Una vez concluidas las tareas de intento de derribo de las convicciones sobre genes, desencadenantes y otros más y supuesta la disponibilidad de un solar para reedificar pasamos a presentar nuestro modelo alternativo.
No son los genes ni los desencadenantes. No es el estilo de vida ni los agobios de lo cotidiano de cualquier mortal. No es el chocolate ni el sorbito de champan. No son los cambios hormonales o meteorológicos. No hay arterias a punto de producir un derrame, no hay inflamación, no hay moléculas tóxicas ni circuitos que se sobreactivan solos (tal como sucede en la epilepsia).
El dolor, como todo contenido perceptivo, es una decisión cerebral, una valoración, un estado de opinión y conveniencia. Una torta a un hijo nunca es un paroxismo de la mano paterna. Puede que se le haya “ido la mano” pero es en el cerebro en el que se evalúan los peligros de la conducta del hijo (desde el punto de vista del padre) y en el que también está representada la mano que acaba soltando la torta donde hay que buscar el origen y justificación del tortazo, no en radiografías y análisis de la mano.
– No son las arterias ni las meninges. No son los músculos del cuello. No son los alimentos. Es el cerebro.
El momento de la acusación al cerebro es delicado. Me gustaría tener acceso directo a lo que se ronronea en la mente de cada cursillista cuando oyen la imputación…
Estamos ante una cuestión clave. Creer o no creer. Es el momento ¡ahá!
– Así que es el cerebro… ¡claro! ¡cómo no había pensado en eso! ahora lo entiendo…
Estaría bien que cada alumno tuviera una bombillita que se iluminara cuando se produce el momento de la comprensión y aceptación de la propuesta.
Veríamos algunas bombillitas en algunas cabezas y oscuridad en otras.
Un cerebro tridimensional preside la sesión. Lo señalamos con el dedo. Proyectamos una imagen suya en pantalla.
Pasamos de las arterias y terminaciones trigeminales (teoría trigéminovascular) al cerebro, sin arterias ni meninges. Sólo circuitos. Memorias. Aprendizaje. Predicciones. Miedos. Errores.
– Venir por aquí. Esta es la dirección correcta.
Hay dudas. Los peregrinos están divididos. Algunos no acaban de aceptar que caminaban en dirección contraria. Desandar lo andado no es fácil. Se necesita una convicción fuerte. No basta comprender. No basta necesitar que sea verdad. Hay que ver la lógica de lo que se expone y la falta de lógica de lo que se ha criticado.
Intentamos provocar la perplejidad de los alumnos:
– ¿Alguna vez habíais oído hablar del cerebro? ¿Nadie os había contado nada de lo que aquí os contamos? ¿De verdad creéis que el cerebro no pinta nada en el dolor? ¿No es sorprendente ese silencio que rodea al supremo órgano de lo que percibimos?
Puede que algunos acepten el rol y responsabilidad cerebral pero les parezca un reto inalcanzable conocer a esa víscera tan compleja e imprevisible…
– Ya será, no sé… pero eso es muy complicado.
Habrá también quien se resista a aceptar que sólo los archivos cerebrales sean capaces de generar un dolor tan brutal, los vómitos, las auras y la intolerancia a los estímulos.
– Así de sencillo. El cerebro piensa… y ¿nada más?
Otros huelen tufo psicológico o veladas acusaciones…
– ¿Osea que me duele porque pienso que me va a doler…?
Termina la sesión. Cierran el Centro de Salud. Es un cierre precipitado. Está todo en el tintero. El cerebro de los alumnos se lleva unas cuantas ideas-señal envueltas en ruido perturbador como si se hubiera grabado la sesión con un casette defectuoso. Con ese conjunto confuso de datos el cerebro se ingeniará para encontrar un sentido a lo oído respecto a lo creído hasta entonces.
