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Empatía. El ritual de la terapia

Somos una especie empática. Nos afecta el sufrimiento ajeno, especialmente el de los allegados y nos prestamos a ofrecer nuestra ayuda cuando lo tenemos delante.

La empatía no es algo exclusivo de los humanos. Su origen evolutivo es muy antiguo y podemos encontrarlo en aves y roedores. Observar el sufrimiento ajeno representa la situación en nuestras propias carnes virtuales y nos impulsa a procurar el alivio ajeno, derivándose del éxito de la acción altruista un sentimiento de satisfacción como si hubiéramos resuelto también el conflicto en la representación virtual del mismo.

También existe la anti-patía, la satisfacción por el sufrimiento del otro y la a-patía, la indiferencia. La empatía y la conducta altruista que genera facilitó la aparición de los especialistas: congéneres supuestamente dotados de especial condición empática y cualificados para la prestación experta del auxilio al otro. Los padecientes expresan consciente e inconscientemente, corporal y verbalmente, su dolor y esperan que el experto aplique la acción altruista oportuna. En ocasiones basta el gesto, la acción, aun cuando sea engañosa (placebo) para que el sufrimiento ajeno encuentre el alivio.

La empatía comienza hacia uno mismo, hacia el propio sufrimiento, y el padeciente oficia de cuidador autoaplicándose la acción “altruista”. Se autoayuda tomando fármacos o cualquier acción de la que resulte una reducción del dolor.

– Lo que me va bien es automasajearme las fosas nasales. Al cabo de un rato el dolor de cabeza se va…

– Si comienza el dolor, me tomo un caramelo y cede…

Cada acción de autoayuda contiene una evaluación más o menos consciente y fundamentada del por qué del dolor y la eficacia terapéutica:

– Entra mejor el aire por la nariz…

– Tendré baja la glucosa…

La idea de que el aireamiento cerebral se provee directamente,  “por narices”, es común. La idea de que la glucosa está baja cuando tenemos hambre y que basta remontarla para que cese el dolor de cabeza también goza de prestigio. La pedagogía en dolor en los grupos de migraña se produce en un ambiente empático pero no aporta ningún ritual (al menos intencionado) a través del cual se genere la acción altruista. Los “profes” sólo añaden a la empatía información…

– Cuando me duele pienso en lo que he aprendido, hablo con mi cerebro… Sé que no está pasando nada… decido seguir con mis planes… me tomo el vino prohibido… evito el calmante recomendado…

La alumna siente empatía hacia sí misma y busca el alivio aplicándose la receta del conocimiento, el sosiego de las palabras tranquilizadoras. El YO oficia de “auto-otro” y busca la analgesia tranquilizando a su propio cerebro.

Antaño las alumnas buscaban el altruismo en la Medicina oficial. Cuando asomaba el dolor buscaban la solución en la toma de la pastilla que Farmaindustria provee de modo altruista. Si el dolor cedía, el ritual empático-altruista había sido exitoso. Con los años el rito perdía vigor y la padeciente sentía que el profesional no procuraba empatía sino apatía o antipatía hacia la queja reiterada del dolor y la ineficacia de sus terapias… La autoayuda no podía funcionar por falta de empatía ajena y pérdida de confianza en lo ofrecido.

Las Medicinas alternativas ofrecen una empatía y propuestas de remedios renovadas. Lo distinto acoplado a la empatía puede resultar. Agujas, dietas, productos homeopáticos, hierbas, energías… en un ambiente empático pueden devolver el sosiego que los fármacos no eran capaces de procurar.

Generalmente nuestras alumnas han visitado todos los puestos del mercadillo de los remedios altruistas. Han oficiado todos los rituales terapéuticos. Han vaciado sus bolsillos y su esperanza. En el grupo rencuentran la empatía perdida pero sólo ofrecemos (además) conocimiento… Algunas alumnas lo entienden y valoran. Otras no tanto. En toda acción empática de autoayuda hay una evaluación. El YO que conoce de orígenes y que debiera oficiar de aliviador de sí mismo no podía decirse antaño nada eficaz:

– Me han dicho que es genético, misterioso. Debo aislarme, evitar esto y lo otro y lo inimaginable y tomar precozmente este fármaco… pero no funciona.

Uno no puede ayudarse si lo que se dice a sí mismo es que el dolor es consecuencia de alguna perturbación oculta para la que no existe antídoto. Con la pedagogía recuperamos el poder del alivio en uno mismo… siempre que consigamos la convicción del YO y que esa convicción sea suficiente para calmar los miedos de los sistemas de memoria del dolor… –

– Ya he leído su libro. Está muy bien.

