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Creer en la creencia

La creencia es un concepto fundamental en Biología. No hay vida sin la posibilidad de creer, es decir, de anticipar el comportamiento de la realidad futura y tener dispuesta una respuesta adaptada a lo que se cree va a suceder.

Una creencia es un predisposición a responder de un modo determinado a un escenario. Nacemos con un bagaje variable de creencias, contenidas en el genoma. Se han elaborado a lo largo de muchos encuentros con el entorno en la dinámica evolutiva de la variación-selección. Sin embargo ese bagaje no cubre todas las variables del entorno y, salvo especies (extremófilas) que no han evolucionado desde que se tiene noticia de ellas, por habitar nichos que tampoco varían y no acogen competidores por ser inhóspitos, aparece la capacidad de aprender y ampliar el núcleo de creencias consolidadas evolutivamente. Aparece la función biológica del aprendizaje, que permite anticipar la realidad en base al ensayo-error-ensayo…

Las neuronas son células especializadas en la función de responder a las variaciones. Pueden detectar variables de modo sensible, memorizarlas y seleccionar respuestas anticipadas. La posibilidad de anticipar aumenta a medida que las neuronas se organizan en sociedades de memoria que comparten el conocimiento individual en un pool común, público del organismo.

Las especies sociales disponen de un grado más de memoria al compartir las memorias de cada individuo y/o grupo de individuos.

La complejidad de la red de memorias aumenta la probabilidad de conocer (creer) y poder anticipar conductas antes de que la realidad nos impacte pero lo hace con un aumento de la incertidumbre, del error potencial.

Los seres vivos de cierta complejidad se equivocan. Toman decisiones equivocadas en base a falta de conocimiento o a disponer de una creencia (hipótesis) errónea. Equivocarse no es sólo humano.  Cualquier ser vivo es tan listo o tan tonto como el Homo sapiens (ma non troppo). No es malo (ni bueno) equivocarse. Lo malo es equivocarse y no detectar el error. Peor es aún negar el error y reforzar lo creído (sesgo de confirmación) aun cuando ello genere perjuicio.

Hay creencias erróneas que promueven conductas perjudiciales que consolidan el error. Cuando ello sucede es necesario generar nuevas creencias que expliquen el origen del perjuicio. Si uno cree estar enfermo por sentirse enfermo necesita una explicación, creer en aquello que explica lo inexplicado:

– Con los adelantos de hoy en día ¿cómo es posible que no se sepa el origen y solución de mi padecimiento?

Las creencias son entidades vivas que se nutren de nueva información y la metabolizan para seleccionar aquellos contenidos considerados relevantes y eliminar los que son juzgados como desechables.

Las creencias se agrupan entre ellas para constituir sociedades con interés común: que sea cierto lo que comparten.

Las neuronas necesitan que sus conexiones funcionen. Si la neurona no recibe estímulos ni consigue el aprecio ajeno de lo que cree, se atrofia (pierde conexiones) o, incluso, muere. Las neuronas necesitan la estima ajena y creer en lo común es una buena estrategia para conseguir la supervivencia.

Las neuronas defensivas están agrupadas en sociedades que construyen una teoría del peligro. De esa teoría (hipótesis) de lo que es peligroso y de lo que ahuyenta o neutraliza el peligro surge el dolor y la demanda de la conducta que debe ser cumplida, no para anularlo sino para recuperar la confianza en la supervivencia celular. Si una acción del individuo se sigue del alivio del dolor indica que las neuronas que evalúan el peligro creen que este se ha esfumado, con o sin razón.

El dolor de un infarto de miocardio aparece porque las neuronas de los sistemas defensivos han proyectado la alarma a la conciencia, porque creen que cuando llegan mensajes de peligro del miocardio es que allí hay problemas.

El dolor del infarto de miocardio puede esfumarse tras una acción informada como analgésica pero con engaño.

– Me duele mucho. Me muero.

– No se preocupe. Le ponemos este suero con morfina y pronto se sentirá bien

Basta con la información para conseguir en bastantes casos el efecto.

– Me encuentro mejor. Ya no me duele. Gracias, doctor

El doctor en realidad no ha puesto nada en el suero, salvo información, expectativa. Ha sido suficiente. Las neuronas de las creencias han interpretado que el peligro ha desaparecido y que no es necesaria la activación de la función dolor.

– Ya te decía yo que este no tenía nada. Hacemos el informe y que se vaya a casa.

El que la expectativa de morfina haga el mismo efecto que la morfina no permite concluir que no había infarto. Si hubieran hecho un Electrocardiograma al dolorido puede que se hubiera comprobado que existía un infarto agudo.

– No me creo que por creer se pueda producir o quitar el dolor.

– Está usted equivocado. Sabemos que es así. Hay evidencia científica que lo demuestra abrumadoramente.

¿Por qué esa reticencia a creer en el poder de la creencia?

Las creencias son entes vivos vulnerables, desvalidos. Las  neuronas individuales se agrupan en circuitos con poder de conectividad. Las sociedades de neuronas se agrupan en colectivos de circuitos que comparten las mismas creencias para garantizar una cuota de activación. Los individuos se socializan compartiendo creencias: aquellas que ofrecen una mayor probabilidad de ser compartidas…

Las neuronas tienden a creer en lo que saben (creen) y en lo que cree la mayoría. También hay evidencia científica abrumadora.

La vida no contiene más inteligencia que la que proviene del equipamiento básico, primitivo del ABC de la supervivencia. Una vez viva, cada célula, cada órgano, cada sistema, cada individuo, cada sociedad… debe aprender a creer, decidir equivocándose. Una forma de equivocarse es creer que creyendo lo que uno cree compartiendo una creencia mayoritaria es una buena estrategia.

Depende.

Otra manera de equivocarse es negar el carácter biológico de las creencias, negar su esencia neuronal y valorarlas despectivamente como productos “psicológicos”.

_ ¿Usted qué cree?

– Yo no creo. Me duele

– Ya


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5 comentarios en «Creer en la creencia»

  1. Qué bueno esto que nos dices Arturo. Y me gusta cómo lo dices. Es una suerte tenerte ahí, explicando las “trampas” de nuestro cerebro, cómo funcionamos. Que los individuos socializan compartiendo creencias…qué bueno.

Los comentarios están cerrados.