Toca reabrir el blog, vencido ya el verano académico. En estos dos meses de inactividad, he intentado desconectar para permitir el saludable trabajo de las “redes neuronales de reposo”, esas oficinas que esperan ansiosas a que el YO quede en suspenso atencional para poner orden en lo que el pasado y el futuro ofrecen. Entre sueños y vagabundeos mentales, el cerebro reorganiza el material acumulado y propone proyectos, con ilusión variable, haciendo oscilar la motivación hacia el esfuerzo o la pereza.
No sabría decir si lo que prima en este momento son las ganas de coger el toro del dolor por los cuernos y arrimar con riesgo o ver la faena (de otros) desde la barrera. En las conversaciones veraniegas con ciudadanos he podido comprobar que todos los tópicos y falacias sobre el dolor siguen ahí, con todo su vigor. He sufrido ausencias de amigos por culpa de dolores de cabeza y columna que han forzado a cambiar la cena y la charla por el ibuprofeno y el bloqueo social.
Hablar del cerebro en el dolor sigue siendo una conducta de riesgo. Los fármacos, estiramientos, masajes, posturas saludables y musculaciones siguen seduciendo a la ciudadanía. La homeopatía y la “buena hidratación” convencen. Cualquier acción terapéutica se acepta por el mero hecho de prometer alivio y contener alguna probabilidad de éxito. No interesan razones, sustrato biológico fiable. Basta con la apariencia, con el resultado. La correlación de venir B después de A sirve como prueba de que A ha generado B.
– YO sólo sé que a MI me funciona.
El analfabetismo sobre biología del dolor es absoluto y universal. De nada valen las titulaciones, el nivel académico. La incultura, o mejor dicho, la cultura de signo contrario, impone su ley y crea un caldo de cultivo en los campos neuronales del temor al daño que favorece la germinación de todo tipo de malas hierbas, de los pies a la cabeza.
Me dice un amigo-colega que al “gran Gatsby” (Peter Goadsby), uno de los líderes mundiales de opinión en migraña, le han concedido un premio por sus aportaciones al tema de la migraña. Con ocasión de la entrega, el profesor Goadsby deja escapar la confidencia de que la migraña es un “desorden cerebral” y no una respuesta al dolor, como se pensaba antes. Con la tomografía por emisión de positrones observa en un reducido numero de pacientes que, ya en la fase premonitoria previa al dolor, cuando los pacientes sienten-saben que la crisis está cocinándose, se activan diversas áreas cerebrales, responsables de la aparición de bostezos, náuseas, cambios de estado de ánimo, fotofobia…
Ahora sabemos, según confirma Peter G, que los fogones de la crisis están en el cerebro. Eso nos permitirá descubrir nuevos fármacos…
Ya ha olvidado nuestro líder de opinión las reflexiones volcadas en un editorial de Neurology, allá por Enero, sugiriendo que, quizás, las creencias, el aprendizaje… podrían pintar algo en todo este asunto y que deberíamos dejar de sensibilizar a los pacientes con consejos de evitación de desencadenantes y animarlos a la práctica contraria, saludable, de la habituación, la tolerancia. Recomienda, a la luz de sus nuevos descubrimientos, que los pacientes deben hacer caso de los síntomas premonitorios y buscar la penumbra y cuanto solicite, sensiblemente, el cerebro, sin esperar a que el dolor aparezca.
Me temo, por tanto, que todo seguirá igual en este curso, a pesar (o gracias a) de todos los Congresos, días mundiales, premios, promesas y proclamas.
Hay un error crucial, básico, radical, anidado en las mentes pensantes de quienes padecen el dolor y de quienes se ocupan de aliviarlo: el dolor es un estímulo, algo que surge de donde duele. El papel del cerebro se limita a darle una expresión consciente.
El error sigue ahí, incluso cuando Peter G parece sostener lo contrario. La migraña no se inicia con algo que duele desde los tejidos, desde meninges y vasos sino con algo cerebral que huele peligro y prepara nauseas y sensibilizaciones por lo que pudiera suceder. Esa activación cerebral inicial explica los prolegómenos de los bostezos, las nauseas y el amor a la penumbra y el retiro. La misma activación acaba sensibilizando las terminales del trigémino, la cuna exclusiva de todos los dolores de cabeza… pero es así porque en el cerebro ha habido desasosiego previo.
La migraña es un desorden cerebral, sostiene Goadsby, “el gran Gatsby” pero el dolor, parece seguir sosteniendo, Peter G, es cosa del trigémino.
El error del dolor sigue ahí, aun en las mentes más premiadas del planeta.
!Salud¡
¡Pues sigamos trabajando…!
Me alegro muchísimo de que siga en la brecha. Desconozco si en las culturas “primitivas” o en los países del “tercer mundo”, tienen esta epidemia de dolor crónico sin causa orgánica que asola a las sociedades “modernas”. Me da la impresión de que el cerebro que durante milenios ha estado bregando por la supervivencia y enfrentándose ha peligros reales, ahora con todo esto resuelto (en el primer mundo claro), pareciera que sientiera la necesidad de sentirse útil (estoy ironizando un poco) y ante la ausencia de peligros genuínos se inventara las neurosis, fobias, miedos y dolores, generando por ello toda una serie de sufrimientos gratuitos sin sentido. No se si se ha considerado o si sería posible, darle al cerebro de las sociedades acomodadas algo que sustituyera a su actividad anterior de velar por la supervivencia por otra cosa que lo mantuviese entretenido y de esa manera, no tuviera que “sacarse de la manga” problemas irracionales con tal de mantener su razón de ser.
¿En que podría consistir ese sustituto? Oviamente es imprescindible que el cerebro esté de acuerdo y le encuentre sentido.
