El tálamo es, dicen los textos, una “estación de relevo sensorial”. Recibe datos de los sentidos, algo hará (se supone) con ellos y los envía a la corteza para que se decida lo que se considere más oportuno.
El tálamo es, lo dicen menos los textos, muchas más cosas. Recibe opiniones, hipótesis, de la corteza, y en función de ellas modifica el flujo de datos sensoriales hacia la propia corteza y otras áreas subcorticales.
El tálamo también recibe información sobre las respuestas motoras que resultarían de la actividad refleja, no pensada, de los centros de bajo nivel (médula, troncoencéfalo). Conociendo esas órdenes posibles de centros de bajo nivel puede informar a las áreas motrices superiores de lo que sucedería si no se controlan.
El tálamo recibe un 10% de entrada sensorial (datos) y un 90% de información sobre hipótesis y contextos. Un 10% sobre presente tisular y un 90% sobre pasado y futuro.
En el tálamo se integran flujos informativos de todo tipo y de ese fundido surgen percepciones, emociones y acciones.
El tálamo contiene centros inhibidores que separan el grano de la paja.
En el tálamo confluyen relevancias, intereses locales, regionales y globales, estados reales y virtuales.
El tálamo trabaja activamente para gestionar la atención, la alerta.
El tálamo no es del centro ni de la periferia. Depende. A veces manda la sensorialidad y otras la opinión.
Hipótesis y datos sensoriales impactan los núcleos talámicos con glutamatos y GABAs. Todo se vuelve química y potenciales. No hay una periferia física y un centro psicológico. No existen “neuronas psíquicas”.
El cerebro sueña el pasado y el futuro y valora el presente como portador de señales predictivas a las que atribuye un valor variable.
La mayor parte de las señales sensoriales que llegan al tálamo son señales condicionadas. Pistas para predecir el futuro.
El sonido de la campana llega al oído del perro de Pavlov y de allí al tálamo. Puede que también lleguen señales retinianas de la comida. El perro salivará tras esas señales sin que haya llegado a la boca el alimento.
Lo que genera la salivación es la hipótesis de que tras ese sonido, en ese lugar, probablemente llegará la comida.
Las hipótesis son memoria de pasado y de futuro. La memoria es una función neuronal con sustrato químico, material.
En el origen del dolor hay datos de neuronas de la periferia y también hay hipótesis. El dolor es equivalente a la salivación tras el sonido de la campana. Es una respuesta cerebral a cualquier señal que esté codificada como relevante para anunciar peligro.
Evidentemente la señal con mayor poder informativo es la señal nociceptiva. Pongo la mano sobre el fuego para asegurar que eso es así. Si no lo cree póngala usted para comprobarlo.
La señal nociceptiva contiene mucha información pero es poco probable. Las señales-aviso (las campanas) contienen un valor informativo incierto pero abundan. Si no fuera por el apoyo cultural no servirían para generar hipótesis creíbles.
La cultura convierte los datos sensoriales tipo campana en relevantes.
– Hace un día frío y húmedo. Me dolerán los riñones.
En el tálamo se juntarán hipótesis sobre humedades y fríos con los datos sensoriales correspondientes.
– Es el frío.
– Es la hipótesis del frío.
A pesar de leer todos los dias,nunca me acuerdo de preguntar lo siguiente,yo desde pequeña que empece con esta “pesadilla” aveces veo luces fosforitas muy luminosas que poco a poco se van difuminando,no me suelo poner nerviosa,me dan en un ojo,no como el aura,aveces me dura más y otras unos segundos,alguna vez me ha durado dias y si pestañeo la veo más acentuada…
He ido al oculista hace poco porque veia tambien una mosca volante y me han dicho que estoy perfecta,y al medico se lo he comentado y no le ha dado importancia…
Me alegro que el sr.Arturo siga con este blog dandonos tantos buenos articulos!!!!.
Un saludo!!!
Carmen, si el oculista y tu médico no le han dado la mayor importancia, quizá tú debieras hacer lo propio. Disfruta del espectáculo cuando aparezca.
La cultura convierte los datos sensoriales tipo campana en relevantes. Es sólo una frase pero de esas que me dan ganas de tatuarme en la frente. Aplicable al dolor y a muchas otras percepciones… y liberadora. Da un porqué del sufrimiento y una forma de terminar con él.
