Los sistemas biológicos son complejos. Están constituidos por múltiples componentes interdependientes, que interaccionan de modo no lineal en una red distribuida, sin jerarquía. Los sistemas complejos no pueden ser abarcados estudiando individualmente sus componentes y generando una secuencia de procesos rígidamente ordenados. El todo siempre es más que la suma de las partes. Dos y dos no son, necesariamente, cuatro.
Los sistemas complejos no pueden ser descritos en una secuencia causal única. Cualquier variación en uno de los componentes puede iniciar un proceso interactivo que dé lugar a un cambio de estado. Admite múltiples caminos para llegar al mismo término.
Los sistemas biológicos no son sólo complejos sino, además, tienen la cualidad de adaptarse, modificar sus respuestas ante los mismos estímulos a lo largo del tiempo.
Los sistemas biológicos aprenden, recuerdan, predicen; son sistemas proactivos, no reactivos. No esperan a que llegue el estímulo para activar una respuesta.
El dolor es una proyección a la conciencia del estado de amenaza del organismo. Emerge del sistema cuando este adopta el estado de alerta y no existen circunstancias que justifiquen su inhibición.
Las etiquetas diagnósticas, las propuestas causales y los remedios, sugeridos por la Medicina, intentan reducir la complejidad del proceso generador del dolor a una secuencia simple, lineal. Una sola variable explica el estado doloroso: un déficit de una enzima, la ingesta de un alimento, un gen, un contratiempo, un cambio meteorológico… bastarían para explicar la aparición del dolor. Una molécula, elevada a la categoría de fármaco, se bastaría para neutralizarlo.
¿Por qué duele?
La respuesta es compleja y no siempre accesible pero siempre será correcto afirmar que si duele es porque el sistema se encuentra en estado de evaluación de amenaza.
¿Qué hay que hacer cuando duele?
Averiguar si existe una condición de amenaza que explique y justifique el dolor. Si no existe esa condición lesional habría que intervenir para ayudar al sistema a no cometer el mismo error de activación innecesaria.
El dolor no es una cosa que pueda ser evaluada y cuantificada como si fuera algo material. Es una propiedad emergente del sistema, influida por múltiples factores biográficos, sensoriales, emocionales y cognitivos que interactúan de modo complejo, cambiante, adaptativo.
Los pacientes y profesionales deben aprender a evaluar la emergencia del dolor como un estado evaluativo del sistema y tratar de actuar para optimizar las decisiones de ese proceso evaluativo. Ese sería el objetivo ideal pero la fuerza de la cualidad dolorosa obliga a veces al padeciente a actuar en la dirección que el propio dolor (el estado evaluativo) exige con un apremio creciente.
– Intenté anular el estado de amenaza pero tuve que tomar el calmante.
No es fácil la deriva en la conceptualización del dolor, ni para los pacientes ni para los profesionales. Preferimos la simplicidad y vemos causalidades allí donde no hay sino correlaciones estadísticas, no siempre objetivas. Somos ilusos.
No es fácil pero cada vez se hace más apremiante la necesidad de abordar el cambio conceptual del dolor y de otros síntomas aversivos.
Es necesario divulgar el ABC de los sistemas complejos aun cuando el intento choque con todas las propuestas de pseudoexplicación y pseudoresolución al uso.
– Todo esto es muy complicado. ¿No podría darme algo para calmar el dolor, un analgésico?
– Sí podría pero quizás no debería. Comprender el dolor como una propiedad emergente de la complejidad del organismo sería lo ideal y, probablemente, a medio y largo plazo, lo mejor para usted.
– Déjelo. No me convence