Gracias.
Me alegro de tu vuelta. Bienvenido!
No recuerdo la fuente, pero hará unos días escuché por la radio una “noticia” en relación a que las personas con migraña (especialmente si es precedida de aura) sufren modificaciones en la arquitectura cerebral a largo plazo y debido a ello tienen más probabilidades de sufrir un ¿ictus? según no sé qué prueba de imagen. Por supuesto, noticia a la que le sigue la coletilla de que se ha abierto el camino gracias a la investigación para el descubrimiento de nuevos fármacos… (No apunté datos e igual la “noticia” no es del todo exacta.)
Sin entrar siquiera en la veracidad de tal “descubrimiento”, no puedo entender en qué beneficia al padeciente el tono alarmista de ese mensaje. Es la cultura del miedo per se con intereses espurios. Lanzado a las ondas y multiplicando los miedos, las consultas y la necesidad de antídotos…
Pues eso, que qué bien que hayas vuelto.
Saludos.
Neptuenk: el cerebro, biológicamente, tiende, de salida, al alarmismo. Hay genes que predisponen más o menos a esa tendencia. A lo largo del aprendizaje, la experiencia de daño propio y observación del ajeno, y. sobre todo, la instrucción experta, hacen que se genere esa amplia gama de alertas innecesarias.
La alerta sensible aumenta la probabilidad de proyeccion a la conciencia de dolor y otras percepciones aversivas y ahí están los que saben dictando orígenes y remedios, a veces con escaso bagaje científico o, incluso, en abierta contradiccion con lo que se va sabiendo ” a ciencia fiable”.
¿Quien se beneficia? Desde luego, no el padeciente, aun cuando piense lo contrario.
Saludos
Mar: me alegra saber que estás ahí. Se ha publicado mucho sobre riesgo vascular y migraña. Los estudios estadísticos de población dan un ligero aumento de complicaciones vasculares, especialmente en la migraña con aura, en mujeres que toman anticonceptivos y fuman. Es un dato que contiene escasa o nula sustancia de prevención y que no debiera constituir motivo de alarma pero periódicamente, algún neurólogo se encarga de fomentar el miedo.
En cualquier caso, si, realmente, hubiera un riesgo vascular, ello sería motivo para centrar los esfuerzos en desactivar la migraña, es decir, desensibilizando el cerebro con educación en biología del dolor y deconstruyendo las teorías sensibilizantes.
Un abrazo
Dr Arturo: Teniendo en cuenta que unos de los pilares fundamentales del modelo defendido en su blong consiste en atribuir relevancia primordial al aprendizaje y a la transmisión de miedos y alarmas a través de la cultura, creo que bastaría hacer un estudio de prevalencia de los síndromes de sensibilización de nuestra sociedad y compararlos con otras culturas sobre todo con las llamadas “primitivas” o las encuadradas en el tercer mundo. Me da la impresión que nosotros ganamos por goleada y que hay diferencias notables, por lo que si esto se comprobara científicamente, sería una prueba fundamental a la hora de demostrar que el factor cultural es determinante y su modelo de explicación del hecho del dolor no sería visto por tantos colegas suyos como un modelo “fuera de este mundo”. De todas formas creo que seguramente estos estudios se habrán hecho y que no habrán servido para nada (bueno).
No se, me está dando la impresiónde que estoy pecando de ingenuo.
Me estoy terminando su libro y no se si será casualidad pero desde junio no tengo migrañas , he tenido tres intentos de crisis , pero no le he hecho caso y he ido a trabajar , he bebido y he comido queso , cuando he pensado en el dolor de cabeza ya no estaba . Le he quitado el poder q tenía sobre mi. Espero que pueda seguir siendo así.
Otro asunto que me limita la vida es la ansiedad. Se le podría dar un enfoque parecido al de la migraña ?, no deja de ser un cerebro miedoso que se anticipa constantemente a lo que puede pasar y reponde con ataques de ansiedad, que hace que no me mueva , vuelva a casa , me asuste todo lo nuevo .
Me interesa su opinión
Un saludo
Manuela: me alegra saber que el libro te haya servido para ahuyentar la irracionalidad de tu cerebro. La estructura de la ansiedad es la misma que la del dolor. La diferencia radica en que el dolor remite al miedo cerebral al daño físico, es un miedo a un estado concreto, infundado, de destruccion violenta de los tejidos. La ansiedad se genera por un miedo inespecífico a un suceso adverso, interno o externo. Los síntomas corresponden a la activación de programas que nos preparan a huir-luchar.
Saludos
También tengo “Migraña: una pesadilla cerebral” me parece un libro muy recomendable y a pesar de que casi desde el principio soy un convencido de las ideas del autor, todavía tengo muchas dificultades para integrar conceptos, no solo entenderlos, sino vivirlos, el ¡ajá! no se ha producido. Pareciera que las zonas cerebrales donde se gestan los errores evaluativos y las estrategias desproporcionadas de evitación defensiva estuvieran en un lugar remoto, alejadísimas y por lo tanto poco suceptibles a la influencia positiva de las nuevas noticias relacionadas con la información nueva y veraz (esto no lo refiero como verdadero, sino como lo percibe mi subjetividad).
Disonancia cognitiva, dos cerebros en desacuerdo dentro del mismo cerebro, el sentimiento de identidad diluido, confuso. Los proyectos de vida quedan suspendidos, la energía está enteramente siendo consumida por “el bucle”, por la permanente órbita onfálica.
Un saludo a D. Arturo, constato que sigue de nuevo con su labor de intentar poner algo de cordura en este mundo irracional y de intereses creados que asola al padeciente, me alegro mucho por ello.