– A MÍ lo que ME va bien es masajearme las fosas nasales…

El rito altruista parece necesario. ¿Por qué ese rito no puede ser el conocimiento apoyado en lo que realmente está sucediendo, es decir, ¡NADA! ?


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11 comentarios en «Empatía. El ritual de la terapia»

  1. Esta entrada me recuerda al último neurólogo que visité (va a hacer ya unos tres años).
    Comenzó empatizando , ofreciéndome su terapia que funcionó al principio pero que luego dejó de funcionar. Me habló una y mil veces de la inevitable situación a la que estaba abocada: estaba condenada de por vida a tener migrañas porque tenían un origen genético y mi bisabuela, mi abuela, mi madre, mi tía materna y mi padre ( en ocasiones ) las padecían.
    Cuando lo que me ofrecía no funcionaba yo me sentía con mi condena a cuestas , la información siempre era la misma, el fracaso estaba servido.
    A medida que fue viéndome en las distintas revisiones sentí que comenzó a mirarme con antipatía. Nada me funcionaba y, por supuesto, la responsable era yo. De hecho una de las últimas veces que tuve la oportunidad de verle me lanzó la bonita frase que recordaré siempre :” ¡ Uf, ya no se qué hacer con usted…! . y me recetó una nueva cosa casi sin mirarme a la cara.
    Cuando aprendí y renové la información sobre migraña pedí una cita más (fue la última vez que le ví) me senté en la consulta y le conté que no quería más medicación que había aprendido algo que había hecho disminuir el número de migrañas y su intensidad cuando aparecían.
    Entonces, se relajó en el sillón, cambió radicalmente el tono y me confesó que en realidad eso era lo que deberían explicar a todos los pacientes que acudían con migraña pero que, desafortunadamente, en las consultas no había tiempo para eso y que además la mayoría buscaba otra cosa y saldrían corriendo.
    Yo empaticé de manera extraordinaria con todo aquel dolor que pude observar a mi alrededor. Gran parte de mi familia ( que eran modelos a todos los niveles para mí) padecían migrañas. Y yo era testigo una y otra vez del ritual que se autoaplicaban cada vez que llegaba una crisis. Era algo así como :
    – Tómate algo (tenían todo un arsenal)
    – Acuéstate.
    -Baja persianas y ordena silencio
    -Aíslate.
    -No comas ni bebas
    – Pon alrededor de tu cabeza un pañuelo muy apretado que haga presión en tus sienes.

    La respuesta del resto (que conocían muy bien ese dolor ) era siempre la misma:
    – Venga, haz todo eso, ¡ a ver si se te pasa! (esto último sin demasiado convencimiento ).
    Todos sabíamos que en algún momento misterioso el cerebro hacia ” Plop” y el dolor se iba, aunque una y otra vez repetíamos el ritual.

    La resistencia al cambio está presente en todos los sectores , padecientes y profesionales y la honestidad brilla por su ausencia en algunas consultas, de profesionales y de otros que se autodenominan así.
    Un abrazo.

  2. Hola Sol del Val. Muchas gracias por tu bienvenida.
    Tocamos un tema capital en las relaciones humanas, la empatía. En la relación médico paciente no podía ser menos. Cuando falla todo adquiere un tacto áspero.
    El fracaso terapéutico como puerta de entrada al deterioro de la relación médico-paciente.
    El enfermo se torna “paciente problema” para el médico.
    Para el paciente el médico se convierte en …¡el Dr HOUSE!
    La empatía se transforma en antipatía y pérdida de confianza. El principio del fin. ¡Adiós!

