.
Efectivamente, la ausencia de dolor y respuesta inmune adecuada en el cáncer indica que el sistema defensivo no ha hecho la evaluación adecuada. Sería, como comentas, el error antagónico.
Saludos
Reblogueó esto en malenarodríguezbustamantey comentado:
Hola Arturo. Si ante mis dolores generalizados he optado por hacer cambios en la alimentación, yoga terapéutico, método Feldenkrais, quiropraxia, entre otras acciones que he venido sumando para alivar las dolencias, y si las dolencias son cada vez mayores o vana cambiando de zona del cuerpo… Los chequeos médicos básico arrojan ausencia de enfermedad. ¿Qué debo interpretar? ¿Qué debería hacer de acuerdo a lo planteado en este artículo?
Malena: en el blog me limito a dar información sobre cómo funciona el organismo en relación a la gestión de la protección física. No hay recomendaciones salvo la de conocer la Biología del dolor. Desde ese conocimiento uno mismo empieza a cambiar el afrontamiento.
Quizá es la primera vez que leo algo razonable y totalmente lógico sobre la migraña y la evitación . Sin duda su libro Migraña: una pesadilla cerebral me ha descubierto un mundo nuevo ya no sólo respecto a la migraña en sí, sino a los que la padecemos( como somos, nuestra actitud frente al peligro, la evitación) . Estoy leyendo con mucha calma y pensando mucho sobre temas que nunca me había planteado. Seguiré!!!!
Alicia: me alegraría que las propuestas del libro de devuelvan a la libertad de vivir, secuestrada por un cerebro instruido en la sobreprotección y el alarmismo.
Saludos