Quedan citados para el próximo lunes. Comenzará la segunda sesión con la exposición de lo que cada uno haya pensado. Algunos habrán tenido las mismas crisis. Otros habrán librado alguna batalla con algún resultado. Otros estarán encantados y no faltarán los desencantos. Puede que haya habido algún corte de mangas al proyecto y algún recuerdo de nuestros familiares…
Ya les contaré… pero háganme caso… aquí entre nosotros…
El cerebro existe…
La migraña es cosa del cerebro. Nada de arterias, genes, desencadenantes…
– ¡Cállese, pesado!
La verdad, es que para los que no podemos asistir presencialmente a este cursillo. Gracias a como lo cuentas en estas entradas podemos hacer un buen seguimiento. Me parece una idea tan genial como efectiva este sistema de difusión del cursillo.
Por otro lado, Arturo, no recuerdo si en el libro o en el Blog, has comentado alguna vez que el método pedagógico funciona mejor en aquellas personas que llevan más años sufriendo el problema migrañoso. Supongo que debes referirte al hecho de que encuentran un camino liberatorio a tanto deambular entre tratamiento y tratamiento, porque por lo demás, creo que es preferible no haber acumulado tantos años de memoria del dolor, de insensatez cerebral, de aprensión a los desencadenantes….
Y lo digo desde la comprensión racional pedagógica. Lo entiendo, entiendo la premisa de “decisión cerebral”, pero no resulta nada fácil hacérselo comprender a ese cerebro obstinado, empeñado en ver tomates dónde hay cebollas.
Aun transitando por el lugar correcto, duro es el camino a desandar!!!
saludos
Joaquinwct. Es más fácil predicar en un terreno desencantado en el que todo ha fallado a lo largo de los años que convencer a alguien que responde a fármacos y cree en lo que le han explicado.
Sí, no es fácil, pero hay camino para recorrer y llegar, por fin, a buen puerto.
Saludos
Yo ya encontre mi camino con este blog….me ha encantado mucho hoy….es una forma de asistir a su curso….cada dia lo veo mas claro y veo en mi situacion personal que mi cerebro a tenido miedos en este ultimo año y con razon se le ha ido la mano….me siento mas positiva y con mas esperanzas….ya le dije que donde estaba cuando yo era niña??jaja….y si no es una pregunta indiscreta….que le hizo ver todo diferente,despues de llevar tantos años ejerciendo como el resto de los neurologos?
Arturo: todas las entradas que has hecho sobre el curso han sido geniales. Como dice Joaquinwct, se puede hacer un seguimiento casi igual que asistiendo de forma presencial.
Sé que alguno de los asistentes presenciales sí ha llegado al momento “ajá” y se le ha encendido la bombillita, a ver si la semana que viene se empiezan a animar a comentar su experiencia aquí, ya que sería muy enriquecedor para todos los lectores que están siguiendo el curso a través del blog.
Un abrazo.
Yo quizás sería de los escépticos dentro de este cursillo, pero no desde luego hasta el punto del “corte de mangas” como usted expone. Desde luego es una idea magnífica para todos aquellos que no podemos asistir al curso, porque esto es casi como hacerlo.
Pero me surge una pregunta: ¿qué ocurrió las primeras veces que apareció el dolor? ¿O la primera? Porque en esos casos no hay un cerebro que haya desarrollado una especie de indefensión aprendida ante determinados estímulos. Yo en mi caso ni siquiera había oído hablar de la migraña hasta mucho tiempo después de empezar a padecer las cefaleas.
Será que no me veo muy reflejado en ese pánico al dolor, puesto que siempre he realizado una vida normal independientemente de las crisis. En cualquier caso muchas gracias por compartir sus conocimientos y experiencias con los demás.
Saludos.
“La migraña es cosa del cerebro. Nada de arterias, genes, desencadenantes…”
Pero… ¿nunca?
Comparto la misma duda que FisioStacruz. Algo ha de ocurrir para que se comience a desencadenar el primer dolor o episodio, no? Algún estímulo que haga al cerebro comenzar a enviar señales de dolor…
Mil gracias de nuevo por compartir tan valiosa información.