    Un servidor reconoce humildemente haber completado ese frustante viaje en más de una ocasión, y asumo culpa e impotencia en cada una de las ocasiones. ¿Cómo evitarlo? Nunca cerrar la puerta, mantener la empatía, advertir previamente de la evolución, por supuesto apoyo de otros profesionales y no obcecarse. Y siempre el deseo de mejorar, de buscar alternativas. En las facultades de medicina no se adiestra a los estudiantes en técnicas de comunicación, ni en la experiencia del dolor ni por supuesto se nos preparan para el fracaso, sino para tener “siempre” éxito. Cambiar esas certezas tan impostadas durante el largo periodo de formación es un largo proceso que comienza desde que se aprueba el MIR, se llega a un Hospital para hacer la residencia y se atiende al primer paciente. Y es una labor individual Sol del Val, como es la de cada uno encontrar su camino. Puede llevar toda la vida. Conocen seguro la famosa fábula de Spencer Johnson ¿Quién se ha llevado mi queso?
    El queso se mueve constanemente, y hay que adaptarse a un mundo en continuo cambio. Muy recomendable, más en los tiempos que corren. Puede ser una buena manera de no coger más billetes para ese frustante viaje. Si no la han leído, no dejen de hacerlo. Llevará muy poco tiempo. Aunque nace como un cursillo rápido para adaptarse al cambio en ámbitos laborales el esquema que propone me parece válido para afrontar cualquier cambio vital. Al fin y a cabo una migraña es una circunstancia adversa a la que no queda más remedio que adaptarse. El esquema es el mismo. Ha desaparecido de repente mi queso. Hay que regresar al laberinto y buscarlo. Quedarse parado esperando, solo puede llevar al fracaso.

    Empatía. Adaptación. Preciosas palabras. No siempre es fácil utilizarlas en la práctica. Pero deberían utilizarse siempre, como un ritual obligado.
    Saludos.

    PD: Sol del Val. No se enfade con su neurólogo. Seguro que él también se sintió mal.

  3. Cuando mis padecientes de dolor relataban sus malas experiencias con los diferentes especialistas o sus médicos de atención primaria, siempre he intentado mediar. Uno de mis argumentos era precisamente el que señala Isi: que no hay nada más frustrante para un sanitario que ver sus limitaciones, su fracaso. Hay profesionales que se sobreponen y mantienen intacta la empatía y otros que cargan sobre el padeciente.

    Para mi, la empatía, el ritual médico-paciente, alianza terapeútica, etc… son vehículos, marcos. Están siempre presentes, movilizan expectativas y emociones. Si en el marco ideal lo que transmitimos es información basura… al final, el marco acabará ensuciándose. En mi primer grupo de dolor, ilusa de mi, pensaba que el dolor podía disminuir trabajando “lo psicológico”. Cuando llevábamos unos meses, se me fue el grupo de las manos. En el segundo, cambié ciertas cosas y tuve otro “motín”. Al tercero, decidí apostar por lo incurable del dolor y trabajar el afrontamiento activo. El grupo ganó en consistencia y realmente obtuvieron logros y recuperaron y afrontaron muchas visicitudes. Salvo, evidentemente, en el tema del dolor. Mi esperanza es que la introducción de la pedagogía permita que el dolor también disminuya.

  4. Se me olvidaba, conozco el libro del queso, Isi, lo he recomendado alguna vez. Como metáfora para desbloquear a alguien no está mal. La pega es que responsabiliza exclusivamente a los “ratones” de lo que les pasa y yo suelo hacer análisis que incluyen plantearse la arquitectura del laberinto, o el porqué hay que vivir en un laberinto o quién decide mover el queso y por qué.

    Por no salirnos del tema, sería como culpar a las padecientes de que si no se curan es porque siguen esperando recuperar su queso (su salud) y lo que debieran hacer es buscar un nuevo queso (ser felices con dolor), o no se curan porque buscan poco mal, donde no deben, etc. Claro que se pueden dar múltiples interpretaciones pero éstas serían unas de ellas.

  5. A lo largo de mi vida profesional he actuado de modos que ahora critico. Respecto al dolor sin daño-disfunción relevante mostraba empatía inicial que derivaba rápidamente hacia la apatía y la antipatía en la medida en que el padeciente “no colaboraba” y seguía “igual o peor”. No puedo ni debo hacer juicios personales a quien se muestra apático o antipático pero sí creo que debemos denunciar la situación respecto a los posicionamientos colectivos. La Medicina no está haciendo bien los deberes respecto a la actualización debida en Biología del dolor, los planes de formación siguen estando anticuados y con errores de bulto. Especialmente criticable me parece la actitud de los neurólogos. Seleccionan algunas etiquetas diagnósticas: p.ej: migraña y neuralgia del trigémino y se desentienden de otras como fibromialgia.

    El dolor no explicado forma parte del voluminoso y enredado problema de los “Síntomas sin explicación Médica”. Todavía siguen vigentes viejas propuestas(funcionalidad, psicosomático, psicógeno, rentismo, somatización…) en un terreno en el que la biología de la percepción somática podría aportar nuevas herramientas y, sobre todo, devolver la dignidad negada en muchas ocasiones a quien se queja de que su queja no es debidamente considerada.

    He leído el cuento del queso y da para muchas lecturas. No acabo de seleccionar la mía…

    Gracias a todos por vuestras reflexiones.

