No hay ninguna función biológica que escape del aprendizaje.
Percepciones, emociones, cogniciones, sentimientos, decisiones. Todas ellas derivan de un aprendizaje y lo re-generan.
No existe el no aprendizaje. La consulta a un profesional genera información, tanto para el consultante como para el consultado. Incluso el silencio enseña. Profesionales y padecientes somos aprendices, aun sin pretenderlo.
El cerebro es un constructor de hipótesis sobre la realidad. Lo que percibimos es una consecuencia de ese proceso generativo cerebral que, continuamente, hace cábalas sobre pasado-presente y futuro. En cada evento de dolor se proyecta y actualiza todo lo aprendido hasta ese momento.
El aprendizaje está presente desde el primer momento de la fecundación. El nuevo ser se toma la medida a sí mismo. Memoriza sus contactos con el mundo y aprende a dar respuestas para optimizar la probabilidad de sobrevivir.
El motor del aprendizaje se alimenta del horror a la incertidumbre. Querríamos ahorrarnos la angustia de lo impredecible haciéndonos con las claves del conocimiento. Por eso buscamos señales, desencadenantes, anticipos, avisos, corazonadas… Por eso caemos en supersticiones, fobias… Por eso el viento Sur activa el temor a que algo suceda en la cabeza. Por eso duele cuando hace viento Sur.
El cerebro aprende a ver, oir, oler… y a doler (proyectar dolor a la conciencia).
El dolor es una decisión sometida al ensayo error, al falso negativo y al falso positivo.
El dolor es, también, una inversión, un gasto en un supuesto beneficio.
El dolor puede ser una decisión cerebral errónea y un gasto innecesario, sin más beneficio que el de calmar la incertidumbre aprendida del miedo al daño.
El dolor es miedo. Miedo aprendido.
Los remedios responden a ese miedo. Tratan de contenerlo.
Los remedios también se aprenden.
Las creencias y expectativas se aprenden. La fe se aprende.
Una idea tan básica como la del aprendizaje resulta difícil de aceptar si se refiere al dolor.
Hay una resistencia, aprendida, a aceptar que el dolor se aprende.
Hay una resistencia, aprendida, a aceptar que el dolor puede des-aprenderse.
Estamos enseñados a creer en las terapias y a desdeñar el discurso pedagógico.
Estamos instruidos en el hábito de exigir y ofrecer una solución, un tratamiento.
Los problemas del aprendizaje los convertimos en patología del organismo o del individuo.
El aprendizaje puede y debe ser tratado. Podemos y debemos corregir errores.
El primer y fundamental error es rechazar que el tratamiento consiste en corregir errores en el aprendizaje.
– Yo sólo sé que me duele. Necesito una solución.
– El dolor es una opinión-decisión cerebral proyectada a la conciencia en base a una evaluación de amenaza y con el objeto de promover una conducta defensiva…
Puede que algún día se encuentre con esa respuesta. Hasta ese momento lo más probable es que no le digan nada y le den un remedio o le larguen lo que ya le han enseñado a oir.
– Tiene usted migraña… Es una enfermedad cerebral genética…
Es lo que nos han enseñado a esperar oir y aceptar.
La entreda de hoy es simplemente…brutal! Gracias por compartir tu sabiduría!
Pues si!!! Me encanta!!!! Ahora a grabarla en mi cerebro!!!!
Por si alguien quiere leer más sobre este tema clave, el papel fundamental del aprendizaje y los sistemas de memoria, aquí hay otras dos entradas igual de extraordinarias:
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2012/03/22/memoria-y-aprendizaje/
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2011/06/24/memorias-del-dolor-2/
Un saludo.