Como decía en otro de los puntos de la introducción a esta serie de entradas, “por supuesto, la intensidad de los síntomas lo marca todo. Para mí esto es fundamental, es el límite que debe marcar la “exposición” del paciente. Cuando es tolerable, el tipo de afrontamiento que esboza la pedagogía del dolor (seguir con las actividades cotidianas, los planes, los viajes, etc.) se lleva a cabo y, además, refuerza la idea de que el camino es el correcto porque ves incrementado tu nivel de actividad y de tolerancia. Pero cuando la intensidad del dolor o de un síntoma es “insoportable”, seguir adelante con las actividades programadas no siempre es posible por más que uno se empeñe. Hay que conseguir un equilibrio para no desanimarse o entrar en pánico cuando algo que uno ya podía hacer, de pronto ya no es viable. Aunque es difícil este equilibrio. Muchas veces, no obtener recompensa tras el esfuerzo, sino más y más penalización es muy frustrante”.
Y cuando la intensidad de los síntomas lo condiciona y acapara TODO, controlar las emociones es tan difícil… Espero que Mar nos facilite alguna pista en la continuación a su anterior relato.
EXPLORANDO DESDE LA PSICOLOGÍA (II): “Los obstáculos en el proceso de la pedagogía”
Mar Tascón. Psicóloga Clínica
Decía en la entrada anterior que las personas con dolor suelen ir construyendo un kit particular de afrontamiento que incluye múltiples formas de intentar controlar y eliminar el dolor. Y aunque con ninguna de esas formas logran acabar definitivamente con él, las mantienen porque PIENSAN que eso es lo que TIENEN que hacer.
Cuando uno ACEPTA el proceso de “afrontamiento pedagógico”, se encuentra con una forma de actuar que suele “chocar” con lo que la mayoría de las personas PIENSAN/SIENTEN que DEBEN hacer frente al dolor. Eso significa que va a experimentar un cierto nivel de sufrimiento “emocional” como parte ineludible del camino de la pedagogía. Adaptar el kit particular de afrontamiento requiere estar dispuesto a aceptar aún más malestar.
Esto no pinta nada bien, ¿verdad? Parece que es una tarea imposible. Lo parece pero todos lo hemos hecho en algún momento de nuestras vidas. Cierre los ojos y trate de evocar experiencias previas en las que conseguir algo que era realmente importante le ha generado sufrimiento a corto o medio plazo. ¿Recuerda alguna?
Dese unos minutos. No tenga prisa. Esta entrada es un pequeño viaje en el que hay que embarcarse sin prisa por llegar al final, sino centrándose en cada fase del proceso.
¿Qué se le ha ido ocurriendo? Hacer ejercicio físico, preparar un examen, ir al dentista, ponerse una vacuna, hacer dieta, someterse a una operación quirúrgica, parir… Intente recrear esa experiencia: en qué pensaba, qué sentía, qué hacía… Muy bien, sigamos.
Vuelva a cerrar los ojos y trate de concentrarse en su respiración durante unos minutos.
Siga leyendo y trate de recrear cada momento de la escena que le voy describiendo.
«Imagine que es el conductor de un autobús. El autobús contiene en su recorrido unas metas a las que debe llegar para que SU viaje merezca la pena y tenga sentido. Usted tiene la capacidad de conducir el autobús, de frenar, de acelerar, de parar, etc., pero en ningún momento puede elegir qué pasajeros se van a subir. Algunos le son indiferentes, otros le gustan y le hacen sentir bien, otros son amenazantes y le dan miedo. A pesar de su aspecto y de la emoción que le generen, ninguno de ellos puede conducir el autobús y tampoco pueden tocarle ni dañarle de ninguna forma. Aun así, usted va continuamente observando el tipo de pasajero que espera para subir a su autobús.
En muchas ocasiones, estará tentado a no pararse para impedir que suban. Así que habrá paradas, metas, que son importantes y que abandonará así como también dejarán de subir pasajeros de los que le hacen sentirse bien y le gustan. Por mucho que lo intente habrá algún pasajero indeseable que logrará subir en el autobús. Cuando entre, usted estará más pendiente de dónde se sienta, qué hace, qué dice, de cómo le hace sentir, de forma que deja de prestar atención al recorrido, a la conducción… se pasa paradas que no ve porque está absorto vigilando a los pasajeros indeseables.
En otras ocasiones, los pasajeros se le acercan y le van pidiendo que se desvíe del recorrido que usted ha elegido y que la da sentido a SU viaje. Se resiste, pero PIENSA que si les hace caso, lo dejarán en paz, se bajarán por fin de su autobús. De forma que altera su viaje y va guiando el autobús por donde le ordenan los pasajeros. Hay momentos donde se siente en paz por librarse de la presión de estos pasajeros pero llegan otros que le reprochan que está incumpliendo su compromiso como conductor, que no cumple con su función, etc. Llega un momento en el que haga lo que haga, el autobús está lleno de pasajeros que le increpan, le amenazan, le suplican… y los momentos de paz son cada vez más fugaces y el viaje, SU viaje, pierde todo sentido».
¿Se siente identificado? ¿A dónde va su autobús? ¿Cuál es su meta final? ¿Qué objetivos/paradas son importantes para usted? ¿Suele desviarse de ellas? ¿Cuáles son sus pasajeros indeseables: qué le dicen, qué le hacen sentir…?
Uno de los pasajeros indeseables suelen ser las emociones: la tristeza, la rabia, la vergüenza, la culpa, la desesperanza, el miedo. Intente recrear una situación en que alguna de estas emociones le tenía completamente secuestrado. Céntrese en la emoción, en los pensamientos asociados, en lo que usted hacía. Bien, abra los ojos pasados unos minutos y siga leyendo.
Vuelva a recrear la escena que le voy describiendo.
