Controlamos el entorno con los sentidos y con el conocimiento disponible sobre su conducta habitual, predecible. Sabemos que las cosas tienden a comportarse de un determinado modo. Lo sabemos por aprendizaje (experiencia propia y observación de la ajena e instrucción experta). La mayor parte del tiempo los sentidos aportan datos que corroboran las suposiciones derivadas del conocimiento acumulado. Si algo no encaja en el guión previsto, se enciende la alerta, se analiza la novedad, se le da o niega relevancia, y se actúa en consecuencia.
Vigilamos el exterior con creencias, expectativas y datos sensoriales. Actuamos en función de todos ellos. Para cada uno de nosotros el exterior contiene unos significados distintos, unas relevancias e irrelevancias propias, privadas.
Existe también un entorno celular interno. Las células habitan un mundo protegido, exigente, vigilado por la red neuroinmune. Las células vigilantes del sistema inmune y del sistema nervioso despliegan en cada rincón del organismo sus sensores, capacitados para detectar aquellas señales que figuran como indicadoras de amenaza.
El sistema neuroinmune puede encontrarse en estado basal, un estado en el que se pre-juzga normalidad. La vigilancia está desplegada permitiendo la actividad normal del individuo si no hay presunción de peligro. En cualquier momento puede suceder un evento de nocividad. El sistema neuroinmune detecta la agresión y se sensibiliza. Cambia al modo de emergencia, allá donde esta se ha producido, recuperándose la normalidad tan pronto como desaparece la amenaza y se han recuperado las zonas dañadas.
No hace falta que suceda nada para que los sistemas de vigilancia trabajen en el modo sensible. No esperan a que se consume el daño. Basta con que haya una expectativa, una creencia, una probabilidad, un temor. La pre-visión alarmista despliega también el modo sensible, la emergencia. Ello hace que cualquier estímulo resulte relevante, amenazante. El individuo pasa a un segundo plano. Manda la seguridad del organismo. Incluso el individuo es considerado como un peligro. Sus acciones, intenciones, pueden comprometer la seguridad de una zona somática.
La expectativa de amenaza a la integridad física de la columna al estar sentado, apoyada en creencias aprendidas sobre estado de vulnerabilidad y amenaza ante la intención de trabajar un rato frente al ordenador, generan el estado vigilante sensible haciendo que el individuo sienta dolor y sus movimientos sean rígidos.
Toda la red nociceptiva está en alerta en los estados de vigilancia, sea fundada o no. La generación de señal nociceptiva y su tráfico por los circuitos está facilitada. Los centros de procesamiento interpretan esas señales como señales de confirmación de la expectativa y todo el sistema entra en resonancia. La expectativa facilita el dolor y el dolor realimenta la expectativa.
Los estados de vigilancia deben contener sensatez, correlación con la probabilidad razonable. De ese modo podrán reforzar la convicción de que no sucede nada cuando nada sucede. Si uno reside en un entorno seguro, sin ladrones, puede dejar las puertas abiertas con la seguridad de que no van a robarle. Cada día que lo hace, se reforzará esa pre-visión. Si, aun no habiendo ladrones, uno adopta la expectativa de que puede haberlos (¿por qué no?) y despliega todos los sensores y cerrojos disponibles, saltará la alarma cada vez que intente entrar en su propia casa y el sistema lo considerará como un peligro.
Si estamos razonablemente sanos, la vigilancia debe trabajar desde el estado basal, permisivo y seguro. El individuo podrá desarrollar su programa, sin interferencias del sistema de vigilancia.
Si, aun estando razonablemente sano, el sistema de vigilancia se encuentra en el modo sensible, padeceremos las consecuencias de vivir en un estado de excepción continuo, con dolor, fatiga, rigidez, insommio, falta de concentración…
¿Enfermedad?
No necesariamente. Más bien hipervigilancia desmedida, errónea, disfuncional, invalidante, atrapada en el error. Sesgada hacia la confirmación engañosa.
¿Solución?
Ninguna si el individuo forma parte del error:
La migraña, la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica… son enfermedades…
Eso dicen. Desgraciadamente los propios padecientes lo creen.
Muy esclarecedor, espero no formar parte del error, y si lo estoy salir lo más pronto posible, más vale tarde que nunca. Gracias.
Doctor Goicoechea, que piensa usted sobre el tipo de cefalea de reciente aparición crónica diaria,¿está dentro del mismo rol que las migrañas?. Gracias.