  6. Arturo : quizás el ritual sirva de nexo de unión para “sentir” lo que previamente conocemos.
    El conocimiento es la razón,la querencia,lo “objetivamente” adecuado…pero para convertirlo en eficiente,para que “me funcione” no basta por sí,solo…necesitamos una herramienta de convicción que lo transforme,que lo personalice…y puede ser que llevar a cabo un ritual nos permita transformar el conocer en el sentir y desde ahí el no nocebo hace de las suyas.

    Quizás de algún modo nuestro cerebro tiene dificultades para enfrentarse al “sentir” y no darlo por cierto,por relevante.Quizás el sentir es una emoción cuya base primaria posee más peso ponderado que la razón/conocimiento y obliga a que EL obedezca a nuestro sentimiento….dicho de otro modo ¿como negar que sentimos lo que sentimos?
    Bueno,solo una idea;nada más.
    Saludos

  7. Hola Mar, recuerda que además de los ratones (seres muy simples y poco inteligentes pero capaces de ´detectar y actuar automáticamente ante los cambios) están los liliputienses ( seres más inteligentes y complejos, parecidos a nosotros, pero por su propia complejidad menos versátiles, más inflexibles y lentos para adaptarse). Un excelente ejercicio, especialmente para los habituales trastornos de adaptación, es leer la fábula y comprobar, tratando de dejar de lado estériles sentimientos de culpa, con qué personaje nos sentimos identificados. Y luego preguntarse si nó merece la pena el cambio.
    Sobre la estructura de la metáfora me parece muy acertada ¿Y que es la vida, sino un laberinto que muchas veces estamos obligados a recorrer? Las encrucijadas en los momentos difíciles ¿Y qué es la felicidad, sino un queso que cambia continuamente de sitio? ¿Y quien lo cambia? ¿Por qué tengo que enfermar? ¿Por qué mi hijo tiene que sufrir un accidente? ¿Por qué toda mi familia está en paro? ¿Por qué el mal tiempo me arruina un plan que llevaba semanas preparando? ¿Por qué se me ha cortao la mahonesa?
    Tiene muchas lecturas la fábula sí, pero varias ideas fundamentales.
    No hay que tener miedo al cambio.
    Cuando dejas atrás tus temores te sientes LIBRE.
    Hay que intentar detectar lo antes posible cambios para adaptarse.
    Si no cambias te puedes extinguir.
    Perdón Arturo, y perdón a todos si me voy un poco “off tópic” del tema, pero creo que precisamente la capacidad de adaptación, guarda una enorme relación con todo lo que estamos tratando.
    Claro que alguien me puede preguntar después de leer la fábula: ¿Y qué fué del queso de Merrill Lynch International?
    Pues muy buena pregunta oigan.

  8. Sin la información el curso no funcionaría Arturo, por más empática que fuera la relación entre las alumnas y los profesores. Por el simple hecho de que un profesor sea “enrollado”, los alumnos no aprueban la asignatura, a no ser que en lo que se enrolle sea en aplicar un método de aprendizaje novedoso, didáctico y que motive al estudio, y el ejemplo más claro de que sólo con empatía no se cura nadie de forma milagrosa está en las asociaciones de colectivos de padecientes de síndromes sin explicación médica aparente, como pueden ser por ejemplo las asociaciones de fibromialgia, he ahí una relacion empática de personas unidas por el sufrimiento de una sintomatología común y bien puñetera.

    ¿Se curan las padecientes? No. ¿Mejoran? Parece que tampoco. ¿Empeoran? Parece que en algunos casos sí… que se contagian síntomas unas a otras. ¿Por qué? Porque ya sabemos que los cerebros sensibilizados son más empáticos y cogen más miedos con la información alarmista que allí obtienen… Los testimonios de sufrimiento e invalidez, comentar las respectivas pruebas médicas, los nuevos tratamientos, los avances en medicación… imagino serán temas habituales en las asociaciones. Si no se les habla de cerebro y sí de cuidar y mimar el aparato músculoesquelético no cogiendo pesos, con una correcta higiene postural, ejercicio suave, sesiones de fisioterapia, masaje y apoyo psicológico para afrontar el dolor, el resultado no va a ser menos síntomas por empatía y trabajo en grupo, sino más bien se acabará aprendiendo a ser una padeciente con fibromialgia pero “con dignidad”.