«Imagine que está en una sala de cine y en la pantalla proyectan una película de miedo. Usted no la quiere ver, de hecho había comprado una entrada para una comedia. Cree que ha sido un error pero no tiene acceso a la persona que proyecta en la pantalla. Tampoco puede salir de la sala hasta que termine la película. Intenta cerrar los ojos, taparse los oídos, empieza a desesperarse, los minutos pasan lentamente, no cree que pueda seguir aguantando… Haga lo que haga la película sigue y sigue… Todo está preparado para que usted no pueda escapar. La pantalla es enorme, la tiene justo delante, la sala está a oscuras y no puede ver nada salvo las imágenes que se proyectan, los altavoces impiden escuchar otro sonido que no sea el de la película…
Pasado un tiempo, decide dejar de taparse los oídos y de cerrar los ojos. Mientras las imágenes y los sonidos siguen su marcha, usted empieza a imaginar cómo es la persona que proyecta la película, por qué ha puesto una película de miedo y no una comedia, a recordar cómo era la persona que le vendió la entrada, decide comerse las palomitas que compró, intenta vislumbrar si hay otras personas en la sala, de qué color son los asientos, dónde están colocados los altavoces, intenta imaginar cuántas veces habrán tenido que doblar la escena que se proyecta, si habrán necesitado un doble, cómo se llamará la actriz, se fija en lo atractivo que es el protagonista, atiende a la banda sonora, etc…».
¿Cómo se siente ahora?
Hay una frase que suelo repetir como si fuese un mantra en momentos en los que la emoción intenta secuestrarme: “Tú no eres lo que sucede, eres a quien le sucede”.
Por último, le invito a visualizar el proceso de la pedagogía del dolor como si fuese un sendero de montaña.
«Cuando va siguiendo un sendero, hay muchos momentos en que no ve el final. A veces, ni siquiera se ve el siguiente tramo. Cuando el sendero va cuesta abajo, uno se siente fuerte, capaz, feliz, esperanzado, confiado, etc. Pero en todo sendero de montaña, la pendiente varía y puede sorprendernos una cuesta ardua. Y en ese momento, empezamos a sentir que no podremos más, que no vamos a ser capaces de acabar. En otros momentos, pareciera que el sendero gira pero no avanza y uno empieza a pensar que se ha perdido. El sendero es el mismo, el objetivo no ha variado pero en cada momento las emociones y los pensamientos van cambiando en función del tramo en el que nos encontremos».
En momentos de atasco o desesperanza siempre podemos recordar que si pudiéramos ver todo el sendero desde un helicóptero, claramente veríamos que cada tramo nos acerca al objetivo y es necesario para llegar a la meta. Y que en los tramos más duros, podemos dejarnos secuestrar por la película de miedo o fijarnos en las flores que hay en el camino.
Mar Tascón
Gracias de nuevo Mar por tu aportación. Sólo añadir que las estrategias propuestas son adaptaciones de los autores Steven C. Hayes, Kirk Strosahl y Kelly G. Wilson.
“Tú no eres lo que sucede. Eres a quien le sucede”.
Es importantísimo no identificarse con esa imagen distorsionada de uno mismo que se proyecta a través de las emociones, el miedo, los recuerdos del pasado, los pensamientos intrusivos, la percepción de dolor, invalidez, enfermedad, indefensión, no futuro… A mí esa frase me ha encantado Mar, se me ha quedado grabada, me parece una estrategia en sí misma una vez la dotas de significado. Gracias.
Desde “en tierra de nadie” vuelvo a buscar con-suelo en este espacio de encuentro para el afrontamiento del “dolor sin daño” que por su “invisibilidad” consigue hacer “doler al alma” y me encuentro con esta novena entrega de la Escuela de dolor.
Bonita historia Mar, la del conductor del autobús. SU viaje se parece mucho a MI viaje, a NUESTRO viaje. Así es, un camino largo, muchas vueltas, cuestas arriba y cuestas abajo…y esos pasajeros indeseables…. Pero el viaje continúa y aún conseguimos fijarnos en las FLORES que bordean el camino y sino las vemos las PINTAMOS.
Y que buen mantra para esos momentos de secuestro….”TU NO ERES LO QUE SUCEDE, SINO A QUIEN SUCEDE”.. porque creemos ser el protagonista principal de la película (lo que hicimos o lo que no hicimos) y a lo mejor sólo somos actores secundarios….
Pero hay momentos en los que nos gustaría que se corte la película de miedo y vuelvan a poner una de risa, porque estas cuestas se hacen “muy cuesta arriba” y no podemos con ellas sobre todo porque hay tramos en los que no quedan flores y a lo mejor no sólo basta con pedagogía y psicología que explican y ayudan a comprender sino que también va a hacer falta RECONOCIMIENTO del DOLOR aunque sea “INVISIBLE” y del sufrimiento que este genera y de manera especial por esa invisibilidad. Y un reconocimiento de VERDAD con todas sus consecuencias, en el que no se deje a nadie en “tierra de nadie”, sólo a expensas de que un cambio de “creencias” le devuelvan la salud perdida.
Espero que entre todas y todos nos vayamos aproximando al objetivo.
Gracias Mar de nuevo por tu aportación y por tu apoyo desde la Psicología.
Cristina: incides en algo fundamental de cualquier estrategia. Tiene que tener significado para la persona que la emplee.
Me alegro de que te haya gustado.
Un saludo
Marite:
Gracias por tus palabras. Desde la entrada de un blog no se puede hacer mucho más. Y tres ejercicios no es una psicoterapia. Yo te animaría a contactar con algún psicólogo/a que incorpore el modelo de Arturo. O de algún fisio en la línea de Rafa Torres. De momento, es lo que tenemos.
