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Fibromialgia. Respuesta de enfermedad y aprendizaje

Una de las muchas propiedades que diferencian la vida de la materia inanimada es la propiedad del aprendizaje. La materia organizada de los seres vivos contiene la capacidad psicológica de aprender, es decir, de memorizar datos de la interacción con el entorno y modificar las respuestas en función del impacto previo de las interacciones.

Existe una memoria evolutiva, estable, consolidada, que guarda información de la experiencia acumulada a lo largo del periplo evolutivo de cada especie en su interacción con los entornos en los que ha ido desarrollándose. Esta memoria genera programas de detección sensible de lo apetitivo y lo aversivo, de lo que debe conseguirse y evitarse y programas que ejecutan acciones de acercamiento o lucha-huida.

Cada individuo dispone al nacer de los programas apetitivos y defensivos de su especie. El genoma contiene la memoria necesaria para que esos programas se expresen al contacto con el entorno. El individuo no tiene que aprender nada. La especie a la que pertenece ya lo ha hecho a lo largo de la evolución. Estamos hablando del componente congénito del sistema defensivo neuroinmune y del sistema neuronal de aversión-recompensa.

Existe un programa denominado “respuesta de enfermedad”. Forma parte del equipamiento congénito (genético) del sistema neuroinmune de defensa. Está capacitado para detectar sensiblemente señales moleculares (alarminas) de que se ha consumado un daño letal a los tejidos y activar mensajeros (citoquinas) que encienden el programa neuroinmune de protección y reparación del daño consumado.

Cada vez que tenemos una gripe, los tejidos dañados por el virus liberan señales moleculares de muerte celular consumada que llegan a las áreas encargadas de ejecutar la respuesta defensiva correspondiente. El brazo inmune activa la producción de anticuerpos y células encargadas de eliminar gérmenes y restos de cadáveres celulares y el brazo neuronal proyecta a la conciencia del individuo el sentimiento de enfermedad: dolorimiento general, adinamia, poca animosidad, rumiación negativa del pasado y futuro inmediato, desinterés por la interacción social. Uno se siente enfermo porque el organismo está en peligro y ese organismo necesita implicar al individuo consciente en la respuesta adecuada. Invita a quedarse en el refugio, no gastar energías y considerar qué malo puede haber sucedido para aprender a no tropezar en la misma piedra en el futuro.

Un sistema neuroinmune que sólo dispusiera del componente congénito estaría abocado a padecer repetidamente un sinfín de enfermedades y lesiones. No aprendería de los errores, dado que los genes no contienen toda la información necesaria para catalogar, detectar y responder con celeridad a todo lo peligroso. Esta limitación se suple con la propiedad del aprendizaje individual. El genoma contiene los programas que permiten aprender del error, de memorizar datos de un evento negativo, procesarlos y tratar de identificar señales del agente o estado que originó el destrozo.

El aprendizaje evolutivo que habilita el componente defensivo congénito es fiable pero sólo en aquello que conoce. Cataloga peligro donde lo hay pero se le escapan amenazas. Siempre son los que están pero no están todos los que son.

El aprendizaje individual del componente aprendido no tiene garantía de acierto. Puede que no sean todos los que están ni estén todos los que son. Genera falsos negativos (no detecta ni reacciona ante el peligro) y falsos positivos (activa respuestas defensivas sin que haya amenaza).

El cerebro es la sede central del aprendizaje neuronal. Contiene los programas defensivos listos para ser ejecutados y áreas de procesamiento de la ingente cantidad de datos aportados a través de sensores internos y externos que contienen información potencial, ambigua, con mucho ruido asociado, es decir, con probabilidad alta de error.

El aprendizaje defensivo está sesgado en origen hacia el falso positivo: todas las setas pueden ser venenosas. No las comas a no ser que hayas comprobado, por observación personal azarosa, por observación de lo que sucede a otros al comerlas o por consejo de experto validado que no contienen peligro. Probar personalmente todas las setas para catalogarlas habría acabado con el individuo en unas pocas catas.

La activación de los programas defensivos aprendidos admite la vía de la exposición propia a las señales catalogadas como informadoras de peligro (condicionamientos) pero también está abierta a la observación de exposición ajena (empatía, imitación) y al consejo (cultura aversiva) de expertos cualificados o conciudadanos legos.

La activación del programa, independientemente de que esté o no justificada, genera el sentimiento de enfermedad. El dolor y cansancio de un falso positivo son tan reales como cuando se ha activado el programa por daño consumado. La sirena del sistema de alarma es tan real, estridente y molesta cuando salta por error como cuando lo hace por un robo violento consumado.

