No hay nada más alejado de la realidad cerebral que su apariencia en el engañoso universo de la conciencia.
El YO, ese misterioso estado que nos impulsa a navegar por el mundo, a actuar bajo el impulso de lo que pensamos y sentimos, se nos aparece como algo estable, algo que está ahí por su propia sustancia. Parece que el cuerpo no sea sino un habitáculo físico que contiene esa otra realidad inmaterial, mental, espiritual, psíquica, que nos identifica y diferencia de otros YOes que habitan cuerpos parecidos al nuestro. El YO aparenta segregar pensamiento, decisiones, sentimientos y emociones: YO pienso, Yo decido, Yo siento, Yo sufro, YO temo, YO deseo.
YO duermo y YO despierto. El YO se enciende y apaga, reapareciendo una y otra vez con su apariencia de inmutabilidad.
La realidad es otra. La red neuronal es un universo bullicioso, un ecosistema en el que habitan miles de millones de individuos neuronales que se disputan entre sí la palabra. Cada individuo contiene a su vez miles de microindividuos (sinapsis) que también se disputan la voz. En una neurona aislada hay continuamente una multitud de diminutas vocecitas que defienden su derecho a existir, en forma de pequeños potenciales analógicos, grises. Para la neurona lo gris tiene que acabar en blanco o negro, en Sí o no, en uno o cero, en digital.
Las neuronas se organizan en grupos o asambleas en los que se vuelve al mundo gris de lo incierto, de las disputas, para acabar dando salida al blanco-negro para expresar la opinión resultante de las asambleas de barrio.
Las actas de salida neuronales no reflejan el bureo que las ha precedido. El YO contiene la resultante aparentemente tranquila y natural de ese ruidoso e incierto proceso.
No hay un cerebro. Es pura apariencia. Lo que hay es una ciudad con múltiples barrios y múltiples casas con múltiples viviendas en las que se discute y disputa todo, en las que fluyen bulos, miedos, dimes y diretes, cotilleos, burlas, descalificaciones, insultos, supersticiones. Todo ese bullicio se presenta a la conciencia como un flujo de lo que UNO piensa y siente. Sólo parece existir un UNO pensante cuando, en realidad, hay miles de millones de microindividuos chillones peleando para que su voz sea oida y atendida.
El dolor es el modo en que se expresa en la conciencia el resultado final de los debates sobre amenaza física. Para don YO la cosa parece clara:
– Me duele la cabeza. Ha salido viento Sur. Me tomo un ibuprofeno.
La decisión de doler contiene miles de millones de diminutos votos respecto a si la cabeza corre peligro, dado que se ha detectado o se tiene información de que hay una variación meteorológica sobre la que se tiene información de que es relevante: bulos, miedos, memorias,,, quizás alguna pizca de racionalidad…
– YO sólo sé que me duele, luego…
El YO no es mas que un sistema de tendencias o probabilidades que surge del chismorreo de la ciudad del cerebro.
Si no hacemos nada por cambiar el resultado de los debates todo seguirá igual: el YO conservará la apariencia de algo inmaterial, estable, irreversible, incurable, inevitable…
– YO…
Ya lo decía lo YO de Goethe:
Si tratas a una persona como es, permanecerá como es. Si la tratas como si fuera lo que puede y debe ser, se convertirá en lo que puede y debe ser.
El chismorreo cerebral contiene mucha mala información, mucho miedo infundado, mucho bulo, mucha superstición. El dolor surge a veces de un suceso dañino que justifica la alarma. Muchas otras veces, surge del patio cerebral, de la agitación de las masas sinápticas, del miedo a que sea verdad lo que dicen, de las expectativas, de las creencias.
– YO sólo sé que me duele
– Cómo está el patio…
Mi cerebro matutino es un cerebro inseguro, pesimista. Nauseas, mareo, no le gusta nada las primeras horas del día. Después parece que espabila, pero esa sensación de mareo e inestabilidad me acompaña durante casi todo el día. Ahora que lo conozco un poco más quizá le pueda enseñar…a que no tiene por qué temer tanto.