Un abrazo,
Marite: al menos desde el blog hay RECONOCIMIENTO DEL DOLOR, así como lo escribes, con mayúsculas, y de todo lo que ello conlleva, genera y limita a la persona y su vida. Supongo que por eso precisamente encuentras aquí consuelo.
Aunque también me duela el alma por decir esto, creo que hoy por hoy es muy difícil que “nadie” quede “en tierra de nadie”, valga la redundancia, porque para posibilitar ese reconocimiento que pides, y que yo entiendo como una “guía” a nivel profesional que te ayude a gestionar todo lo que te ocurre (y que yo también considero que es algo fundamental y “básico”), se necesitaría un cambio de paradigma a nivel de toda la comunidad médica, que incorporara este marco teórico y que lo dotara de los complementos que fueran precisos para las personas que se quedan a mitad de camino sólo con la información. Esto que estoy escribiendo igual llega en algún momento, pero a día de hoy lo veo como una utopía. Pequeños pasos se van dando para formar a los profesionales pero… requiere una formación muy potente y un compromiso por su parte por querer aprender. El momento Ajá no sólo es requisito del paciente o padeciente, lo es también del profesional y ya se ha comentado en más de una ocasión que incluso hay más resistencia al cambio en el colectivo de profesionales.
Es imposible dar fórmulas mágicas desde un blog, incluso es imposible darlas desde una consulta, se trata de abrir vías, serpentear por esa carretera que describe Mar buscando ese “algo más” que complemente a todo lo aprendido y que ayude a introducir un poco de calma en el sistema nervioso central.
Un abrazo.
Mar: Que suerte tener una colega como tu para intentar llevar nuestra humilde ayuda a los que tratan de encontrar su propio camino.
Es complicado hacer esto desde un blog o al menos a mi me resulta muy difícil. Tu has dado muchas claves desde tu entrada y has enseñado una muestra de lo que se puede hacer desde la psicología.
Estoy con Cristina en que quizá algún día el dolor crónico sin daño relevante sea abordado desde la perspectiva que defendemos y la ayuda se haga extensible a muchas personas.
Gracias compañera.
Un abrazo.
Gracias, Sol. Tus palabras significan mucho para mi.
Un abrazo.
Cristina: El RECONOCIMIENTO del DOLOR lo hay en el blog de la misma forma que lo hay fuera del mismo, dentro del colectivo médico al que aludes que no se interesa por el cambio de paradigma. Lo que diferencia a los dos colectivos es la forma de abordar ese dolor.
A mi personalmente y creo que a una gran mayoría puede interesar más la propuesta de este blog por las ventajas que la misma supone (utilizar recursos propios frente a la dependencia de ajenos como los farmácos y además sin los efectos secundarios de estos últimos que muchas veces van deteriorando y complicando más la difícil situación), pero lo que para mí ha supuesto un obstáculo ha sido su presentación basándose en el “efecto ajá”.
Siento repetirme pero me parece SIMPLICAR demasiado y por ello desde esta nuevo enfoque que se toma con las entradas de la “Escuela de Dolor” veo más posibilidades al sumar otras estrategias tanto desde la Psicología como de la Fisioterapia.
El RECONOCIMIENTO al que me refiero tiene que ver con el reconocimiento de la LIMITACIÓN cuando la hay. Y la hay tanto en la esfera física como psicológica, tal como la describe Mar en sus entradas. Y mi pregunta en este punto es, que se propone desde el blog ante la dificultad de ENTENDER por parte del cerebro ese ERROR EVALUATIVO?
Y se plantea el grupo de trabajo que propone a la Sanidad Pública el abordaje de la Fibromialgia otras herramientas que las del simple “efecto ajá”?
Con todo el reconocimiento y respeto a la propuesta de la Pedagogía del Dolor, pido se reconsidere el planteamiento inicial y se trabaje para sumar estas nuevas vías de afrontamiento que desde aquí se están planteando y que puedan tratar de DIGNIFICAR uno poco más la realidad de muchas y muchos padecientes del dolor sin daño relevante, porque aplicar esta propuesta de manera simplista está suponiendo el dejar a un colectivo de “padecientes” en TIERRA de NADIE.
Mar: ya entiendo que tres ejemplos no son psicoterapia sino un apoyo más y complementario a la propuesta que desde aquí se hace.
Un abrazo y gracias a las dos por vuestro interés e implicación.
Marite: la pedagogía del dolor no supone “me lo creo” y todo desaparece. Cuando hablo de “efecto ajá” en el contexto del comentario, me refiero a ver claro el origen del problema, la disfunción evaluativa, no a que verlo claro lo resuelva como por arte de magia. Si pensara eso, no estaría diciendo que no es fácil y que hay personas que se quedan por el camino, o peor aún, en tierra de nadie.
Lo que estamos proponiendo desde el blog con esta serie de entradas es que hay otras vías que pueden ayudar y complementar a la información cuando ésta, por sí misma, no revierte la situación. Aunque también debes tener claro que cuando decimos “información”, no es lo único que incluye el afrontamiento pedagógico, que requiere un esfuerzo por actualizar conocimiento, pero también por cambiar creencias y conductas de afrontamiento. A mí personalmente no me resultó fácil ni tan siquiera la fase de actualización de conocimiento, no te voy a contar el resto. El momento Ajá, en cambio, fue la parte más sencilla, pero eso sólo es el “inicio” del proceso. Lo he remarcado en el anterior comentario porque, aunque para el paciente suele ser fácil ese primer momento ajá, para los profesionales no lo suele ser.
