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Sentir, padecer y evaluar

Ya a mediados del siglo pasado Melzack y Wall dijeron sobre el dolor algo que todos suscribimos: es una percepción compleja que contiene un componente sensorial (cualidad dolorosa de una determinada intensidad, localización y persistencia), otro emocional (sufrimiento) y otro evaluativo (significado, origen, consecuencias) que se sigue de una conducta.

Pasa lo mismo con cualquier otra percepción somática, por ejemplo el hambre: siento el hambre, su cualidad específica, la padezco y la evalúo de cara a una decisión conductual.

– Siento hambre… me muero de hambre… necesito comer algo.

– Siento frío… me muero de frío… necesito ir a por un abrigo.

– Siento dolor… me muero de dolor… necesito un calmante.

Tanto el hambre como el frío y el dolor pueden tener un origen claro, objetivo:

– Llevo dos días sin comer…

– Estamos a 10º bajo cero…

– Maldita otitis…

No es la regla. Es más frecuente que “muramos” de hambre, frío y dolor en ausencia de una situación de emergencia objetiva.

Los cerebros de uno van a lo suyo y se limitan a volcar a la conciencia lo que sus dinámicas exigen. Si hay comida, abrigo y analgesia optarán por exigir que se coma, se abrigue y se busque el calmante. Si no se obedece se aprietan las tuercas hasta doblegar la voluntad del YO de turno, haciéndole creer que hay por medio una decisión voluntaria.

En el dolor sin causa hay sentimiento y padecimiento pero no siempre es tangible el componente evaluativo. Hay veces que está presente:

– Me duele mucho la cabeza… ¿no tendré un tumor?

Basta hacer un Scanner y descartarlo para que el dolor desaparezca. Sentimiento y sufrimiento se han disuelto a la par que la duda.

 Cuando duele reiteradamente desde hace años el padeciente ya ha descartado el origen tremebundo (el tumor, por ejemplo) pero deja la cuestión evaluativa abierta sin esperanza de encontrar respuesta.

– Ya sé que no tengo nada malo… un tumor… pero algo será… Algo no funciona bien…

Los expertos facilitan pistas: genes, hormonas, estreses, alimentos… la vida misma…

El cerebro evaluativo sigue volcando dolor desde sus memorias de probabilidad de peligro (aquí, ahora y por estas circunstancias) y la proyección del sentimiento y sufrimiento validan la previsión y justifican la conducta.

– Me moría de hambre… de frío… de dolor.

La estrategia de atender el sentimiento y padecimiento del dolor con la provisión precoz del calmante correspondiente, desdeñando la racionalidad o irracionalidad evaluativa, no hace sino cronificar el problema, generar dependencia…

– Me duele…

– No tienes nada…

– Me da igual… Necesito calmar el dolor…

– Tengo hambre…

– Te sobran kilos…

– Me da igual… Necesito calmar el hambre…

Dicen que el dolor crónico es una enfermedad y que acaba alterando el cerebro.

Dicen que, por ello, es imperativo calmar el dolor con una buena analgesia para proteger el cerebro del azote doloroso.

Podría decirse, también, que el hambre es una enfermedad y que debe calmarse precozmente (comiendo) para evitar funestas consecuencias…

Ya Melzack y Wall dijeron… pero seguimos sin considerar el componente evaluativo. Como mucho valoramos el catastrofismo del individuo, su miedo confesado u oculto pero no se trata del individuo sino del cerebro.

Dolor. ¿Organismo sano? Cerebro equivocado. Así de sencillo

Ahora lo llaman “Sensibilización central”

Algunos pacientes ya se han aprendido la etiqueta. Malo, malo…


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    7 comentarios en «Sentir, padecer y evaluar»

    1. Pues como siempre, me ha encantado el articulo.Hoy hable con una amiga y me dijo que el domingo se puso muy mala vomitando y con un dolor de cabeza horrible, se le durmio un poco el brazo y como nunca le habia ocurrido logicamente se fue al medico de urgencias y alli le diagnosticaron migrañas, hablando con ella le conte mi experiencia que tampoco ella sabia, y le hable del blog, de todo lo que aprendo aqui y lo que pienso ahora y no lo que me hacian pensar antes, lo que más me sorprendio es que ella, la primera persona con la que hablo de esto y lo comparte y le da logica…Le preguntaron que si en su familia habia casos de migrañas cosa que ella dijo que no, y ahi esta bancarrota a la genetica…..le dijeron que nada de chocolate…..y ella pero ahora derrepente me hace daño????…vamos …..me encanto poder charlar con ella y ver que su actitud era la que no esperaba yo, que me escuchara sin decir si bueno…pero…..
      Espero que haya mas mentes asi de abiertas y busquen una solucion que no tenga que ver con la que nos dan cuando vamos a urgencias, lo que mas me sorprendio es que le recetaron unos antidepresivos ¿¿????los cuales dijo ella misma que no los pensaba tomar….Que cosas tiene la ciencia No?
      Un saludo.

    2. Gracias Arturo, sé que soy un poco pesada en los cursos de migraña recomendando leer el blog, pero es que merece la pena, esta entrada también me ha parecido genial. Los tres componentes del dolor, sensorial, emocional y evaluativo están tan interrelacionados entre sí que a veces no los distinguimos y no trabajamos en la dirección correcta limitándonos únicamente a intentar calmar el dolor, la parte sensorial, cuando sería más bien al revés, “trabajando” el componente evaluativo (conociendo el origen y significado del dolor cuando no hay daño relevante) y minimizando el impacto emocional (introduciendo racionalidad para quitar relevancia a las memorias del dolor) es como se disuelve el error de evaluación.

