Todo es química. La información tambien lo es. Una noticia genera cambios químicos.
Todo es información. La química tambien lo es. Cada vez que administramos una molécula, generamos información en el organismo.
Un “analgésico” es una molécula. Tras su administración, el dolor, a veces, amaina. El analgésico no contiene una virtud analgésica. Interviene en la cadena informativa del organismo, modificando los datos que provienen de los tejidos y/o el procesamiento de esos datos en diversos centros en los que son evaluados. Un analgésico es un saboteador de la información y/o evaluación de lo que está sucediendo.
– Lo único que me importa es si me quita el dolor
Un analgésico no actúa como un antibiótico. El dolor no es una molécula ni un malbichito. El analgésico no neutraliza ni mata nada. Modifica los datos y puede generar una idea errónea de que no está sucediendo nada o que la cosa amaina. Lo importante es lo que hacemos creer al cerebro con la administración del calmante.
Un placebo puede ser un buen analgésico. No contiene química. Sólo información, expectativa, creencias.
Una molécula con información “positiva” puede generar un efecto “positivo”. La misma molécula con información “negativa” genera el efecto contrario.
– Lo mío no es sugestión. Me duele y si no tomo el calmante el dolor no se va.
El razonamiento no es válido. Sin convicción (inconsciente) no hay efecto. La administración oculta de analgésicos es bastante ineficaz. Quitamos la información y, por sí sola, la química es poca cosa (en la cuestión del dolor).
A veces la química es ofensiva. Por su cualidad (venenos) o por su cantidad, o por las dos.
Otras veces la química es inofensiva, por su cualidad (inofensiva) o por su cantidad (cualidad ofensiva a dosis insuficientes).
Las moléculas pueden actuar por sí mismas o como señales (información) de agentes biológicos. El lipopolisacárido es una molécula incluída en la cápsula de algunas bacterias. Su administración genera la respuesta de enfermedad aun cuando no haya infección (enfermedad). Hemos facilitado la información, la expectativa molecular de enfermedad. Ha bastado para que se activen los programas defensivos.
Hay problemas a veces con la sensibilidad excesiva a determinadas moléculas. La intolerancia a alimentos y a componentes químicos ambientales puede resultar extrema e invalidante.
En muchos casos resulta difícil diferenciar la relevancia de las moléculas de la de la información que contienen. La intolerancia pudiera generarse por la expectativa errónea de amenaza.
La cultura acopla información a la química. Hay una cultura biológica, genética, evolutiva. Los organismos tienen convicciones arraigadas que permiten extraer la información que contienen las moléculas. Gracias a esa capacidad informativa el sistema inmune nos defiende de infecciones y cánceres. Las creencias están codificadas en el genoma.
Hay una cultura adquirida, incierta, aventurada, condenada al ensayo-error, sin garantía genética. Es vital disponer de buenos datos y de un procesamiento inteligente.
Podemos generar una intolerancia química a través de la información, aun cuando no haya una química ofensiva.
Podemos generar expectativas de amenaza y desplegar la química interna de la alerta por obra y gracia de la información. Podemos desactivar esa misma química por la expectativa de la acción benéfica del “calmante”.
Hay una Ciencia de las moléculas y una Ciencia de la información.
Hay una cultura de las moléculas y una cultura de la información.
Hay un mercado de las moléculas y un mercado (oculto u ocultado) de la información.
La hipersensibilidad a moléculas inofensivas (cualitativa o cuantitativamente) se controla desactivando el componente informativo.
Lamentablemente el mercado de las moléculas trata la hipersensibilidad informativa azuzando aún más esa sensibilización, atribuyendo exclusivamente a la química lo que es de la información.
No hay tarea más fácil y rentable que la de generar sensibilizaciones informativas. Siempre habrá datos “científicos” que avalen “químicamente” lo que se defiende.
Disolver la sensibilización informativa, cultural, es complicado. Si algo se fija a los circuitos biológicos del miedo es la información alarmista.
¿Somos lo que comemos, tocamos y respiramos? ¿Creemos lo que oimos, sentimos y vemos?
A veces y/o en parte.