Es cierto que hay casos en los que, tras haber hecho todo ese trabajo y ese proceso de cambio, los síntomas persisten, o se minimizan o esfuman por completo en algún momento pero luego vuelven, a veces incluso con más intensidad, y también casos (no te puedo decir si muchos o pocos, pero mi opinión personal es que no son cuatro aislados) en que la persona se enreda aún más porque ni le fue bien con lo “oficial” ni le fue bien con la pedagogía a pesar del efecto ajá y a pesar de todo el conocimiento adquirido y el trabajo y la motivación durante el proceso, y entonces campa la indefensión más absoluta al pensar que ya no hay ninguna salida y que deberá vivir así por el resto de su vida. Pues ahí es donde intentamos decir que no lo dé todo por perdido, que hay otras vías, que las explore… Pero no podemos decir exactamente qué hacer, se esboza pero luego… será el paciente el que tome la decisión y, en mi opinión, la situación ideal sería contar con el apoyo del médico que le oriente por dónde tirar, pero eso ya digo que, a día de hoy, no lo veo tan fácil.
Ya sé que tú ya sabías que la situación en sí genera sufrimiento que parece no tener límite, mil emociones y pensamientos intrusivos que nos apartan de la carretera una y otra vez y parece incluso que nos arrojan directamente al abismo… y luego, siendo conscientes de haber caído y una vez cogido de nuevo aliento (o motivación suficiente), encima debemos trepar por la pendiente rocosa para alcanzar de nuevo la carretera… Pero… igual ahora tienes un poco más claro por dónde buscar ayuda para trepar, o igual no… Desde el principio estoy diciendo que nadie espere fórmulas mágicas porque es que no las hay. Quedan aún un par de entradas pero que nadie espere que se le dé el puzzle montado o con instrucciones.
Qué van a hacer exactamente desde la Sanidad Pública yo no lo sé Marite. No somos el equipo que informa sobre cómo deben actuar, los profesionales son ellos.
Un saludo.
Una entrada a una opinión de un padeciente testimoniante.
No soy ningún profesional, soy un simple paciente/padeciente de dolor disfuncional, el cual ha tenido, por suerte, un conocimiento de todas esta nueva pedagogía del dolor a través de un profesional (ver testimonio de Francisco F.) y solo quiero apuntar y apoyar lo considerado por la última entrada de Cristina. Para mí es importantísimo el entendimiento de esta nueva dimensión, pues arroja una fuente de luz a un problema que ya de por sí es de sufrimiento: un sufrimiento la más de las veces en soledad y que en personas que no disponen de apoyo profesional, con la simple exposición de lo que, por ejemplo, aquí se da, no es suficiente. También hay casos en los que se ha expuesto por testimonios que la pedagogía del entendimeinto del dolor sin daño relevante, ha sido suficiente y les ha cambiado la vida.
A lo que me refiero es que, ciertamente, esta iniciativa propuesta, que ahora está terminando, esta serie de entradas en el blog de profesionales y padecientes, creo que han sido necesarias para ayudar y dar información. Que efectivamente quizá no resuelve una situación particular, pero que la implicación de la persona en su viaje a una percepción de cambio en su forma de pensar frente al dolor, en su forma de abordarlo, en el apartar sus miedos, sus parloteos incesantes e invalidantes…, no es sencilla.
Las vías de afrontamiento que se proponen a través de la pedagogía del dolor, fuera del marco convencional o reglado, como las propuestas en este blog y, bajo la perspectiva de un padeciente que las ha puesto en práctica a través de profesionales, creo que deben continuar pues por los testimonios expuestos, están haciendo mucho bien…; la soledad y el desierto que supone continuar con el día a día con el dolor, sin este marco de referencia, sin la exposición de profesionales que exponen sus percepciones y comentarios, sin testimonios de otros padecientes, sería mucho más complicado todo.
Esta es mi modesta opinión.
Saludos.
Francisco F.
En mi experiencia de años de padeciente y después de haber caminado por múltiples senderos, ortodoxos, heterodoxos, alternativos, convencionales etc etc, la explicación que mas me convence porque coincide mas con mi vivencia, es la que se expone en este blog. Afirmo esto a pesar de no haber habido cambios positivos, pero, la cosa es así.
En lo que a mi respecta (y supongo que a mucha gente también) mas que el dolor en si, lo peor de esta problemática originada por errores evaluativos cerebrales y por la mala influencia del entorno cultural y familiar, es el sufrimiento por anticipación del dolor.
El sufrimiento psiquico-emocional ante la perspectiva de que realizando tal o cual acción (normalmente inocua) pueda desencadenar la temida lumbalgia.
Tanto es así, que muchas veces, mi estado emocional es menos intenso cuando estoy en pleno lumbago que cuando estoy “esperándolo”.
Quizás no he leído bien todas las útimas entradas, pero a pesar de sus valiosísimos aportes, me parece que el tema del sufrimiento por anticipación del dolor no ha sido tratado como, según a mi juicio, merece.
Cada caso es un mundo, pero dentro de estos problemas, cuando la kinesiofobia causa mas sufrimiento e incapacidad que el propio dolor, creo que debería haber un abordaje con algunos matices diferentes.
De momento, sigo pensando e insistiendo que lo “único” que podemos hacer, es establecer las condiciones básicas necesarias para que se pueda producir el cambio cerebral. Que este se podrá producir o no independientemente de todo lo que podamos hacer ya que parece que el cerebro “exige” las condiciones, siendo algunas desconocidas por nosotros y otras difíciles de establecer.
La espera deportiva, esperar sin esperar nada, el actuar sin tener demasiado en mente los frutos de la acción, sobre todo para que el cerebro se “sienta” libre, de ninguna de las maneras obligado o agobiado, en confianza para abandonar su comportamiento ultra-defensivo.
Acualmente es mi manera en que veo el problema.
Saludos.
Santiago: Mar y Sol han dicho ya en varias ocasiones que tratan a cada paciente de diferente modo en función de cuál sea su situación personal y su sintomatología propia, y que es imposible hacer psicoterapia desde un blog, menos aún personalizada.