Un saludo,
Antonio
Antonio: el cerebro vacila y teme ante todo en las transiciones, los cambios de escenario. El paso de la seguridad de la cama, con inmovilidad, al afrontamiento deponerse de pie y caminar, activa muchas veces la alerta, es decir, el mareo, la incertidumbre. Es un momento importante para poner al cerebro en susitio racional y conseguir que no nos fastidie o incomode el día.
Una recomendación para AntonioJ, para complementar la respuesta de Arturo:
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2011/02/18/el-primer-cerebro-del-dia/
Y esta otra es la entrada del archivo del blog que he recordado al leer la de hoy:
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2011/02/25/la-decision-de-doler/
Un saludo.
Este tipo de entradas me gustan mucho… La “crítica” al yo es crucial para no confundirnos y engañarnos. Aunque implique aceptar que no somos tan libres, es el único camino para liberarse de la supuesta veracidad del dolor. Da mucha guerra en consulta esa diferencia. Sobre todo cuando los mismos profesionales acusamos al yo de aquello que no podemos explicar con nuestros obsoletos (des)conocimientos acerca de la biología del dolor.
Muy buenas entradas, Cristina 😉
Me los pasaste el otro día Cristina. Ese y el del cerebro transicional :). Y también se me dan mal las transiciones…excepto de posición erguida a acostada. En la cama parece que no hay peligro de nada.
Saludos,
Antonio
Un par de YOyadas:
Una. Que Clase de YO es ese que sabe tratar a la persona no como es, sino como puede o “DEBE SER” ¿?
Y la otra. Mi YO esta padeciendo un poco más de lo habitual estos últimos días. Procuro que ese dolor que no cesa no comprometa mis planes. Ayer tarde, luchando para evitar la desesperacion que me provoca el dolor continuo, que no cede sino que “se crece”, me “echo” a la calle a tomar el aire FRESCO (así le llamamos las vascas al frío). Vuelvo a casa pero el dolor no se lo ha llevado el aire fresco (algún otro YO dirá que no era una tarde para salir a pasear con “ese dolor”…y que mejor hubiera echo en quedarme en casita calentita, y otro YO diria que tanto dolor no seria si con ese tiempo que hacia has salido a pasear….)
Y llega la noche y en la cama más dolor (pero no se qué YO nos contó que las noches eran para descansar). La desesperación me vuelve a empujar y me echa de la cama. Aún no ha amanecido pero me encuentro con una GRAN NEVADA (y otra vez más mi YO equivocado o no ¿? encuentra una explicación, no me sirve de nada porque no me quita el dolor, pero el hace sus cálculos, sus operaciones y vuelve a constatar ESA COINCIDENCIA. Eso sí, NO extrapola ni dicta, ni concluye que para TODOS LOS YOS, GRAN NEVADA ES IGUAL A AUMENTO DE DOLOR, aunque quizás otros YOs hayan llegado a la misma conclusión.
Disculpen la YOyada! Al carajo tantos YOs!
AntonioJ: disculpa, te había reconocido pero no recordaba haberte recomendado esa entrada, es mi preferida del blog, así que la recomiendo con cierta frecuencia siempre que veo que “procede”, 😉
Tu cerebro valora que no hay peligro mientras estás tumbado, al mío el otro día le dio por valorar lo contrario y cada vez que me tumbaba todo giraba. Lo primero que hice fue incorporarme pero cuando vi que no había forma de estar tumbada sin que todo girase de un modo bastante alarmante, ya vino el mosqueo, el ya basta!!!!!!!!!!!!!!!!!! Me dije, es una interpretación errónea cerebral, la habitación no se mueve, fijé la vista en la lámpara y poco a poco dejó de girar, tres, cuatro días con amago de vértigo, mareo, cabeza espesa, dolor y náuseas mientras estaba levantada y vértigo (todo girando) cada vez que me tumbaba, y por supuesto, continuando con todos los planes y tareas previstas y, por supuesto también, sin apenas mencionar el tema a nadie para no darle más relevancia. Al final, todo ha dejado de girar, 😉 Podría haberme contagiado del miedo cerebral, podría haber ido a urgencias, al médico, al otorrino, pensar en un tumor cerebral o la hernia cervical, no haber salido de casa por miedo a caerme, haber permanecido todas las noches levantada por miedo al síntoma… En suma, podría haber hecho muchas cosas que podrían haber contribuido a cronificar de nuevo el mareo pero ya tengo información y recursos suficientes como para pensar que, aunque el síntoma era “nuevo”, todo es más de lo mismo, cerebro en alerta, disfunción evaluativa, programas defensivos, respuestas de enfermedad. La habitación no giraba, era el cerebro el que me hacía percibirlo, a mi organismo no le pasaba nada a pesar de yo percibir síntomas de enfermedad. Organismo sano, miedo cerebral. “El mareo es la expresión de la incertidumbre cerebral”, otra de mis frases preferidas del blog.
