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La falacia del origen neurovascular del dolor

Sostienen los neurólogos que el dolor migrañoso necesariamente surge de las terminaciones del nervio trigémino que se distribuyen por las meninges y grandes vasos.

Esta afirmación se basa en el hecho de que sólo se provoca dolor si estimulamos estas estructuras (meninges y grandes vasos) y no si estimulamos el cerebro.

El cerebro no duele, dicen, pero no es cierto.

La estimular el tejido neurovascular y meníngeo generamos señal de amenaza que se conduce y distribuye a un conjunto de áreas cerebrales, la denominada “neuromatriz del dolor”. La activación de esa neuromatriz y sólo esa activación, es la que evoca el sentimiento doloroso en la conciencia.

Sólo el cerebro duele.

No existe el dolor de huesos, músculos, articulaciones, estómago ni cualquier otro tejido. Sólo existe el dolor de las neuronas de la neuromatriz del dolor, generado por su activación conjunta.

Todos los dolores, absolutamente todos, son, por tanto, de origen cerebral.

Sí existe el daño consumado o la amenaza de tal daño en todo tipo de tejidos: músculos, huesos, etc.

El daño y el dolor son cuestiones distintas y muchos las confunden.

El daño cerebral es indoloro pues no existen nociceptores en el cerebro que lo detecten y generen las señales correspondientes que activen la neuromatriz pero dicha neuromatriz se puede activar sin necesidad de una amenaza real a los tejidos “sensibles al dolor”. La valoración de amenaza, el daño imaginado, es suficiente para activar la neuromatriz y evocar el sentimiento doloroso, sin necesidad de que previamente se estimulen meninges ni las terminales trigeminales de los grandes vasos.

Por empatía, la observación de daño agudo en un allegado puede activar la neuromatriz y evocar dolor.

¿Qué hace que el cerebro evalúe amenaza, imagine daño potencial?

Los neurólogos no consideran la función evaluativa. Simplemente, un supuesto grupo de neuronas, el “generador de migraña”, se excita por su condición patológica de hiperexcitabilidad, provocando el fenómeno de la “onda de depresión cortical propagada” y este apagón cortical se supone que libera mediadores en la superficie del cerebro que se esparcen por el líquido que baña las meninges y terminales del trigémino que abrazan los grandes vasos. El dolor está servido. Se han sensibilizado las terminales sensibles.

No cuentan las expectativas y creencias, la memoria predictiva, el miedo, lo aprendido. En el cerebro, al parecer, no existe nada de eso en lo que se refiere al dolor migrañoso.

En condiciones normales, las neuronas responden a estímulos coherentes. El dolor sólo aparece si generamos daño consumado o inminente en los tejidos (salvo el cerebro que no contiene nociceptores).

En las condiciones que el cerebro migrañoso establece, las neuronas defensivas se activan porque los centros evaluativos barruntan amenaza, desde la irracionalidad y el miedo aprendidos. Eso basta para que el sentimiento de dolor, las náuseas o la intolerancia sensorial aparezcan en la conciencia.

La IASP, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, lo define como una “experiencia sensorial y emocional asociada a daño real o potencial de los tejidos o “vivida como tal daño”.

La migraña responde a ese estado de “vivir como tal daño” potencial todo tipo de escenarios inofensivos.

No es el individuo el que “vive una amenaza de daño potencial”. El padeciente teme el dolor no el daño. Es el cerebro defensivo evaluativo el que “vive” la amenaza. Esa expectativa es la que genera el estado de alerta nociceptiva responsable de la aparición de las crisis.

El cerebro no es un órgano pasivo, receptor, que se limita a recibir informes sensoriales de amenaza consumada o inminente. Desde sus miedos, expectativas y creencias, activa los programas defensivos correspondientes.

El cerebro no nace inteligente. El sistema inmune tampoco.

La defensa del organismo está en manos de dos sistemas (inmune y nervioso) que se equivocan y producen en muchos casos mortificación (sistema nervioso) y muerte celular (sistema inmune) sin que se dé ninguna circunstancia de amenaza real o potencial.

El problema no es si el sistema neuroinmune se equivoca.

La cuestión es: ¿podemos minimizar esos errores?

¿Las tesis de los neurólogos minimizan o potencian los errores?

Epidemiológicamente los neurólogos soportan la mayor carga de incidencia migrañosa. Puede que las tesis que defienden sean las responsables de ese interesante y poco estudiado dato estadístico.

Hay quienes consideran las ideas como agentes infecciosos (memes) que colonizan la red neuronal como los virus informáticos.

Es mejor curarse en salud y protegerse con antivirus.

¿Creer o no creer a los neurólogos?

Me ha dicho el neurólogo que tengo migraña, una enfermedad genética de origen desconocido e incurable. Me ha dado unos consejos y unos fármacos que debo tomar siempre tan pronto como aparezca el dolor.

Puede que lo que proceda sea justo lo contrario.