Lo que se esboza en las entradas es algo general, no casos concretos, pero sí se ha hablado del miedo (antes, durante, después) basado en la experiencia previa y proyectado hacia el futuro. Ese miedo se trata del mismo modo, no hay estrategias específicas para el miedo “por si…” y para el miedo “porque sí”, lo que hay son diferentes pacientes con diferentes síntomas y diferentes experiencias y vivencias personales, y por consiguiente, diferentes miedos, y en función de todo ello, el profesional puede recomendar o facilitar una u otra estragia o herramienta, o tú mismo adaptarla a tus propios miedos.
Cuando ya hemos establecido las condiciones básicas necesarias para que se pueda producir el cambio cerebral, como dices (y que yo entiendo como actualizar el conocimiento y cambiar de creencias y conductas de afrontamiento), y ese cambio no se ha producido a pesar de haber pasado mucho tiempo en el proceso, incluso “años”, uno puede pararse un momento a reflexionar y valorar libremente si lo que ha conseguido con esas condiciones básicas es o no suficiente, si su vida sigue o no limitada, y si quiere o no buscar ayuda por alguna de estas vías complementarias. Por supuesto, partiendo, como bien señalas aunque con otras palabras, de no tener el objetivo de que todos los síntomas desaparezcan para siempre jamás, no buscar al príncipe encantado como decía Maite.
Un saludo.
Yo no creo que la aceptación (o momento ahá) del modelo teórico de Arturo Goicoechea provoque cambios permanentes en todas las personas. Pero sí creo que es un paso necesario e imprescindible. Y que se debe hacer sin fisuras: o esto que me pasa es un error cerebral o mantengo la hipótesis de enfermedad de origen desconocido. A dios y al diablo no se puede servir, es incompatible y sólo contribuye a aumentar la indefensión.
Ahora bien, aceptado el modelo teórico de Arturo, lo que le queda a la persona es el afrontamiento día a día de su dolor (y otros síntomas) desde este nuevo marco. Sin garantías de cómo y cuándo el cambio de creencias “cerebral” va a modificar la respuesta del dolor. Y en ese proceso tan duro, creo que se necesita una guía. En algunas personas, será un psicólogo y en otras, un fisioterapeuta. O ambos. Y si el médico de familia comparte el modelo y puede hacer un acompañamiento, mejor que mejor. Y si los neurólogos se mojaran, mejor aún.
Desconozco qué se está haciendo en Osakidezta exactamente. Pero creo que el hecho de divulgar el nuevo paradigma es algo a celebrar. Y confío en que los profesionales que lo estén poniendo en marcha vayan incluyendo otros profesionales y otros saberes. Pero por algún sitio hay que empezar y la pedagogía es el inicio.
También el profesional necesita hacer su propio proceso. Yo tuve que reencontrame con mi profesión respecto al dolor desde mi acercamiento al blog. Y tuve vaivenes, me radicalicé… y ahora creo que voy encontrando el equilibrio.
Saludos.
Santiago:
Completamente de acuerdo. No se ha abordado específicamente el miedo por anticipación y es algo muy relevante. Hay un extenso trabajo desde la psicología sobre ello. Personalmente, he evitado el tema porque sé que queda algún fisioterapeuta por escribir y, en mi opinión, creo que ese abordaje requiere la participación de un fisio.
Gracias por el comentario. Un saludo
Excelente analogía Mar. Me identifico mucho con el autobús, con ese pasajero constante que es la migraña, que me desvía de mi ruta, que hace que pierda sentido mi propio viaje. Las metáforas ayudan al cerebro a entender una realidad, a ponerle nombre, imágen, sonido. Lo que entiendes mejor te acerca al bienestar, te aleja de la incertudumbre…
Me alegro de que te haya gustado el autobús, Eduardo. Las metáforas son un un instrumento muy útil en terapia. Pero el mérito no es mío, es una estrategia típica de los manuales de la Terapia de Aceptación y Compromiso.
Un saludo.
Gracias Cristina, gracias Mar.
Mar: Entiendo perfectamente la política del blog en cuanto a no atender casos partículares porque no es el sitio adecuado, pero, desde un punto de vista general, ya que supongo que habrán muchos casos similares al mío, quisiera saber si existe relación entre los problemas tratados en este blog y el trastorno de ansiedad generalizada.
Entre las características de este trastorno están los dolores musculares, y también las palpitaciones, en mi caso y seguramente por no haber existido una influencia cultural negativa atemorizadora al respecto, estas últimas no me producen temor, cosa contraria con todo lo relacionado con lo musculoesquelético.
¿Piensas que el trastornosde ansiedad generalizada se debe a un error cerebral y por eso mismo necesitan un abordaje similar a cualquier problema derivado de una evaluación incorrecta del cerebro?
¿Existen ahora mismo técnicas o terapias realmente eficaces? Hasta ahora nada me ha sido eficaz. Al menos en mi caso incluso la relajación o las visualizaciones no han dado fruto. Es como si el hecho mismo de querer relajarme mediante un acto de voluntad, fuera un obstáculo, parecido cuando le decimos a alguien: ¡ No pienses en la Torre Eiffel !
Creo que cuanto menos me lo propongo mas me relajo, con la condición de que esté realizando alguna actividad lúdica que incluya la relación con personas con quien tenga algún vínculo afectivo. Playa, campo, cena con amigos etc
Insisto que la pregunta la hago de carácter general, aunque haya puesto mi caso como ejemplo.
Muchísimas gracias.