También somos información.
¿Podríamos aplicar esta teoría de “química e información” a las lesiones preganglionares y lesiones posganglionares? Entiendo que sí el estado físico (en este caso por traumatismo) se modifica, la química e información también lo hacen. ¿Cambia la teoría en caso de que exista dolor por estas lesiones, o que exista dolor en ausencia de lesión?
No acabo de entender la pregunta…
De acuerdo, trato de aclarar. Dolor sin traumatismo previo (migraña, fibromialgia,…) y dolor con traumatismo precio (latigazo cervical, radiculopatía, cervicobraquialgia,…) con resultado de dolor crónico en ambos casos. ¿Se producen las mismas reacciones de “química e información” en nuestro cuerpo aunque los factores desencadenantes sean distintos?
Cristian: cuando hay lesión los tejidos liberan moléculas señal que informan del daño sufrido. Esas moléculas sensibilizan los nociceptores y facilitan la liberación de señales eléctricas que informan a los centros del daño para que estos centros evaluen y seleccionen respuestas, según contexto, expectativas y creencias. En las lesiones agudas hay moléculas que informan del daño. Según pasa el tiempo ya desaparecen las señales moleculares del daño y debiera desactivarse la química de la sensibilización y la alerta. Si no lo hace es porque las expectativas siguen liberando la química del daño imaginado. Todo es información sobre lo que está sucediendo o se está anticipando. El dolor es información al individuo..
Es el eterno malentendido de siempre: la química es información para el cerebro si se trata del “dolor sin daño” pero la química sería sólo “mecánica de moléculas” si se trata de daño real (p. ej. una infección). ¡Oh, qué claro parece de entrada! Igual que la distinción de los primeros tiempos entre alarma injustificada cerebral y alarma injustificada alérgica: en un caso el cerebro evaluador, en el segundo el sistema inmune (de nuevo este 2º caso un problema de química, un error en las moléculas). El analgésico no tiene una virtus analgésica como el antibiótico que sí que es un arma química de destrucción masiva; el analgésico produce cambios químicos que cambian la información y promueven una evaluación cerebral distinta, y por ello el analgésico es, en el fondo, como un placebo. No: es, de pleno derecho, un placebo. Es información que promueve cambios. Y a partir de aquí nos pasamos a la noción social de información y decimos que la información de la sociedad es un nocebo. Placebo y nocebo son información que produce cambios a base de sabotear los datos del cerebro.
Hace tiempo que pienso que esto es un lío mayúsculo.
1) Es un lío el muy confuso término de “información”. Si el analgésico se va a considerar información porque sólo hace efecto previa evaluación del cerebro, y si se considera que esos flujos de información y de evaluación son cadenas de reacciones químicas donde los disparos de respuestas dependen de una red que pondera, por ejemplo, la cantidad de señales químicas, o la congruencia de señales o cosas similares… no salimos de la química. Información y evaluación sólo significan reacciones químicas múltiples, complejas, con datos variables, quizás incluso con “efecto mariposa”… pero sólo hay química. “Evaluar” es un término equívoco tomado del sujeto humano, tomado del vocabulario de la consciencia, tomado de las ciencias humanas, usado sólo como analogía en una ciencia neurológica para hacerse entender, una metáfora…
2) Y además, el antibiótico también actúa químicamente (“también”, y no “en cambio”) porque también se trata de reacciones químicas, y también puede decirse que lo hace manejando información, “saboteando información del organismo”: un antibiótico, por ej., inhibe la replicación de los patógenos uniéndose a las proteínas que las bacterias necesitan para su replicación: las engañan, vamos; les sabotean la información que requieren. Las bacterias hacen lo mismo (ej. del lipopolisacárido del texto) ¿Dónde está la diferencia entre el caso analgésico-y-cerebro y el caso antibiótico? En el caso del cerebro, la reacciones químicas implicadas son mucho más complejas y se deben distribuir en una red hasta el resultado final; en el segundo, son mucho más simples y directas… ¡Pero sólo hay química!