Aquí va otra recomendación para todos los “mareosos”, que también hay “algunos” lectores del blog que se marean…
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2009/05/18/algunos-se-marean/
Un saludo.
Marite: ya no tengo la más mínima duda sobre dónde vives, 😉
Nadie pone en duda que cada vez que nieva tú percibas más dolor, del mismo modo que nadie pone en duda que hay personas que tienen migraña cada vez que hay niebla o viento Sur o comen chocolate o queso o duermen pocas o muchas horas, o personas que tienen dolor de espalda cuando flexionan el tronco sin doblar las rodillas o cogen más peso del estrictamente recomendable o no se sientan al ordenador con la espalda tiesa como un palo o no hacen estiramientos antes de hacer ejercicio. Los “desencadenantes” de las crisis de dolor no se cuestionan desde el punto de vista de que no se pone en duda que se perciba dolor o cualquier otro síntoma tras la ocurrrencia de una determinada circunstancia, lo que se intenta es que se entienda que no hay ninguna justificación para ello desde el punto de vista de la Biología de organismo. El dolor se justifica cuando hay daño o peligro de daño potencial o inminente, es la función biológica del programa dolor, avisarnos, prevenirnos de que algo malo ocurre o puede ocurrir. La nieve, por sí misma, no daña el interior del cuerpo a no ser que te pegues un resbalón y te caigas y te rompas algo. Tu cerebro tiene catalogada la nieve como algo peligroso, es una catalogación errónea, tener información para saber que la nieve por sí misma no debería desencadenar una crisis de dolor, que eso es algo irracional, es lo que puede permitirte cambiar la situación, que “la nieve” pase de ser considerada como un “peligro” a ser algo “irrelevante”.
Mi cerebro temía la nieve tanto como el tuyo, sólo salía al portal y el miedo era tal que tenía sensación de ir a desvanecerme y en más de una ocasión me di la vuelta y me quedé en casa, como yo vivía con dolor crónico continuo, no notaba si se agudizaba o no el día anterior a una nevada, todos los días eran igual de horribles. Hoy ni me lo he pensado dos veces, no iba a coger el coche, no pasaban los autobuses, pues caminando. ¿Más dolor por el hecho de estar nevando? No. ¿Más cuidado al caminar para no resbalarme? Sí. Conclusión: la nieve se ha descatalogado como un peligro en sí misma, lo que no quiere decir que no haya que tomar ciertas precauciones cuando nieva. Se trata de conseguir una gestión racional de los programas cerebrales, que duela porque nieva estando sentado en el sofá de casa es irracional, que duela porque nieva y te has resbalado dándote un fuerte golpe es lo racional.
Un saludo desde la total comprensión del horror que vives, pero no es tu YO el culpable, es tu cerebro, está equivocado, y se le puede dar la vuelta a la situación.
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2010/02/19/mi-cerebro/
Cristina: siento no tener tan claro como tenéis lo del cerebro equivocado. El dolor esta ahí con mayor o menor intensidad y no sólo porque nieve. Y creo que no has entendido que la conclusión ha sido a posteriori y no a priori. Es en este punto donde creo que no nos ponemos de acuerdo, ya que parece que de lo que habláis en cierta manera es de que nos sugestionamos al saber que va a nevar, soplar viento sur, comer chocolate,…..y por mi experiencia te aseguro que son muchas las veces en que empieza a recrudecer el dolor, no entiendes porque y ves horas más tarde que ha entrado el viento sur, o un cambio fuerte de presión, temperatura……
Que explicación tenéis para que unos cerebros se equivoquen, se “presten al chismorreo” y otros sin embargo disfruten de ese “acierto” que les permite llevar esa vida “provechosa” a pesar de mareos, dolores y experiencias que por muy irracionales que sean forman parte de la realidad “humana”.
