Ayer, en el grupo de migraña de San Martin, en el turno inicial de comentarios de los padecientes, alguien hizo la pregunta clave:
– ¿Qué es la conciencia?
La pregunta es fundamental y la respuesta, sencilla:
– No tenemos ni idea.
El dolor es un contenido de la conciencia. Lo que percibimos son contenidos de la conciencia. ¿Cómo surgen? ¿Cómo brota un sentimiento de un conjunto de chispazos neuronales?
Es un misterio. La vida es un misterio. Una sola célula es un misterio. Un organismo pluricelular es un misterio aun mayor. Cada cuerpo es un ecosistema en el que conviven organizadamente un número inimaginable de individuos celulares.
Estamos tan acostumbrados a recibir contenidos en la conciencia con la apariencia de que son simples consecuencias de nuestros sentidos o de nuestro YO pensante que no nos paramos a pensar en el misterio.
No sabemos lo que es la conciencia. Sólo podemos describirla como percatación, como individuos que la sienten. No sabemos nada sobre lo que es pero sabemos mucho sobre lo que no es.
Lo que vemos, oimos, olemos o degustamos no es algo que viene dado por la pura apertura de ojos, oidos, narices o bocas. Ahí fuera y en el interior del organismo hay materia, energía, tiempo-espacio e información. Cada célula, cada organismo, trata de organizarse para gestionar esos componentes de modo que consiga sobrevivir. El cerebro, a través de la interacción histórica con el mundo, construye visiones, sonidos, olores y gustos y los proyecta en la pantalla misteriosa de “lo consciente”, seleccionando aspectos de la realidad con el propósito de hacer navegar al individuo por el mundo por el camino considerado como deseable.
La percepción es un proceso creativo, con dosis variables de relleno imaginativo. La realidad es un garabato que el cerebro trata de descifrar. Ni siquiera alguien escribió ese garabato. No hay un médico que escribió precipitadamente unos trazos que sólo un farmacéutico experto puede descifrar. El cerebro imagina ese supuesto garabateador, su intención, su significado, buscando patrones que se repiten.
Puede que no nos guste ese carácter imaginado, soñado de lo que percibimos. Preferimos dar por bueno lo que vemos y oímos, con “nuestros propios ojos y oídos”. Tampoco nos gusta reconocer que hay un cerebro interpuesto entre la realidad y el YO.
– Me duele. Esa es la evidencia.
– Evidente pero no necesariamente hay nada dañado. Puede ser una imaginación de daño. El cerebro funde pasado, presente y futuro y no nos informa con la percepción si lo que nos proyecta es producto de una realidad o de un miedo imaginado.
A lo largo de las clases aparecen cuestiones complicadas pero fundamentales. La comprensión del dolor exige liberarse de la concepción simplista y errónea de la conciencia como ámbito en el que, sencillamente, se proyecta la realidad tal cual es.
– Fíese de la conciencia y tendrá problemas.
Utilizamos la metáfora de la televisión cerebral. El YO es un espectador ante una pantalla sofisticada que simula una realidad real aun cuando solo sea una proyección televisiva. Hay retransmisiones en directo, hay documentales y hay programas imaginados. Hay proyecciones mixtas que funden presente, pasado y futuro… El YO espectador puede interactuar con lo proyectado de tal modo que lo que opina condiciona el desarrollo de lo que aparece en pantalla.
– Tuve un amago de dolor. Hablé con mi cerebro…
Todos hablamos con el cerebro. Todas las capas de la red neuronal mantienen un diálogo continuado entre ellas, con una jerarquía variable. A veces de abajo-arriba y otras en dirección contraria.
– Entonces… ¿no existe la libertad, la voluntad, el control?
Afortunadamente nadie hizo la pregunta. Es una pregunta complicada aunque la respuesta es muy sencilla:
– No tengo ni idea pero todo sucede como si existieran… Es lo que importa.
Una respuesta muy sincera, me ha encantado. Muy poca gente se atreve a decir que no tiene ni idea, la mayoría se tira a una piscina sin agua (en el caso de la consciencia) y se estrellan, claro.
