Recuerdo que en mis primeros años de reflexión crítica sobre el dolor partí de una pregunta predecible:
¿Qué es el dolor?
Veamos: el dolor es una percepción…
Bien, pero, ¿qué es una percepción?
Ahí empezó todo el lío y comenzaron a resquebrajarse los esquemas de partida, a medida que iba conociendo lo que era y no era una percepción.
El concepto de percepción no ocupa ni preocupa a los profesionales sanitarios ni, por tanto, a los ciudadanos. Siendo el dolor una percepción podríamos sostener que el dolor no ocupa ni preocupa.
No es cierto. Los profesionales se ocupan y preocupan (con motivación variable) de solventar el dolor pero no lo hacen habitualmente desde la perspectiva de estar lidiando con una percepción y todas sus complejidades sino desde una visión más ingenua: el dolor surge de allí donde duele y si donde duele no encontramos nada es que tenemos cuestiones psicoemocionales perturbadoras con las que lidiar.
En la visión ingenua del dolor, el cerebro prácticamente no es responsable. Se limita a amplificar o silenciar el dolor que viene de tejidos sufrientes. El dolor pertenece al mundo de los tejidos: los músculos, tendones, articulaciones, nervios, huesos… Si no hay tejidos que sufren se concluye que quien sufre es el individuo, su trama psicoemocional.
El individuo es quien percibe el dolor de sus tejidos o de sus estreses y desánimos.
Ya. Pero… ¿qué es una percepción? ¿Cuál es la función del cerebro en la percepción?
Ignorar el cerebro en la percepción es como ignorar el riñón en la producción de orina y pensar que esta se produce en la vejiga o creer que el movimiento se organiza en los músculos.
– Doctor, estoy percibiendo dolor últimamente. ¿No podríamos hacer algo con mi cerebro?
Esta petición es impensable aunque sea exquisitamente correcta.
La función perceptiva es una función interpretativa de la realidad, externa o interna. En la percepción se proyecta a la conciencia lo que el cerebro evalúa, a veces como realidad consumada e informada por los sentidos y otras como realidad imaginada aun a pesar del silencio sensorial.
Hay una interacción constante entre los flujos de información sensorial on line, en tiempo real y los imaginativos. Generalmente lo imaginado está ajustado a los estímulos que los receptores sensoriales recogen pero cuando hablamos del futuro no es preciso que los sensores detecten nada para que se proyecte lo imaginado y pre-visto en forma de una percepción que llega al individuo “como si” lo esperado estuviera ya sucediendo.
Podemos imaginar las percepciones de modo fugaz y desdibujado. Puedo imaginar el dolor. Con la voluntad podemos activar leve y fugazmente las mismas áreas cerebrales que se activan cuando nos hacemos daño en la zona sobre la que imaginamos dolor. Sin embargo el poder del individuo para evocar imaginativamente, a voluntad, percepciones, es limitado. Necesitamos el concurso de estímulos sensoriales coherentes con lo imaginado.
No hay límite teórico para que el cerebro imagine y trasvase lo imaginado al universo consciente de la percepción. Sucede en el sueño. Con el individuo despierto, la imaginación cerebral puede también generar percepción sin el concurso de los sentidos, sin que esté sucediendo nada de lo imaginado. Basta que lo imaginado cuente con el apremio, el miedo incontrolado.
La proyección del dolor a la conciencia implica al individuo. El cerebro proyecta dolor y el individuo organiza su modo de afrontamiento, acorde con la visión ingenua:
– Me duele. Voy a tomar un ibuprofeno
o con la deseable:
– Percibo dolor. No pasa nada. Es un exceso cerebral. Voy a concentrarme en lo que estaba haciendo.
El dolor tiene un plus de fuerza para obligar al individuo a obedecer. No siempre lo que el individuo sabe y quiere resulta suficiente
– Me empezó a doler. Ya pensé que no había nada, que era mi cerebro, pero, al final, tuve que tomar el ibuprofeno…
Los contenidos perceptivos no pueden modificarse a voluntad pero siempre disponemos de un cierto margen para inclinar la balanza a favor de la racionalidad. Conocimiento, voluntad, sosiego, control atencional. Esas son las armas.
¿Qué es la percepción?
Tendríamos que esforzarnos en vulgarizar una idea sencilla y veraz que disuelva la concepción ingenua de conceder a lo percibido la garantía de indicarnos que algo sucede allí donde lo hemos percibido.
– Doctor ¿qué es una percepción?
– Aquí tiene el ibuprofeno…
Muy buen artículo, es más, sí puede entrenarse al cerebro respecto al tratamiento de las percepciones, incluido el dolor…
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Aunque un ibuprofeno es más directo 🙂
También me ha parecido muy interesante el poner en duda la “localidad” de la percepción, ciertamente toda ella ocurre finalmente en la mente aunque se perciba como que está “ahí fuera” (es decir, en la imagen mental que tenemos de nuestro propio cuerpo, no más lejos que eso) 🙂
Un abrazo
Realmente3 la fotografía es impactante pero refleja perfectamente la disociación entre daño y dolor y la posibilidad de controlar mentalmente lo que percibimos-sufrimos
Un artículo enorme y la sátira del final me ha encantado, el problema que encuentro es la puesta en práctica, estas cosas “nadie” las enseña en los centros y quién tiene nociones no sabe cómo aplicarlo, espero que se siga investigando y divulgando sobre este asunto.
Un Saludo cordial
Reblogueó esto en Tu cuerpo, un todo..
En este blog se ha tratado exaustivamente el problema del dolor sin motivo, pero existe otra cuestión que consiste en la persona que teniendo un problema real, lo sufre de manera exagerada y mucho mayor de lo que le correspondería.
Por ejemplo, en un problema lumbar auténtico, si el paciene altera sus patrones de movimiento y restringe el uso de su espalda, debido al miedo y a un exceso de precauciones, inevitablemente con el paso del tiempo, perderá fuerza, flexibilidad y confianza, agravándose todo el cuadro, con lo que claramente ya tendría dos problemas, ya que se le ha añadido el del miedo cerebral por evaluación ineficiente.
Creo que el enfoque en este caso sería diferente, porque precisamente el médico normalmente opinará que habiendo una lesión constatable, hasta que esta no se cure, la fobia continuará, pero yo opino que es al revés, que si la fobia a moverse no se cura, la lesión tampoco.
¿Habiendo una lesión real no se complica todo realmente? ¿Que se le podrá decir al cerebro?
Dice Ud. que la neurona necesita la estima ajena…se refiere a la estima de las neuronas vecinas o a la realidad exterior que circunda al individuo…o a ambas a la vez…?
Manolo: me refería a las neuronas vecinas.
Preciosa nota. Desde años el tema del dolor (¿debería corregirme por: “el.sufrir”?) me interesa mucho… Eso de “sufrir” el dolor ajeno… Muchas preguntas, sigo buscando respuestas. Muy buenos sus aportes