Santiago: perdona por meterme, sé que Mar te contestará más concretamente a tus preguntas pero yo también quiero decirte algo desde mi experiencia personal, a ti y a todas las personas que estén siguiendo esta serie de entradas. A mí tampoco me funcionó nada de “eso”, terminé odiando mi propia respiración y sólo mencionarme la palabra “relajación”, “relaja”, “relajar”, “relajado”, ya ni te cuento si llevaba delante los verbos “tener que”, “deber”… podía saltar a la yugular a cualquiera. Lo mismo con la palabra “ansiedad”, lo mismo con la palabra “estrés”. Al final fui consciente de que el trabajo (la psicoterapia) que estaba haciendo me estaba perjudicando más aún porque yo no conseguía ni relajarme, ni respirar “diafragmáticamente”, ni dormirme con la estrategia que me recomendaron diciendo “con eso te duermes sí o sí porque todo el mundo lo consigue”, todos menos yo claro…. así que al final lo tiré todo a la basura pensando que “eso no servía para nada”, incluso gritaba: “¡¡¡¡dejarme en paz!!!!!!”, que me gusta el estrés, me gusta enfadarme, yo no quiero vivir relajada, prefiero no dormir en toda la noche que tener dolor todo el día…
“Pero” es que cuando trabajé todo aquello, lo hice desde un punto de partida incorrecto, desde la idea que me transmitían de que todo lo que me ocurría (dolor y mareo especialmente) era “puramente psicológico” y causado por el estrés al que me había sometido durante tiempo atrás y también por todos los traumas no superados de mi vida pasada, y también por mis “trastornos de sueño”. Yo en un principio no sentía “ansiedad” más allá de la inmensa y comprensible preocupación que me originaba el que de la noche a la mañana mi vida se convirtiera en dolor y se fuera a tomar por saco, pero te aseguro que “aprendí” a tener ansiedad porque me enseñaron a ello, y por eso acabé odiando todo lo que tenía que ver con la “psicología”, por las experiencias negativas previas.
“Pero” (el segundo ya), ahora consiero que la psicología tiene mucho que aportarme, por supuesto la que parte de que el origen de lo que me ocurre es la disfunción evaluativa, el error cerebral, que los síntomas son reales, respuestas de enfermedad, que mi vida pasada pasada está, que si hubo traumas, puedo o no trabajar sobre ellos, pero que “eso” en sí mismo no tiene una justificación “biológica” para que yo perciba dolor invalidante. Que si no duermo como los cánones establecen que hay que dormir, oye pues… qué más da, igual es que no es necesario dormir ocho horas todos los días… y de tirón.
“Pero” (el tercero), y llego a lo que quería decir, HAY QUE VERLO CLARO, al igual que hay que tener un momento “ajá” con la pedagogía, hay que tenerlo también con la psicología. Desde aquí recomiendo que nadie se lance a “probar” estrategias por probar, que si lo hace, sea con convencimiento. La experiencia pasada a mí no sólo no me sirvió, sino que llegué a odiar “lo psicológico”, ahora desde el convencimiento de que puede ayudarme, lo he recuperado, claro que de un modo bien diferente, porque con un punto de partida sobre el origen de lo que me ocurre diferente, las estrategias no tienen el mismo significado y no las aplico con el objetivo de que todos mis síntomas desaparezcan, sino con el objetivo de ganar espacio, introducir un poco de calma en el sistema nervioso central. Me estoy adelantando a algo que digo en la entrada de mañana pero según he leído tu comentario, he sentido la necesidad de decir todo esto, el objetivo de usar las estrategias psicológicas o la fisioterapia no debe ser “que los síntomas desaparezcan por completo”, ya sabemos que es lo deseable, pero es preferible no centrarse en eso, sino en ir ganando espacio, terreno, abordar lo “asociado” a los síntomas de cada cual, los pensamientos, las emociones, los diálogos destructivos con uno mismo, el movimiento… porque trabajar sobre todo eso también es necesario y como suelo decir, igual nos sorprendemos al ir ganando ese espacio, quién sabe qué…
Un saludo.
Santiago:
En mi opinión, el dolor, el miedo (o ansiedad) y la tristeza son productos de la evaluación cerebral. Tanto cuando son respuestas adaptativas como cuando dejan de serlo y se convierten en algo que trastorna a la persona. En mi manera habitual de trabajar siempre he incorporado algo de pedagogía (psicoeducación se suele llamar) en el contexto de la psicoterapia.
De hecho, las metáforas que he utilizado en esta entrada no son específicas para el uso con personas de dolor crónico. Como tampoco los son las estrategias que comenta Cristina en su respuesta.
Un saludo,
No, por supuesto, espero no haber creado confusión, eso lo digo precisamente en el anterior comentario en respuesta a Santiago, que no hay estrategias específicas para unos miedos o para otros, o para unos síntomas o para otros, que las estrategias se adaptan a la persona y la situación particular y en función del significado que les atribuímos, puede ayudar una misma herramienta para todo o para “nada”. Ahí estoy de acuerdo con Santiago, si ponemos el objetivo en relajarse sí o sí, o dormir sí o sí, o que se vayan los síntomas, también nos puede salir rana, o será imposible no pensar en la torre Eiffel o no ver al elefante rosa.
Pero, aunque hayamos tenido experiencia previa con estrategias de este tipo y no nos parecieran de utilidad, eso no debe condicionarnos ahora, puesto que el momento ajá (ahora veo claro cómo pueden ayudarme) junto con dónde ponemos el objetivo, lo puede cambiar todo.
Santiago: Primero habría que ver quién te ha etiquetado con una trastorno de ansiedad generalizada , cómo te han tratado hasta el momento y cuáles son las características de eso que tu padeces, además de otras muchas cosas que ayudarían a situarnos y concretar dónde está el problema.
Es complejísimo dar respuesta desde aquí a lo que tu preguntas y aventurado diría yo, entre otras cosas porque hay muchas personas que llegan a consulta con un diagnóstico determinado que les hizo alguien o que les ha hecho el doctor google y con él toda la carga de síntomas que lo componen.