3) Hay un salto de la química al mundo social por el uso confuso del término información: el discurso humano de la sociedad, explícito o implícito en las conductas, se supone que entra en la red y la afecta (en el texto, “la cultura adquirida”). Pero esto es otra “información”, otro nivel: ahí significa semántica, lenguaje…
4) para salvar el salto, todo el modelo AG incurre en lo que hace años que creo que es la madre de todos los líos, un doble escape:
a) cuando se hable del yo, tomar el sujeto como un cerebro y
b) cuando se hable de química, tomar el cerebro como un sujeto.
No voy a desarrollar esto ahora pero haré una síntesis:
a) se acepta que lo mental y lo psicológico se deben explicar por el cerebro; por tanto si vemos por los ojos es que el cerebro permite ver… etc…. y si hablamos es que el cerebro permite hablar. Si el yo cree hablar es porque el cerebro, con sus módulos y circuitos, le construye el habla. En general, si el yo cree algo hay una red responsable que le construye la creencia. El yo es resultado. Por tanto, en el fondo, la información del sujeto tiene como base la información del cerebro;
b) cuando se quiere llevar el manejo de la información cerebral a la química, hay otro escape. El cerebro se comporta a todos los efectos como un yo oscuro, algo que hace cosas de yo: “evalua”, “se le engaña con mala información”, “se alarma”, “es fóbico”, “tiene espectativas, creencias”… En fin, todo son predicados del sujeto consciente o quasi-consciente; y en el nivel de la “terapia” se repite la jugada del pseudo-sujeto; tampoco se acude a la información-química sino a la información de sujetos: “se hace pedagogía del dolor”, “hay que proyectar convicción”, “dar información correcta”, “perder el miedo”… y se llenan páginas de discurso de corrección de información, ánimos, relatos etc. Otra manera de presentar el doble escape: cuando se habla de psicología se sale por la neurología; cuando se quiere concretar en la química, se sale por la información -que se entiende a todos los efectos como discurso consciente o latente, y se lleva además al terreno del discurso público (otro salto). Cuando se detecta que la información és solo texto, volvemos a reirnos del infeliz que cree que el yo es algo y hablamos del cerebro… y vuelta a empezar…
Carlos: no reconozco tus reflexiones en el texto de la entrada. Hay una química de los estados de alerta (dolor sin daño). A esta química se añade la de la señalización del daño consumado o inminente, cuando se da el caso. Son químicas que comparten moléculas (estado de alerta con y sin daño) pero la diferencia la marca el añadido de las moléculas (alarminas) generadas por el daño celular. El cerebro evaluador contiene moléculas. La memoria y la predicción necesitan moléculas. No creo haber negado nunca la condición molecular a la función evaluativa. El sistema inmune contiene evaluación, gramática, creencias, estados de sensibilización, alerta…miedo, fobia. una reacción alérgica contiene una estructura fóbica.
La información social es un nocebo cuando aleja las evaluaciones y respuestas cerebrales de la probabilidad razonable. Un placebo es un nocebo implícitamente pues introduce o refuerza un error evaluativo.
De acuerdo con la idea de que “evaluar” e “información” son términos confusos. De acuerdo también que la información es, en esencia, química.
Un antibiótico mata bacterias.Un analgésico reduce la cantidad de mensajes informativos minimizando la información sobre daño.
El lipopolisacárido hace creer al organismo que existe una infección. Genera información errónea, pero nunca una infección. Podemos informar al sujeto del proceso y podemos así modificar la intensidad de los síntomas, sólo con palabras… que generan otro tipo de modificaciones químicas…
Para serte sincero no sé a dónde quieres llegar a parar ni comprendo bien las reticencias. Todo es materia, información, tiempo-espacio, radiación electromagnética y, quizás algún componente más, pero estamos hablando del dolor en un contexto concreto: los médicos sólo ven fármacos en la química de las soluciones y no ven aprendizaje en la génesis del dolor. Yo defiendo una química que va más allá de los fármacos y una mayor responsabilidad de la cultura, una cultura que puedes considerarla como química o como información. La vida no es posible sin información… y sin química, claro está.
Tu comentario sólo me ha aportado confusión.