      Se necesita más Biología y neurofisiología del dolor (para saber qué está ocurriendo en realidad cuando duele y no hay daño), más confianza en la valía del organismo (convicción de salud), sumado a un corte de mangas al miedo y al bucle del sufrimiento y las memorias irracionales del dolor.

      Carmen: parece que hoy en día se “trata” el dolor abordando su componente sensorial (con analgésicos) y su componente emocional (con antidepresivos), pero como bien dice Arturo, sin abordar el componente evalutativo, la medicación es pan para hoy y hambre para mañana… Hay que abordar la disfunción evaluativa, pero no es la doctrina oficial, lo oficial es darnos química en vez de información…

      Un saludo.

    3. Desde que llegué al blog me vengo preguntando cómo he podido equivocarme tanto cuando yo también conocía (y “bien”) la teoría de Melzack y Wall. Me preguntaba cómo lo interpreté entonces para llegar a una conclusión tan diferente de la que Arturo expone aquí. Hoy, gracias a esta entrada, creo que lo voy teniendo más claro. Bueno, a esta entrada, al comentario de Cristina y a que día tras día tengo que pelearme conmigo misma o con mis padecientes (con dolor y sin él) con lo complejo de las relaciones individuo-cerebro.

      Casi todos los días pinto un muñecote y encima de los ojos pinto un cerebro:
      ¿Eso qué es? ¿una nube? ¿quieres decir que tengo la mente nublada?
      No, es tu cerebro. ¿Tú y tu cerebro sois la misma cosa o sois cosas diferentes?
      Eso (me) pregunto.

      Cuando leemos lo del componente sensorial, emocional y evaluativo del dolor los psi interpretamos que es exclusivamente el individuo quien siente, se emociona y evalúa. Que el contenido en pantalla es lo único importante y, por supuesto, lo que hay que modificar. Así, a bote pronto, digamos que el componente sensorial sería lo que realmente consideramos dolor y, la respuesta emocional y la evaluación del individuo respecto al dolor (componente sensorial) es lo que intensifica o atenúa la intensidad o la persistencia del dolor (lo de la localización se aparca, corresponde a la caja negra, el organismo, a mi qué me cuentas). De esa forma, intentamos por todos los medios aligerar la carga emocional debida al dolor, por supuesto, (interprétese desde la ironía, por favor) pero también toda aquella emoción perturbadora que no tenga que ver con el dolor por si también influye. Y también se trabaja y mucho con la evaluación que hace el individuo sobre el dolor… Pues anda que no ha pasado servidora cuestionarios de catastrofismo ante el dolor. Por supuesto lo que se pregunta nada tiene que ver con intentar acceder a la valoración que hace el cerebro de lo que pueda estar pasando en la zona donde proyecta dolor. Lo único que nos interesa es que el padeciente se tome el dolor de otra forma, que le quite hierro sin tener en cuenta al cerebro ¿? Nada ver con eso tan bonito que escribe Cristina acerca de minimizar el impacto emocional. Me está entrando la imperiosa necesidad de rescatar el texto de mi tesina sobre catastrofismo y dolor para reirme o llorar. Quizá sea una buena idea para desterrar mis viejas creencias…

      Después de un par de años contándome y contándoles a mis padecientes esa película, decidí pasarme al bando de los del dolor es incurable y sólo resta aceptarlo y seguir pá alante. Más tarde, me pasé a la teoría de la somatización. Esa también es buena, como la IASP dice que hay tres componentes en el dolor: biológicos, sociales y psicológicos pues atacamos los dos segundos y controlamos el biológico. En esas estábamos cuando me tropecé con el blog.
      ¡Qué viva la serendipia! 😉

    4. Mar: ¡te has vuelto una heterodoxa!

      Me ha resultado difícil establecer relación profesional con psicólogos. Tengo la sensación de que ven intrusismo y pedantería en mis propuestas. Realmente la Biología no es el fuerte en los psicólogos (y la psicología tampoco lo es en los biólogos). El dualismo sigue campando a sus anchas en el mundo del dolor. Los hay bioestructuralistas (muchos fisios lo son) estrictos o biopsicosociales (se lleva). En este caso admiten que además de biomecánica existen factores psicosociales, es decir, inmateriales, extrafísicos, emocionales, biográficos… Los hay vitalistas, es decir, psicogénicos, filoenergéticos. Descartado lo biomecanicista relevante el dolor es cosa de vapores psicoemocionales retenidos no expresados de modo natural.

      La neuronología permite romper ese dualismo y situar el problema en otro más razonable: organismo-individuo y viceversa. A su vez podríamos segmentar el organismo en capas: cerebro neomamífero, protomamífero, reptiliano…

      Para gustos

      Es un placer leer vuestros comentarios. El blog va ya sólo… Casi puedo dejar de escribir…

    5. Gracias, Arturo, es todo un honor entrar en el reino de la heterodoxia. Y he venido para quedarme. A mi tampoco me suelen caer bien los neurólogos y los neuropediatras ni te cuento.

      No dejes de escribir.

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