El cerebro humano está seleccionado para generar expectativas y creencias aprendiendo a detectar sensiblemente las señales validadas como informativas y activar los programas defensivos correspondientes. Estamos condenados a catalogar el peligro y cometer errores. El cerebro puede gestionar un organismo sano como si hubiera enfermedad o un organismo enfermo como si no la hubiera.

La cultura (imitación e instrucción experta y lega) tiende a alimentar el falso positivo. Es más fácil el éxito de la información que atemoriza que la de la que quita importancia a todo.

En la fibromialgia está activado de modo estable o recurrente el estado de alerta por enfermedad, el falso positivo. El individuo que reside en ese organismo que enciende el programa de enfermedad está condenado a padecer el programa (dolor, cansancio, baja animosidad, rumiación cognitiva negativa…). Los intentos por detectar la enfermedad serán inútiles. No existe. El error es la enfermedad, Define la patología. Un cerebro que enciende un programa que debiera estar apagado es un cerebro equivocado. Genera sentimiento y conducta de enfermedad pero no la hay.

Los investigadores analizan los organismos en estado de alerta para detectar señales de enfermedad, datos que diferencien a los que sienten y padecen de los controles que ni siente ni padecen. El esfuerzo consigue describir patrones genéticos, biografías atormentadas, ansiedad, depresión, imágenes de resonancia con áreas corticales encogidas y amigdalas (cerebrales) de más volumen, descargas espontáneas de señal en los sensores de daño (nociceptores), depresión de la actividad de la modulación inhibitoria descendente y un largo etcétera de datos que permiten diferenciar a los que tienen sentimientos de enfermedad y los que no.

Los expertos lanzan campanas al vuelo anunciando que han dado con la enfermedad, presentando los indicadores de activación de programas como indicadores de enfermedad. La fibromialgia es una enfermedad genética; la fibromialgia es una neuropatía de fibra C; el cerebro en la fibromialgia está encogido; la sustancia P del l.c.r. está aumentado; es el glutamato; es el magnesio; son las citoquinas; son las comunicaciones arteriovenosas cutáneas; es una enfermedad autoinmune; es la dieta…

Ni palabra del falso positivo como hipótesis, al menos. No existe, al parecer, la función evaluativa cerebral, el aprendizaje, el error no corregido.

– Tiene usted fibromialgia. Es una enfermedad misteriosa e incurable. Está usted enfermo. Tendrá que conducirse como tal: fármacos, fisioterapia. Quizás necesite ayuda psicológica.

Siempre hay aprendizaje. La información experta y lega está ahí. El cerebro que la recibe y procesa también está ahí. Lo que predicamos es procesado y modulará la activación de los programas seleccionados para la enfermedad, con acierto variable.

Desde esa perspectiva es fundamental el análisis crítico de lo que predicamos.

La Pedagogía sólo explica esta cuestión:

El cerebro es un órgano evaluativo, predictivo. Imagina la realidad y actúa en función de lo que ha aprendido y le han enseñado a esperar, temer y creer. Hay organismos sanos gestionados por el cerebro como si contuvieran enfermedad. Ese error le puede convertir la vida en un infierno.

Nosotros explicamos estas y otras reglas básicas del día a día del cerebro.

Otros promueven la convicción de enfermedad y alertan a los pacientes frente a quienes intentamos divulgar el ABC neuronal como si se tratara de cantos de sirenas que sólo llevan a la desesperanza por prestarles atención.

La cuestión es sencilla: convicción de organismo enfermo o convicción de organismo sano gestionado por un cerebro equivocado.

– Un cerebro equivocado es un cerebro enfermo

Eso dice la OMS pero es bueno matizar que la patología reside en el error. A partir de ahí podemos intentar ayudar a ese cerebro enfermo de error a detectar y corregir el error o dejar que el error siga vivo y engorde desde el sesgo de confirmación.


Este blog es solo la punta del iceberg, se puede hacer mucho más.


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    8 comentarios en «Fibromialgia. Respuesta de enfermedad y aprendizaje»

    1. Yo también le envío un abrazo por Internet, una buenísima entrada. Los que lo hemos entendido hemos salido beneficiados.

    2. Por si a alguien le interesa profundizar en los mecanismos del aprendizaje: el aprendizaje por experiencias propia tienen que ver con condicionamiento clásico y operante; el aprendizaje por lo que le ocurre a otros es aprendizaje observacional o vicario y el que tiene que ver con la cultura o los mensajes expertos se refiere a la conducta gobernada por reglas. En cualquier manual de psicología del aprendizaje se pueden consultar.

      Un saludo.

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