Probablemente tu cerebro está en alerta permanente por las razones que sean y así manejas todas las situaciones con las que te enfrentas.
En mi humilde opinión creo que sería conveniente que te pusieras en manos de un profesional que valorase tu situación concreta y trabajase en consecuencia.
Estar diagnosticado de un trastorno de ansiedad generalizada también produce miedo en si mismo y le da una información muy valiosa al cerebro para que mantenga las alertas encendidas.
Un saludo.
Gracias a todas.
Pues si, tengo ese diagnóstico en el que coinciden varios profesionales en los que confío (son poquitos la verdad).
El tema de la etiqueta lo veo como una manera de empezar a saber mas o menos por donde van los tiros, como punto de partida posiblemente o no adecuado, nunca, nunca, nunca como punto de llegada.
He tomado todo tipo de pastillitas, incluso Pregabalina que en su momento hace unos años venía precedida como “revolucionaria”. A mi no me hizo nada, solamente un efecto secundario “gracioso” que consistía en que bajo este tratamiento, perdí casi literalmente la capacidad de contar. Por ejemplo iba a una tienda y me decían son 4.37 euros y sacaba el monedero y me era imposible contar las monedas, tanto es así que tenía que pedirle ayuda al dependiente. Ahora me hace gracia pero el día a día era complicado en esa época.
Se lo comenté al psiquiatra y me dijo que era el primer paciente que veía con ese efecto adverso y como la medicación no me produjo ningún beneficio, me la suspendió.
Esto como prueba evidente de que cada caso es único.
Gracias.
Un par de apuntes sobre tu testimonio que lo entiendo y “me llega” no sabes bien!
Oigo a menudo lo de “no es necesario dormir ocho horas y del tirón”….y yo siento, pienso y digo: ES NECESARIO DESCANSAR, así de claro y así de simple y el dolor y los continuos despertares que provoca no lo permiten. Y desde mi experiencia siento que ese DESCANSO es IMPRESCINDIBLE.
Y el segundo apunte: hecho en falta en este blog y en estas entradas alusiones e información sobre el SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO. Donde lo situamos? Quizás su funcionamiento (o dis-funcionamiento) podría explicar muchos de los síntomas que se presentan en todas estas dolencias “invisibles”. A lo mejor pudiera ser este sistema autónomo el responsable o ejecutor de la “evaluación errónea” del Sistema Nervioso Central?
Marite: nos suelen bombardear con el mensaje de que el sueño ha de ser “reparador”, sin interrrupciones y entre siete y ocho horas lo aconsejable, pero esa no es la función principal del sueño. Durante el sueño el cerebro procesa la información del día pero para ello no hay establecidas un número de horas “ideal”, cada persona es un mundo en ese tema. Yo apliqué la pedagogía al tema del dormir y a veces duermo bien, otras no tan bien. Toda mi vida desde niña me he despertado montones de veces por las noches, pero estoy de acuerdo contigo en que ese continuo despertar o no poder dormir, si es por dolor, malestar, sufrimiento emocional, no ayuda nada de nada, pero creo que el número de horas en sí no tiene mucha relevancia y que el “mal dormir” no es la causa, aunque contribuye a incrementar el malestar.
Como “experta” en mal dormir (menudo mérito), escribí un documento sobre este tema, cómo apliqué la pedagogía al insomnio, si te interesa te lo mando por correo, pero no es la panacea, sólo a veces, relativizando el no dormir como los cánones establecen, se consigue dormir mejor, unos días sí, otros no… Quién sabe qué…
Sobre el otro tema que planteas, yo no te puedo ayudar porque no soy experta en la materia, mi sistema nervioso central lo considero como un todo, yo no me he preocupado demasiado por saber qué función tiene exactamente la amígdala, qué el troncoencéfalo, etc. Pero entiendo que tú quieras saberlo, imagino que Arturo te contestará.
Un saludo-.
y los que estamos en “tierra de nadie” tanto metafóricamente como físicamente. Sin encontrar profesionales que compartan este marco teorico. Lejos, en otro continente…
Un comentario sobre “ETIQUETAR”, aprovechando la definición de Santiago.
..”El tema de la etiqueta lo veo como una manera de empezar a saber mas o menos por donde van los tiros, como punto de partida posiblemente o no adecuado, nunca, nunca, nunca como punto de llegada”
Suscribo y comparto la opinión y la comento desde la parte que me toca.
Cuando escucho las apreciaciones sobre el “etiquetar” para mi significan SILENCIAR e INVISIBILIZAR el DOLOR, el SUFRIMIENTO Y LA INCAPACIDAD.
Entiendo y comprendo a quién me sugiere (incluso impone) el concepto, si lo hace con el ánimo de “animarme” y motivarme a mejorar mi calidad de vida.
Pero me rebelo ante quién por intereses puramente económicos la utiliza perversamente con el OBJETIVO de OBVIAR y SILENCIAR una REALIDAD INCOMODA a la que no se quiere hacer frente.
Tengo claro que la propuesta de este blog no persigue este último objetivo, pero si que creo que tal como se explican muchas veces los conceptos, en este caso el de las “etiquetas” se puede interpretar de “malas formas” abonando el terreno de la INVISIBILIZACIÓN de patologías que comparten DOLOR SIN DAÑO tisular.
Para mi la “etiqueta” no ha significado un punto de llegada, sino más bien el reconocimiento de una realidad que marca un punto de partida desde el que hacer frente a la vida desde otras condiciones y dificultades, que se agravan especialmente ante la negación e invisibilidad de estas últimas.
Nada más. Y seguimos aprendiendo y aprovechando la información que desde este lugar nos ofrecen para conseguir el objetivo de VIVIR a pesar del dolor.
Marite. el objetivo del blog es el de hacer visible la función evaluativa cerebral con el objetivo de dignificar el sufrimiento y la invalidez y abrir, al menos teóricamente, una vía hacia la corrección de esa disfunción evaluativa por la vía del conocimiento y la tolerancia activa hacia lo cotidiano.
