La Pedagogía en Biología es una poderosa herramienta. Comprender la arquitectura neuronal de la percepción dolorosa, su sentido biológico, las razones del organismo, el miedo al daño, la incertidumbre en la toma de decisión en la activación de la alerta, todo ello ayuda a ver al cerebro no como al órgano más perfecto de la evolución sino como un conjunto de circuitos altamente integrados cuyo objetivo es aprender a predecir la realidad, en base al conocimiento que van adquiriendo.
Nacemos ignorantes, con una conectividad pre-dispuesta a absorber la información que el entorno facilita, a veces por experiencia propia (ensayo-error-acierto), otras por observación de aciertos y errores ajenos y, siempre por instrucción de expertos que teóricamente saben cosas que nosotros no podemos saber por nosotros mismos.
En los cursos de padecientes explicamos los conceptos básicos, desvelamos las falacias de las doctrinas oficiales y alternativas y exponemos una visión neuronal de la percepción de dolor.
Hay muchas cuestiones clave. Una de ellas es la disociación entre las capas inconscientes de la actividad cerebral y las proyecciones a la conciencia que dichas capas generan, es decir, el YO, la percatación de que somos un cuerpo que siente, piensa, decide, actúa, teme, desea, imagina.
“Mi cerebro y su YO”. El cerebro es nuestro, forma parte del organismo en el que se genera el YO pero ese YO no lo decidimos a voluntad. El dolor sale de nuestro cerebro y enreda y se entromete en el YO incitándole a actuar en una dirección contraria a sus intereses.
-YO querría ir a la cena con los amigos pero el dolor lo pone difícil.
El cerebro considera una imprudencia salir del refugio e ir por ahí de pingo: dolor, náusea e intolerancia a estímulos sensoriales: la fórmula ideal para “decidir” quedarse en casa, en una habitación oscura con las luces apagadas.
El diálogo cerebro-individuo consciente está siempre ahí. A veces hay un monólogo aparente del individuo. Otras es el cerebro el que proyecta su ronroneo mental mientras el YO dormita o piensa en Babia.
En el dolor el diálogo cerebro-YO es competitivo: el individuo quiere algo que el cerebro reprueba. ¿Motivos? Depende. Si hay un proceso agudo de destrucción de tejidos las razones del cerebro son obvias: proteger la zona dañada mientras se repara. Si el dolor aparece en un lugar en el que nada perturba ni va a perturbar inmediatamente su integridad física con una conducta normal, inofensiva, del individuo, el cerebro no tiene razones sino miedos irracionales, fobias, supersticiones.
El miedo cerebral puede atrapar al individuo con el dolor y obligarle a actuar tal como el cerebro pide: desistir de lo deseado, tomar el “calmante”, quedarse en casa.
En los cursos los padecientes comprenden generalmente la cuestión y hablan con el cerebro, con más o menos convicción y naturalidad.
El diálogo no es entre dos personas sino entre un sistema que opera de modo inconsciente y el YO, la persona.
– ¿Qué le digo? ¿Qué hago? ¿Cómo paro el programa? ¿Dónde está la clave, las palabras mágicas, la contraseña?
Realmente no hay claves, contraseñas ni textos. Sólo diálogo entre capas del sistema: las inconscientes y el YO.
Para algunos, acostumbrados a la materialidad de los remedios, el diálogo interno se antoja fantástico, difícilmente creíble.
En todos los grupos hay quienes responden de modo brillante:
– A veces quiere doler. Pienso en lo que he aprendido. le digo a mi cerebro que no pasa nada y me concentro en lo que quiero hacer…
En todos los grupos hay quien sigue igual. Escucha los relatos entusiasmados de los alumnos que van bien y expresa su frustración. Han comprendido pero no pueden convertir lo aprendido en una acción voluntaria, consciente y, sobre todo, eficaz del YO.
– Ya le digo a mi cerebro que no tiene por qué dolerme pero no me sirve de nada. Al final, TENGO QUE TOMAR EL CALMANTE.
No hay plazos para invertir el proceso. Hay quien responde rápido, inmediatamente. Espabila tanto el YO como el cerebro inconsciente. En otros casos el proceso se toma su tiempo pero, poco a poco, va disolviéndose.
Para algunos el fracaso permite descalificar las explicaciones, los contenidos.
– A mi no me funciona. Mi caso debe ser distinto. Hay algo anormal que puede que se desconozca. Hay alguna solución, alguna terapia que aún no se me ha ofrecido.
Realmente en los cursos no ofrecemos soluciones. Nos limitamos a explicar argumentadamente lo que se va sabiendo sobre la red neuronal y su implicación en el dolor. Conceptos generales probados. Previamente desarmamos, neutralizamos conceptos generales, incrustados en la cultura que sin darnos cuenta mamamos. Son falsos en su simplicidad, en su apariencia engañosa de verdad.
– El dolor surge de las creencias y expectativas que la red neuronal, su sistema de memoria predictiva, contiene. Vamos a intentar modificar ese sistema, los contenidos y predicciones. El resto corresponde a la interacción de su organismo con el entorno desde esa nueva perspectiva de seguridad en que nada va a dañar los tejidos y que si duele es por lo que el sistema sigue creyendo y temiendo.
– No digo que no sea así pero en mi caso no funciona.
Hay que tirarse al agua, con o sin flotador, con o sin alguien al lado, con o sin pastillas o conjuros para flotar pero es fundamental saber que podemos flotar si volvemos a creer en nuestra propia flotabilidad y en que todo proviene del miedo al agua.
– Si no floto tiene que ser por algo…
-Evidente. Miedo a no flotar.
Reblogueó esto en Tu cuerpo, un todo..