Me ha recordado el caso de Albert, uno de los experimentos del conductismo. Los investigadores consiguen, por el mismo método que Pavlov, que un niño pequeñito tenga miedo ante un conejo. Consiguen también que se generalice el miedo a estímulos similares. La cultura consigue lo mismo aunque de un modo más larvado y menos visible. Visibilizar este hecho y apoyar con argumentos científicos porqué no tiene sentido sentir dolor en los riñones cuando hay humedad favorece sin duda el que uno acabe por exponerse relativamente seguro a la humedad y descondicionar esa respuesta. Por lo que leo de los grupos de migraña, ni siquiera es necesaria la exposición a los desencadenantes aunque se anime a los padecientes a hacerlo, ¿no?
Estoy recordando a Skinner y su conducta gobernada por reglas que ahora retoman las “nuevas” terapias conductistas, muy en línea con la perspectiva del blog y la de Lorimer Moseley pero sin hacer referencia alguna al cerebro. Siguiendo con la asociación de ideas… en el curso de Alcalá me quedé con las ganas de preguntarle a Moseley una cosa. En un momento dado, él plantea que es mejor empezar la pedagogía del dolor “indirectamente” usando metáforas no necesariamente relacionadas con la persona en concreto y, después, introducir la pedagogía. Eso va muy en la línea de esas nuevas terapias psicológicas, que más que una explicación directa al paciente, lo que trabajan es con metáforas. Y a mi no me queda claro el porqué de la separación. ¿Por qué primero las metáforas y después el explain pain? Hasta donde yo sé, en los grupos de migraña se trabaja con metáforas pero su uso es inseparable de la pedagogía. Creo que las metáforas son fundamentales para llegar a las personas pero la propuesta de Moseley me suena un poco a pensar que los pacientes no son tan brillantes como nosotros para captar la pedagogía sobre dolor y primero hay que “prepararlos”. Pues ahí os dejo mis dudas…
Mar: si te refieres a si los alumnos de los grupos de migraña se exponen o no de forma gradual a los desencadenantes, la respuesta es que hay de todo. Para algunas personas el desencadenante deja de serlo por el simple hecho de haber comprendido que no existe un fundamento biológico que relacione dolor de cabeza y, por ejemplo, viento, niebla, chocolate o queso, para otras personas es más costoso ese “desacondicionamiento”, entienden que es absurdo pero no consiguen enseguida que el cerebro deje de activar una crisis de migraña, por ejemplo, con la menstruación o porque sea fin de semana, y la verdad es que estos dos desencadenantes son bien difíciles de evitar. Lo que más recuerdo haber oído contar a las alumnas es cómo habían empezado a exponerse “al sol” y cómo iban dejando la gorra y algunas hasta las gafas. También cuentan que vuelven a comer queso y tomar vino sin terribles consecuencias al día siguiente. También hay personas de los cursos de migraña que no relacionan la migraña con un desencadenante concreto. La que es famosa por su exposición gradual al plátano creo que es Sol del Val, 😉
Sobre la otra cuestión que comentas, ya sabes que a mí también me llamó la atención el hecho de no compaginar el conocimiento con los ejemplos y metáforas desde el principio. Imagino que la idea es conseguir el momento “Ahá” inmediato al empezar a introducir los conceptos porque las ideas les suenan de las metáforas, pero la verdad, desconozco por qué lo hacen así y no tengo claro que sea más efectivo. En los cursos de migraña va todo unido y, por cierto, ya de paso comento que no se deja de innovar con el material para las clases, en la última sesión Iñaki puso un nuevo vídeo de “Érase una vez la vida” sobre el parlamento neuronal, muy bueno, 😉
Gracias, Cristina.
Sí, justo a eso me refería. Si el condicionamiento entre un desencadenante concreto y el dolor es vía cultura, lo razonable es pensar que el descondicionamiento puede darse de la misma forma. Por lo que me contestas, entiendo que algunos pacientes lo consiguen: escuchan una nueva explicación y desaparece la asociación previa. Otros lo consiguen con la exposición. Y otros no lo consiguen pero al eliminar el impacto emocional simplemente toman vino y “que pase lo que tenga que pasar”.
Veo que nos quedó la misma duda. ¿”Érase una vez la vida”? Qué bueno!
Desafortunadamente, la cultura “oficial” seguirá incitándolas a que se protejan de los supuestos desencadenantes, por eso es tan importante derribar esas falsas creencias, amueblar bien la cabeza y aprender a cuestionar todo aquello que no tenga justificación biológica alguna, eso les sirve como vacuna contra la información alarmista “oficial” sobre migraña.