Un saludo
Marite: el cerebro es un órgano especializado en gestionar la incertidumbre, interna y externa. No contiene una conectividad que le permite navegar en la certeza. No existe ningún sistema así, natural ni artificial. Con la cultura, la información, las expectativas y creencias, podemos aumentar o reducir la cuota de errores evaluativos. La convicción de enfermedad elimina la incertidumbre aparentemente: tengo síntomas luego estoy enferma, algo no es normal. Si hay enfermedad la interpretación es correcta. Si no hay enfermedad, la interpretación es errónea. No reconocerlo refuerza la tesis de enfermedad y el cierre a la interpretación contraria. O tú o nosotros estamos equivocados respecto a la teoría de las equivocaciones del cerebro.
Evidentemente, los contenidos de la conciencia (me duele) son posteriores a los de la inconsciencia (detección cerebral de la condición meteorológica). Tú no sabías que iba a nevar pero puede que tu cerebro sí. Sucede lo mismo que con la alergia. Yo no sabía que había un gato en la casa hasta que comencé a estornudar y vi más tarde que había un gato. En la alergia al gato el problema surge de un error de valoración de peligro por parte del sistema inmune, otro sistema defensivo que no es infalible. Si pudiéramos convencer a ese sistema que las moléculas que suelta el gato no corresponden a un agente biológico nocivo (un germen) desaparecería la alergia.
No entiendo por qué se niega a la red neuronal la posibilidad de equivocarse cuando sí se reconoce ese error al sistema inmune. Creo que la causa está en que no se acaba de aceptar la diferencia entre el YO y el cerebro.
Saludos
Marite: creo que no me has entendido tú a mí, no cuestiono que tu conclusión sea a posteriori en base a lo que percibes y no digo en ningún momento que te sugestiones, no creo que encuentres en todo el blog la palabra “sugestión” mencionada como causa de una crisis de dolor. Los síntomas son reales, lo que percibes es real y lo percibes cuando nieva, cuando el día es con niebla, etc. Eso no se cuestiona, tu cerebro ha catalogado esa circunstancia como peligrosa y cada vez que ocurre activa el programa dolor. Si A entonces B, si nieva salta la alarma por valoración de peligrosidad y te pone dolor. ¿Pero esta relación de causalidad nieve-peligro está justificada desde el punto de vista biológico? ¿Percibir dolor porque va a nevar o está nevando cuando tú estás en el interior de tu casa? Es evidente que no.
Es normal que tú hayas establecido esas relaciones de causa-efecto en base a lo que percibes (nieve-dolor, niebla-dolor), pero el primer paso para romper esa dinámica errónea de activar (tu cerebro, no tú a través de la sugestión) dolor en tu cuerpo ante la proximidad de una inminente nevada, es entender que no tiene fundamento biológico y que el cerebro se equivoca en sus atribuciones de peligro y en su decisión de activar programas o respuestas de enfermedad, como el dolor. El hecho de que nieve, por sí mismo, no daña los tejidos, ni los huesos ni los músculos, y muchísimo menos si no tienes ni tan siquiera contacto con la nieve, por tanto, que se active el dolor por ello es irracional. La razón es que la nieve está catalogada en la carpeta equivocada, en la roja, en la de peligro, cuando debería estar catalogada en la amarilla, en la de la irrelevancia. La entrada del blog de hoy la escribí para los cursos de dolor lumbar, precisamente para entender esta idea, y le dije ayer a Arturo que la colgara porque al contestarte, pensé que igual con el ejemplo de las carpetas entendías mejor la idea de que se trata de un error de catalogación, de atribución de relevancia a algo inofensivo, y que es posible descatalogar un peligro absurdo con la información adecuada. El documento original tiene dibujos para entenderlo mejor pero eso no aparece en el blog, espero que aún así, te quede más clara la idea.
Un saludo.