Siempre me he preguntado qué es lo que me hace ser consciente de mí mismo, y otra persona ser consciente de sí misma, qué es lo que nos diferencia, en la medida que cada uno se siente como tal.
Llevaba dos días sin sentir mareo hasta hoy. ¿Dónde se habría metido?
Saludos,
Antonio
Yo siempre me lío entre consciencia y conciencia…
Archanco: yo también me lío. Hay veces que escribo consciencia y otras, como en esta ocasión, conciencia. Creo que es irrelevante. Puede que el término consciencia se interprete más como percatación, estado de vigilia, y conciencia como universo moral o de implicación pero los límites son muy borrosos pues un inconsciente es alguien imprudente y no utilizamos la inexistente palabra: inconciente. Creo que puedes utilizar el término que quieras siempre que sepas bien a qué quieres referirte
Antonio: dos días sin que tu cerebro sintiera incertidumbre y proyectara en la pantalla de tu conciencia la percepción o sensación de mareo, espero que lo veas como un avance, un cambio, 😉 La información está haciendo que algo cambie, por lo general es un proceso con altibajos, unos días mejor y otros peor, lo importante es seguir introduciendo racionalidad en la red neuronal. Un saludo.
¿No existen la voluntad, la libertad, el control…? El cerebro requiere de la complicidad y colaboración del individuo. Igual que los profesionales. En ese sentido, “la verdad nos hará libres”. Saber qué se cuece nos permite la posibilidad de modificar, de controlar, etc. Lo digo porque hábiles como somos para echar balones fuera, es fácil culpar al cerebro de nuestras atrocidades.
Es una pena que en la escuela no se hable de todo esto: de la conciencia, del cerebro, etc. Me he acordado de un diálogo entre dos niños pequeños. Una de ellas, mi hija. Tiene un amiguito de con tics algo aparatosos. Mi hija le preguntó: ¿Por qué haces eso? El niño le contestó: No lo sé, me lo pide el cuerpo. Mi hija: ¡Qué tontería, tu cuerpo lo controlas tú! La de momentos como esos que se darán al cabo del día y que serían tan aprovechables…
Tay: comencé a leer “Conversaciones sobre la conciencia” de Susan Blakeslee. Entrevistaba a todos los pesos pesados de la investigación y reflexión sobre el tema. Lo dejé un poco más adelante de la mitad cuando comprobé que, tras un diálogo más o menos ocurrente, con la inevitable referencia al “problema duro” confesaban que no tenían respuestas. Desde entonces vivo más tranquilo.
Arturo
¿Susan Blackmore quizás?
Yo lo leí también, algunos autores me supusieron una gran decepción, otros me gustaron, en concreto me gustó el estilo de David Charlmers, creo que (de todos ellos) era el único capaz de afirmar que no tenía ni idea, pero que trataba de ponerle solución a eso.
“La mente consciente” de Chalmers me gustó mucho, pero es más filosófico que científico.
Saludos!
PD: Respecto a consciencia y conciencia, hay quien hace la distinción que hacen los ingleses con el “awareness” (consciencia) y el “conscience” (conciencia), pero la RAE no distingue entre ambas.
Tay: Susan Blackmore, seguro. Se me ha colado.
Ains Cristina, yo y mi conciencia, mi conciencia y yo. Espero poder librarme de estos tormentos de la memoria y ver que finalmente escampe en mi cerebro
Saludos,
Antonio
Antonio: “No hay que dar órdenes sino poner orden, sentido común”:
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2012/09/08/la-memoria-del-dolor/
Aunque la mayor parte de las entradas del blog lleven asociado al título o al contenido el “dolor”, la información se aplica igual al mareo crónico (y otros muchos síntomas) sin daño relevante asociado. Los síntomas de irracionalidad central se combaten introduciendo información racional en la red neuronal y actuando en consencuencia, quitando relevancia, reduciendo el significado amenzante de los síntomas, y perdiendo el miedo.
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2012/05/28/sindromes-de-irracionalidad-central/
Un saludo.
Hay algo de lo que estoy consciente y es que la conciencia de uno mismo es un misterio. Una vez aclarado me despreocupo consistentemente
saludos
Dr. Arturo me puede dar su correo personal para una consulta? Gracias