El dolor es una percepción aversiva que emerge en la conciencia cuando el sistema neuroinmune evalúa amenaza de nocividad.
Evolutivamente aparece ligada al sistema nociceptivo, una organización celular, neuronal e inmune, dedicada a detectar agentes y estados físicoquímicos y biológicos con letalidad potencial y activar respuestas de evitación y/o minimización del daño necrótico celular.
El dolor es fisiológico cuando aparece en el contexto de un daño necrótico consumado o inminente y deja de serlo cuando lo hace fuera de una incidencia actual o potencial de nocividad.
El dolor es patológico cuando no está justificado.
La patología del dolor reside en la ausencia de su justificación. No hay daño en los tejidos que lo justifique pero aparece en la conciencia como si realmente hubiera un estado patológico en la zona doliente.
Los contenidos de la conciencia desvelan lo que el sistema evalúa como relevante en cada momento, lugar y circunstancia.
El dolor contiene una decisión de informar sobre una incidencia de daño e incitar a una conducta defensiva.
No se necesita una patología en el sistema neuroinmune para explicar la emergencia del dolor en ausencia de daño relevante. La patología puede residir en el proceso evaluativo, en las expectativas y creencias que el sistema valida erróneamente, patológicamente. Dar por cierto lo que no lo es, es suficiente para explicar por qué duele si no hay motivo evidente.
Desde el modelo biopsicosocial se propone que si no hay causa “bio” debe indagarse en los apartados “psico” y “social” pues la patología en esos apartados puede bastar para explicar satisfactoriamente la proyección de dolor a la conciencia. El dolor sería una vía final común de expresión no sólo de problemas de daño en los tejidos sino también de conflictos del individuo o de la inserción en sus grupos sociales.
Si así fuera no tendría sentido evolutivo, biológico. La proyección de dolor en el contexto de un estado psicosocial adverso y sin que medie ninguna incidencia de daño actual, es patológica desde el punto de vista evaluativo. Un sistema de alarma cuya función es detectar e informar de sucesos que atentan contra la integridad física del edificio y su contenido, no debe activarse cuando hay problemas de convivencia o económicos. Si lo hace limita la calidad informativa, sin ninguna prestación útil.
Vivimos una pandemia de dolor patológico, es decir, dolor injustificado y no hay conciencia de ello. Cada profesional da su explicación y sus excusas y el paciente queda atrapado en el bucle de la cronicidad, psicológica y socialmente desapreciado.
Las creencias y expectativas patológicas siguen siendo la asignatura pendiente del abordaje del dolor.
No es el individuo quien las genera sino quienes le instruyen.
El dolor exige una explicación. El paciente la demanda y cada profesional le ofrece la suya, mientras funcione. Si no es así pasa la pelota a otro apartado, dentro del cajón de sastre de “lo biopsicosocial”.
Urge reconceptualizar cuestiones básicas como la percepción somática, la función predictiva de la red neuroinmune, su vulnerabilidad evaluativa, su dependencia cultural. Una campaña pública informativa extensa e intensa en esa dirección generaría un impacto notable en las estadísticas dramáticas del dolor patológico.
Me temo que ni siquiera existe la conciencia de que deba reconceptualizarse lo básico.
Dicen los expertos que hemos avanzado mucho en explicar y aliviar el dolor pero cada vez hay más patología en el sufrimiento e invalidez, más dolor sin motivo.
Las creencias son cada vez más patológicas.
Hace poco lo comentaba en mi casa. Hay una obsesión por patologizar todo hoy en día. Cosas que hasta hace unos pocos años eran parte de la vida normal, hoy en día son un síndrome, cualquier estado de tristeza transitoria y justificada es una depresión medicable, los niños sufren de la supuesta TDAH cada vez más, los adultos nos obsesionamos con la ergonomía por el bien de nuestra frágil espalda…. y los médicos, redes sociales y medios de comunicación hacen más que corroborar todo esto.
Me pone enferma. Pero literalmente.
**no hacen más qué corroborar todo esto. – quise decir
Arturo : Celebro que hoy te refieras al dolor que proviene de un estado psicosocial adverso, y no solo al dolor migrañoso o músculo-esquelético, como originado por una evaluación errónea o patológica. Es decir , interpreto que te estás refirendo a todos esos dolores o malestares o sufrimientos diversos, a lo que conocemos como “problemas psicológicos” en el mas amplio sentido de la palabra y al que ” los profesionales” colocan diversos calificativos como desequilibrios psicológicos, neurosis, fobias, obsesiones, problemas emocionales, etc.toda esa gama que estaría originada en buena parte por una evaluación errónea o patológica en la misma línea que lo esta la migraña o los dolores musculoesqueléticos, salvando las distancias.
Me alegro de ver que vuelves a estar ahí.
Hola Arturo:
Estoy totalmente de acuerdo que una campaña extensa informativa en la dirección que apuntas reduciría a nivel global el impacto en las estadísticas dolor patológico. Pero a nivel individual, que crees que es lo que determina que la pedagogía del dolor ayude mas o menos a una persona en concreto?
Muchas gracias
Como sufridor de dolor crónico sin daño no puedo más que darle las gracias sr. Arturo por sus extraordinarios artículos
Pati: el dolor, en ausencia de daño, emerge por integración compleja de múltiples factores. Consigue centrar la atención del individuo en un supuesto estado de amenaza y le obliga a adaptar su agenda a esa evaluación. El objetivo del padeciente debe centrarse en comprender e interiorizar el proceso y recuperar la actividad normal desde la convicción de que ello no pone en peligro la integridad física de la zona doliente. Es un ejercio continuado de relajación cognitiva acoplado a la actividad.
Hola Dr. desde que he comenzado a interesarme en la neurobiologia del dolor y su proyeccion por parte del cerebro, soy un agradecido a Ud. por compartir sus conocimientos en tal sentido, que de gran ayuda son para los que padecen o han padecido alguna vez de dolor cronico o lo que es peor el miedo permanente a volver a sufrirlo.No cree Ud. que si en su nota reemplazaramos la palabra dolor por otra que revele algun tipo de sufrimiento tanto fisico como psiquico derivado de una alerta infundada de nuestro cerebro, seria de igual ayuda para otros padecientes que asi lo sufren?. Muchas gracias otra vez y un saludo.
Me asomo una vez más a este portal suyo tan increíblemente instructivo, para aprender y retener siempre sus conocimientos.terminando, en mi caso, la patologia del dolor sin daño relevante, a través del programa del Dr. Rafael Torres y solo puedo expresar agradecimiento por lo aprendido y por darme a conocer ( ahora ya con una perspectiva mediana y colaboradora -explicando el dolor…nuevas vías de afrontamiento-), los instrumentos de gestión cerebral que la pedagogía del entendimiento del dolor almacena en uno y acercarme a los cauces pedagógicos de esta magnífica página que Arturo tiene y divulgar ese conocimiento exquisito. Gracias una vez mas por seguir en su brecha y alimentar a todas las personas fieles que le siguen, yo una de ellas. Bienvenido.