Me gusta este apunte, Dr. Goicoechea. Me acerca un poco más a su concepto de “cerebro equivocado”. Por mi parte doy la misma posibilidad de equivocación a la red neuronal que al sistema inmune; en lo que no coincido es en la posibilidad de “sacar de la equivocación” a esa red neuronal. De la misma manera, sería posible incidir sobre la equivocación del sistema inmune y acabar con las alergias?
En cuanto al tema de los YOs me empeño en DES-Atender a los YOs MIEDOSos; es un trabajo largo, sin prisa pero sin pausa.
He leído la entrada que me recomendaba Cristina “Mi cerebro 19/02/10” : muy interesante la idea de YO soy mi cerebro y más a tener en cuenta la idea del “cerebro pastor”; muy buena entrada que esperó me ayude a detectar “rigideces” en músculos, neuronas, conceptos….. (Quizás este aquí la respuesta a la pregunta que planteaba de los cerebros no equivocados, no atentos al chismorreo,…..¿?)
Gracias una vez más.
Marite: negar la corrección de los errores cerebrales es una negación muy contundente u contraria a todas las evidencias, incluida la de nuestra experiencia con padecientes…
Cristina: creo que el no entendimiento es mutuo. Aunque no se hable de sugestión en el blog, con el concepto que yo tengo de la misma es lo que entiendo. De tu reciente contestación entiendo que es mi cerebro el “sugestionado” y que mi trabajo consiste en desactivar los programas de amenaza equivocada del cerebro. Como decía en mi anterior comentario, quizás pueda incidir en esa “des – programación” desde la flexibilidad, la contemplación serena (la del perro pastor vigilando el rebaño), la “no prisa”, …..
Gracias Cristina, por tu trabajo y perseverancia. Un abrazo!
Lo siento Dr. pero no entiendo su última respuesta. Igual no me he expresado bien, pero no niego la equivocación de la red neuronal; se me escapa lo que quiere decir con la negación muy contundente y contraria a todas las evidencias ( incluida la de su experiencia con padecientes).
Marite: “en lo que no coincido es en la posibilidad de “sacar de la equivocación” a esa red neuronal” es la negación contundente
Marite: ahora sí nos hemos entendido y tu conclusión es correcta, no es lo mismo que el dolor aparezca porque el YO se sugestiona que porque el CEREBRO se sugestiona. “El cerebro es un órgano alarmista, fácilmente emocionable y sugestionable”:
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2009/04/12/incertidumbre/
Y tú puedes hacer mucho por dar la vuelta a la situación, los errores cerebrales se pueden corregir, yo he conseguido descatalogar la nieve como un peligro, tú también lo puedes conseguir, no es seguro 100% pero no se puede negar la evidencia, el hecho de que montones de pacientes lo han conseguido. Chocolates, vientos sures, quesos, vinos, nieblas, nevadas, cambios hormonales, humedades y un largo etcétera de irrelevancias dejan de activar crisis de dolor irracional al conocer la neurobiología del dolor. Estás en el camino.
Un saludo.
El cerebro “ve por el rabillo del ojo” , huele acontecimientos que no han ocurrido todavía, pronostica catástrofes y hace saltar alarmas en cuanto tiene oportunidad . Es un complejo sistema diseñado para protegernos y le pasa como a esos padres que abundan tanto en nuestro mundo civilizado sobreprotegiendo a sus niños, de tal forma que nos hace creer que estamos ante un peligro proyectando dolor o cualquier otro síntoma desagradable a la primera de cambio.
YO tenía un amplio catálogo de situaciones, acontecimientos, alimentos , rutinas guardadas en mi carpeta roja . Mi cerebro se había encargado de ponerlas ahí seguramente evaluando que eran peligrosísimas para mi integridad física (y mental ). Cada vez que me exponía a ellas el me avisaba , a veces yo sólo era consciente a posteriori de lo que le había asustado .
Exponerme a ellas a propósito ( o con un propósito) me ayudó a cambiarlas de carpeta.
El cerebro nos utiliza para conseguir su meta, la supervivencia de nuestros YOES.
Si lo analizamos un poco seguro que muchos de nosotros somos miedicas, tenemos cerebros miedicas, nos asustamos con facilidad, anticipamos acontecimientos catastróficos ante hechos irrelevantes. El miedo es el enemigo a combatir.
¡ Hay que romper las cadenas !