El dolor es cosa de tres.
El hecho de residir en un organismo, objetivo, percatado, que se mueve a golpe de la voluntad de un Yo de apariencia inmaterial que siente y padece las imperfecciones de ese organismo en el que reside, ha generado la intuición de que no somos sino el resultado de la convivencia entre el organismo como hábitat o residencia y el Yo como habitante-residente. El dolor expresaría necesariamente una patología de la casa (dolor físico) o de quien la habita (dolor psicológico). Pudiera admitirse, quizás, una tercera vía (algo confusa) en la relación entre organismo e individuo. Juzgados por separado ambos …