    No critico la labor de las asociaciones, era por poner un ejemplo de empatía y no mejora, pero ya de paso sí critico que en las asociaciones, por lo general (no hablo de la de Miranda), no se ofrezca esta información, sin pedagogía del dolor, sin biología y sin neurofisiología no se puede dejar de ser padeciente de fibromialgia o de migraña. Y visto que lo de los síndromes sin explicación médica aparente parece ser toda una epidemia, o los médicos se ponen las pilas actualizando el conocimiento ya mismo o estamos apañados los padecientes … no nos basta, aunque nos guste, con que muestren empatía (que hoy por hoy tampoco abunda), necesitamos el conocimiento… en grupo o sin grupo … con información… sin dolor…

  9. Completamente de acuerdo, Cristina… como ya he comentado, en mi grupo de padecientes había (y hay) mucha empatía pero también había (ya no, espero) mucha iatrogenia. También pienso que la empatía sostenida a pesar del fracaso terapeútico es lo que me ha hecho llegar hasta aquí. Si me hubiera ganado la antipatía o la apatía, no hubiera podido pensar que el planteamiento fallaba y que había que seguir buscando sino que me hubiera enrocado en la idea de que las dolorosas eran resistentes, rentistas, malas cumplidoras y toda una serie de palabrejas que usamos para cargarle la culpa al otro.

    Es cierto, Isi, es de los liliputienses y no de los ratones de quien hablaba. Hace tiempo que no trabajo con el libro. Estoy completamente de acuerdo con tu planteamiento y la interpretación. Precisamente en los casos donde a alguien le cuesta reaccionar ante un cambio es donde lo he usado y es muy útil. La pega que le pongo es más bien una cuestión teórica, y ni siquiera se me ocurrió a mi.

    Te sigo en el off topic y así nos ponen a los dos de la cara a la pared 😉 No sé si pasará lo mismo donde trabajas pero en el Servicio Andaluz de Salud, desde la entrada en vigor de la bolsa única para contratación, muchos profesionales cambian continuamente de centro, no cobran productividad porque no pasan los cuatro meses que se exigen como mínimo en ningún sitio, se les cumple el contrato y no se les avisa, se les llama a última hora de un viernes para decirles su nuevo destino aunque éste sea a 90 kms del anterior, etc. Según la metáfora del libro, así es la vida y tienen que adaptarse. Pero digamos que también se podrían buscar otras soluciones o reglas del juego. Que no siempre es el liliputiense el que tiene que hacer el esfuerzo… o sí, pero no para adaptarse sino para rebelarse. Y no siempre desde una óptica de esfuerzo individual sino en asociación con otros. No sé si me explico…

  10. Claro que te explicas Carmen. Es que rebelarse es también una forma electiva de cambio, aunque una más, ninguna garantiza llegar a conseguir el objetivo que nos proponemos ni la felicidad, pero entonces solo queda seguir en movimiento. El liliputiense Ham se mueve venciendo sus miedos, cuando entiende que el cambio puede conducir a algo mejor. Contrastando con el conformismo del liliputiense Hem, que se niega y se resiste al cambio por temor a que conduzca a algo peor.
    No puedo hablarte del mismo escenario del que me hablas Carmen, pero supongo que tal y como pintan las cosas, terminará pasando aquí lo que alli está ocurriendo. Es cuestión de tiempo, lo sé y por eso hay que prepararse. En Madrid la reciente apertura de un nuevo Hospital lo que ha hecho es abrir nuevos retos profesionales y lo que he hecho es ir en busca de ellos, no quedarme quieto a ver que pasa. Una mezcla progresiva; fisgón, ecurridizo y Ham. En tiempos de cambio la actitud de Hem es nefasta, aunque el camino que cada uno elija una vez que decide que debe moverse, es también una incógnita. Así es la vida. Un continuo tránsito por un laberinto parcialmente explorado.

  11. Nikola: en el diálogo a veces tenso y desigual entre el requerimiento cerebral y la respuesta conductual del individuo actúan sentimientos y cogniciones. El cerebro no tiene sentimientos pero emergen de su actividad. El sentimiento pertenece al individuo pero desde el primer momento que aflora a la conciencia se convierte en un input que el cerebro registra. Ese input cerebral recibido desde el individuo lleva acoplada una evaluación, un significado. Habitualmente el significado o relevancia está automatizado y puede ser resonante con el estado de alarma cerebral. Si ese significado es erróneo (falsa alarma) el individuo debe proyectar junto con el sentimiento doloroso un dictamen de irrelevancia convencida.

    La convicción también es un sentimiento y puede actuar como un ritual.

    Saludos

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