Hay veces que el dolor aparece, sin mucha intensidad. Puede que sea el inicio de una crisis pero también puede que oscile un rato, titubee y, finalmente se vaya.
– A veces tengo amagos.
Los padecientes no saben qué hacer ante el amago.
Los neurólogos les han recomendado que tomen el calmante precozmente pues de otro modo la crisis se consolida y en ese estado el calmante ya no hace nada.
Los padecientes no lo tienen tan claro: no siempre el amago deriva hacia la crisis y no quieren abusar de los calmantes. Nosotros tampoco sabemos qué aconsejarles.
En el curso no damos indicaciones concretas sobre el uso de calmantes en los amagos. Dejamos que el padeciente se deje llevar por los nuevos conocimientos y trate de aplicarlos.
En la revisión cuentan todo tipo de experiencias:
– Me empezó a doler y decidí no tomar el calmante, pensando que nada sucedía en la cabeza y tratando de concentrarme en mi actividad pero el dolor fué aumentando hasta hacerse insoportable y, finalmente, tuve que tomar el calmante.
O bien…
– Tuve un amago. No tomé el calmante y el dolor fue subiendo hasta hacerse insoportable pero al cabo de un rato desapareció por sí mismo.
O…
– Vino el dolor. No hice caso, me concentré en mi actividad y al poco rato se fue.
El amago indica que el estado de alerta se ha activado. El cerebro imaginativo, alimentado por creencias y expectativas previas recibe informes sensoriales de la cabeza. En condiciones normales la realidad debiera ganar:
Nada sucede. No hay daño. No hay señales de peligro. Lo imaginado no se ratifica. Fin de estado de alerta.
No siempre la información sensorial consigue apagar el estado emocional del miedo. El organismo teme el daño posible y el padeciente el dolor que ese miedo irracional genera.
Las terminales sensoriales del trigémino sensibilizadas por el estado de alerta generan falsa señal de peligro. Cualquier estímulo intensifica el dolor de base alimentando la estructura en espiral creciente.
El objetivo es neutralizar los dos miedos: al daño y al dolor.
¿Cómo comunicar nuestra certeza de que nada sucede ni va a suceder?
¿Cómo estar seguros de que esa certeza va a apagar el miedo de los circuitos defensivos?
No hay modo de predecir lo que va a suceder.
En el último curso, uno de los alumnos confesó que bastaba probar un poco de vino para activar una crisis. En la comida decidió exponerse y bebió una copa. Al reanudar la clase, tuvo un amago. Apareció el dolor. Se dió por enterado (“no, gracias”), se centró en lo que en ese momento se explicaba y el dolor se fue.
Sólo podemos interiorizar nuestra convicción y desviar la atención hacia la tarea en curso.
Los amagos son frecuentes. Todos los tenemos. Los estados inconscientes de valoración de amenaza fluctúan y en ocasiones proyectan el amago perceptivo del dolor o de otro sentimiento somático.
También fluctúan los estados atencionales. No hace falta que haya una condición “desencadenante”.
El objetivo frente al amago es el de rebajar la atención hacia los requerimientos del organismo y para ello hay que desactivar la valoración de amenaza.
Hay que sonrojar al cerebro defensivo.
Amagos, dolor, miedo …… atenderlo , poder no atenderlo, he ahí la questión.
A veces me viene un dolor, un pinchazo …..se que no pasa nada, y consigo que mi atención se desvie a otra cosa, el dolor se va por donde vino.
A veces me viene un dolor , un pinchazo …… se que no pasa nada pero no consigo desviar mi atención y el dolor dura y dura y la atención se concentra más y más en todo lo que rodea al dolor ……….
Atención, maldita atención
Ayer me invitaron a una cena-maridaje. Probé cinco clases de vino y una copita de champán. Y hoy estoy como una rosa. Antes de conocer lo que se expone aquí, bastaba el simple olor del vino para desencadenar una crisis. Cuántos brindis hago ahora en honor de D.Arturo…
Aunque a veces hay alguna crisis (cada vez menos), ya no me protejo “por si acaso” algo las puede provocar.
Vivo sin temor y actúo en consecuencia, y eso que me llevo por delante.
Siempre agradecida. Cruz.
Mi experiencia es la siguiente: Cuando me viene un amago intento no hacerle caso, me concentro en lo que estoy haciendo y pienso ” no vas a pararme”” voy a hacer todo lo previsto contigo o sin ti” , pero al final siempre gana…….el dolor se intensifica y no me queda más remedio que tomar los triptanes para continuar la vida. Intento parar exclusivamente el tiempo necesario. En cuanto el dolor se rebaja sigo a lo mío, como si no hubiera pasado nada.
Pero nunca he llegado a ganarle y mira que llevo batallas…………..
Un saludo
Nieves
Hola a tod@s. A mí con los amagos me sucede que se quedan en eso, amagos. Todo gracias a lo expuesto en este blog por el doctor y los que participais con vuestros comentarios. No dándole importancia consigo, a veces antes y otras después. Sin embargo me gustaría ser consciente del momento en el que, gracias a la indiferencia, se retira la alarma. Pero quizás si estuviese observando no se volatilizaría ese dolor que asoma en el horizonte y que en ocasiones anteriores habría conquistado mi cabeza.
Nadie dice que la batalla sea facil, pero pelea tras pelea el cerebro inconciente se debilita y con el tiempo deja de molestarnos y nuestros dolores irracionales van desapareciendo . A no darse por vencidos nunca. Saludos Norberto.-
Suscribo la aportación de Cruz, sobre todo en los brindis por Arturo 🍷 y el agradecimiento.
Yo también me libré del miedo a los desencadenantes.
Aplicando el “know pain”, los amagos de día son escasos y apenas triunfan. Sigo batallando con los que me cogen durmiendo, que aún me llegan a secuestrar muchas veces. Curiosamente, acabo de darme cuenta que de los triptanes y calmantes ni me acuerdo 🤔
Un abrazo!