El dolor surge del cerebro. Para que duela es obligada la activación conjunta de determinadas áreas cerebrales.
Disponemos de técnicas de imagen que nos indican qué áreas del cerebro están trabajando en cada estado o acción. Podemos aplicar estímulos nocivos y hacer que el cerebro proyecte dolor y registrar la actividad de las áreas responsables.
Al conjunto de áreas activadas cuando el individuo percibe dolor se le conoce como “neuromatrix del dolor”.
El dolor, como cualquier otra percepción, es un producto complejo: contiene, además de la cualidad sensorial específica (en este caso la cualidad doliente), un significado (origen y trascendencia), una reconsideración de archivos del pasado, una repercusión afectiva y una propuesta motora (alejamiento, bloqueo)… entre otras.
La puesta en escena de la neuromatrix del dolor ha permitido validar el relato de los pacientes. Si dicen que duele es que duele. La Resonancia magnética funcional evidencia el encendido de la matriz y ese encendido certifica la veracidad del relato. Hay una correlación estrecha entre lo que el paciente cuenta y la matriz ratifica.
La neuromatrix del dolor no es la del daño en los tejidos. Para ver cómo están hay que observarlos directamente.
El experto en dolor es quien lo sufre:
– Me duele mucho, aquí, desde hace cuatro días.
Va a misa. No hace falta comprobarlo con técnicas de veracidad.
El experto en daños es el (buen) profesional. Acabadas las oportunas y necesarias pesquisas puede concluir con razonable garantía:
– No tiene usted nada.
Dicen algunos estudiosos que, en realidad, la matriz del dolor no es tal. No es el cerebro del dolor el que se activa sino el de la relevancia (“salience”). Duele porque el cerebro atribuye relevancia, trascendencia negativa, nocividad potencial, a un tiempo-espacio somático. En ese momento-lugar y circunstancia al cerebro se le encienden las luces de la probabilidad de daño. Necesita al individuo alerta y colaborador… dolorido.
El dolor es la rienda cerebral que guía la navegación del individuo en estados de alerta respecto a un daño interno potencial. El lugar y momento son relevantes. Daño posible-probable. Tómense precauciones. Suspéndase la agenda del individuo. La integridad somática es lo primero.
El cerebro enciende y apaga las luces de la percatación corporal proyectando lo que sus sistemas de memoria predicen, a veces, por puro temor, aun cuando sea infundado.
Un día brumoso y frío puede encender el miedo al daño articular. La matriz cerebral que concede relevancia de nocividad a esas condiciones meteorológicas proyecta la percepción doliente en una rodilla intervenida hace unos años.
– Los días fríos me afectan. Me duele.
Podríamos hacer una resonancia magnética funcional y sacar los colores a la neuromatrix de la relevancia. El cerebro atribuye relevancia nociva a un día frío.
La atribución de relevancias es algo muy personal. A cada uno le afectan cosas distintas. Al individuo, aparentemente consciente y gestor de sus preferencias, le salen gustos y disgustos. El cerebro aprende a construir relevancias según pintan los sucesos propios y ajenos y dictan las opiniones de los expertos y los iluminados milenarios y convierte las relevancias en percepciones.
Una buena percepción (desde los intereses del cerebro) es aquella que consigue contagiar la relevancia al individuo. Un buen dolor es el que consigue que el individuo actúe del modo que el cerebro pretende.
No tenemos ninguna garantía sobre la racionalidad de las relevancias cerebrales. Más bien existen muchos argumentos para desconfiar de ellas.
Afortunadamente podemos saber a ciencia razonablemente cierta cuándo el cerebro ve relevancias en lo irrelevante:
– Duele mucho
– No tiene nada. Es una problema de atribución de relevancias. Su cerebro considera relevante lo irrelevante. Anda desmedido. Atribuye a un tiempo-espacio incierto la inmediatez del aquí-ahora. Teme que lo pasado esté mal curado o lo futuro sea ya presente. Miedo.
De momento este diálogo es imposible. La realidad somática tendrá que esperar. El cerebro se deja llevar de sus altos instintos virtuales y prefiere que el individuo baile al son de sus temores, aunque sean irracionales.
– No tiene nada. Los nervios… “lo psicosocial”… fibromialgia… la columna… las posturas… los alimentos…
Etcétera
Creo que no se puede explicar mejor.
“El dolor es la rienda cerebral que guía la navegación del individuo en estados de alerta respecto a un daño interno potencial. El lugar y momento son relevantes. Daño posible-probable. Tómense precauciones. Suspéndase la agenda del individuo. La integridad somática es lo primero”.
Mi recomendación de hoy:
http://arturogoicoechea.wordpress.com/2010/07/30/irrelevancias/
Es un concepto importante el de la relevancia… Transmitirlo es central para que los padecientes puedan defenderse de la aparente validez de que si hace viento, me duele, por tanto tengo que evitar el viento. El miedo al dolor se impone si uno no cuenta con un buen argumento para contrarrestar lo que percibe de forma asociada: su dolor y el desencadenante X.
Creo que también es importante repetir que si el paciente dice que duele, duele. Porque es un absoluta crueldad negarle a una persona su sufrimiento. Y no sólo es cruel, sino, además es mentira y poco científico/profesional actuar así.
Estoy de acuerdo con Cristina! Recomiendo el artículo de Ianneti donde lo explica.
El dolor es algo que no puede ser cuantificado … solo quien verdaderamente lo sufre puede entender lo que se siente… y un buen profesional tiene que entrar en empatía con su paciente!
Excelente
Es totalmente cierto. Yo tengo un gran problema económico y lo estaba somatisando con gran dolor en la columna y rodillas. Al reaccionar y darme cuenta real de mi problema el dolor remitió en un 80%
Necesito saber dónde puedo adquirir neuromatrix, es para una neuropatía producida por quimioterapia (platino creo). Gracias
José Centurion: la Neuromatrix es un concepto anatómico-funcional: es el conjunto de areas cerebrales de cuya activación conjunta surge la percepción de dolor. No es un artilugio terapéutico.