Lo creo Arturo.
Entiendo que el objetivo sea dignificar el sufrimiento y la invalidez, pero no creo que se esté consiguiendo.
La propuesta aunque se presenta como algo sencillo creo que es compleja y de largo recorrido. Vivimos tiempos en los que se buscan respuestas inmediatas y de máxima rentabilidad y quienes son responsables de la “administración” de la salud pueden ver en la propuesta una “oportunidad” de “quitarse el muerto de encima” al difundir la idea de que no existe enfermedad ninguna, salvo una “disfunción evaluativa cerebral” para ellos tan fácil de neutralizar como hacer al padeciente responsable de ella.
Entiendo lo de la vía del conocimiento pero si pudieras aclarar un poco más lo de la “tolerancia activa hacia lo cotidiano”?
Marite: cuando sin justificación biológica cualquier acción cotidiana (andar, estar de pie, estar sentado, doblar el torso, etc.) “duele”, campa la intolerancia cerebral, la penalización injustificada. Te pongo unos enlaces por si te sirven para aclarar el concepto. Claro que el tema de conseguir que el cerebro deje de valorar amenaza en las acciones cotidianas es lo “complejo”, y como dices, comprenderlo, el conocimiento, es lo más sencillo. Que la persona lo entienda y lo crea no garantiza siempre librarse de las penalizaciones pero en algunos casos sí. Un abrazo.
https://arturogoicoechea.wordpress.com/2012/03/19/sindromes-de-hipohabituacion/
https://arturogoicoechea.wordpress.com/2013/02/13/grupos-de-dolor-lumbar-memorias-del-dolor-la-carpeta-roja-de-la-relevancia/
https://arturogoicoechea.wordpress.com/2010/10/13/bandas-de-permisividad/
Cristina/Arturo: tras leer los tres enlaces me queda claro el concepto de “tolerancia activa a lo cotidiano”.
…..”Los padecientes residentes en organismos intolerantes, de banda estrecha, acaban consiguiendo diagnóstico, colectivo solidario de afectados, promesas y respaldo de los expertos que respaldan la tesis de enfermedad.
La banda de permisividad se cierra definitivamente. No se tolera ninguna propuesta que no sea la de enfermedad.
El organismo intolerante ha conseguido su objetivo: la convicción y conducta de enfermedad”
Más claro…el agua.
Tan solo añadir que sigo haciendo la cama el día que no me la hacen y no me imagino como podría hacerla de rodillas, sigo haciendo las tareas domésticas sin faja lumbar aunque tenga que poner la lavadora de rodillas, sigo moviéndome porque me siento mejor que en la cama o en el sofá….pero….sigo residiendo en un organismo intolerante (hipersensible quizás?) a pesar de rebelarme diariamente ante sus deseos de inmovilizarme.
Eso sí, tras leer estos enlaces antiguos me vuelven las dudas sobre el objetivo del blog en “dignificar el sufrimiento y la invalidez”. Quizás sea cuestión de hipersensibilidad pero no veo mucha empatía y reconocimiento de los mismos en expresiones como las de “…..acaban consiguiendo diagnóstico, colectivo solidario de afectados, promesas y respaldo de los expertos que respaldan la tesis de enfermedad….”
No obstante os seguiré leyendo…porque mi objetivo no es vivir en banda estrecha.
Hola Marite: aunque en tu comentario has hecho hincapié en otro tema que poco tiene que ver con la “tolerancia activa a lo cotidiano”, creo que has captado perfectamente las ideas de esas tres entradas del archivo del blog precisamente por lo que dices al final de tu comentario, que no quieres “vivir en banda estrecha”. Ya ha dicho Arturo que el objetivo fundamental del blog es difundir conceptos sobre biología de organismo y neurociencia, y te aseguro que no es tarea sencilla hacerlo de un modo fácil y comprensible para todo el mundo y sin herir susceptibilidades.
Preguntabas por “tolerancia activa hacia lo cotidiano” y esas entradas, en mi opinión, transmiten muy bien el concepto, síndrome de sensibilización central o síndrome de “hipohabituación”, cerebro hipersensible, en alerta continua, el ejemplo de la “banda de permisividad”, y finalmente, el ejemplo de la carpeta roja de la relevancia, cuya idea central es que el cerebro es quien debe “tolerar” las acciones irrelevantes (inofensivas) para que la vida cotidiana no sea un infierno, no basta con que la persona lo entienda. Sólo decirte que los ejemplos que aparecen al final no son “directrices” sobre lo que hay que hacer, son las “acciones” que los alumnos del curso de dolor lumbar tenían “penalizadas” o las recomendaciones que los expertos les habían dado, y párate a pensar un momento en lo que supone esa recomendación de “hacer la cama de rodillas”, menos movimiento funcional cualquier cosa. Pero una cosa es escribir para transmitir una idea o concepto y luego está la realidad, el cerebro debe “autorizar”, el hecho de que tú te rebeles diariamente no garantiza el cambio. Yo meto la ropa en la lavadora sentada en una silla, es lo que ahora autoriza mi cerebro, leer el blog proporciona conocimiento, no obra milagros.
La postura del blog en relación al tema de NO considerar la fibromialgia como una enfermedad genética, misteriosa e incurable sino como una disfunción evaluativa cerebral no resta empatía, creo que no deberíamos perder más el tiempo con esa “discusión”, enfermedad por disfunción evaluativa neuronal o síndrome de sensibilización central igual te suena mejor, no se resta sufrimiento e invalidez a quien lo padece, implica la posibilidad (no la garantía) de darle la vuelta a la situación. A eso se refiere ese párrafo que tanto te ha molestado.
Un saludo.