Saludos
Me sumo a vuestros comentarios. Me gusta este cursillo a distancia. El otro día pensaba que mi hija me ha visto a mi, y actua exactamente igual, pero yo no habia visto a nadie, cuentan que mi abuela tenia migrañas…entonces como empieza el cerebro a actuar erroneamente. Ademas de entenderlo yo quiero ayudar a otros padecientes, como mi hija que tiene 19 a. y ver si puedo evitarle pasar por dónde yo he pasado. Comparto tambien la curiosidad por saber que dicen los “”cursillistas””
Un abrazo lleno de esperanza
Debe responder Arturo a esta duda que proponéis sobre el génesis de la migraña, sobre si fue primero la gallina o el huevo. Pero desde mi punto de vista personal, supongo que a parte de los desencadenantes pedagógicos de imitación (neuronas espejo), y de información que se suelen buscar despúes, al tratar de justificar lo que ha pasado (el dolor), y que luego condicionará en mayor medida la retroalimentación, hay una primera vez en que se decide sobre si un determinado estímulo o percepción, és o puede resultar amenazante para la cabeza. Cuando resulta la decisión créible de amenaza, el cerebro genera el dolor, la inflamación protectora, en este caso, tan maldita como innecesaria.
un saludo
Me da en la nariz que los fisios preguntan eso porque suelen (solemos) pensar en la evolución del dolor agudo al crónico, y, aunque comprenden (comprendemos) ese cambio, sospechan que con la migraña es igual: alguna tuvo que ser la primera y esa primera “debió” deberse a una “lesión”.
No se si me explico.
Pero me parece una pregunta buenísima, @FisioStacruz e @irefraile
Lo que yo entiendo es que si el dolor es una decisión cerebral que el individuo percibe, esta decisión puede ser acertada (porque hay daño), o errónea (porque hay una evaluación probabilística de peligro de daño sin haberlo). El hecho de que se perciba un dolor por primera vez no implica que tenga que haber daño necesariamente, la primera migraña puede ser también por disfunción evaluativa de la red neuronal. El cerebro no necesita un episodio de daño previo para activar el programa dolor, y que se active el programa dolor no significa que haya inflamación, de hecho, en el dolor sin daño no hay inflamación.
Un saludo.
Carmen: creo que influyeron varias circunstancias. primero mi natural crítico, obsesionado por verificar, buscando fuentes fiables, que lo que decía y hacía estaba convenientemente validado. En segundo lugar la escucha atenta y paciente a los mensajes de los pacientes y, finalmente, la irrupción de la Neurociencia a finales del siglo pasado.
La mayoría de los pacientes que veía tenían dolor de cabeza. Aplicaba las etiquetas y remedios en las que creía. Al principio creía que era lo correcto y si no funcionaba bien cargaba la responsabilidad a los genes y al desánimo de los pacientes. Tuve mi propia experiencia de dolor raquídeo, lumbar y cervical, mareo crónico, episodios de pánico, hormigueos por todas partes. Era muy hipocondríaco. Buscaba respuestas y, en aquella época, no había. Un buen día leí algo sobre mareo y síndrome de hiperventilación. Allí empezó el cambio. Otro día pillé un artículo sobre terapia cognitiva y síndrome de fatiga crónica. Me interesaban mucho las neuronas, la biología molecular, la membrana, la sinapsis… Poco a poco se fué desmoronando la confianza en lo que me habían enseñado a decir y hacer y fuí construyendo mi propia doctrina, basada en lo que iba aprendiendo. Descubrí el darwinismo, la evolución… Me costó algo dar el salto a la acción pedagógica. Una psicóloga me animó (obligó a hacerlo). Pensaba que lo que yo pretendía sólo podía hacerlo un psicólogo pero ella me convenció de que ya era un psicólogo a efectos prácticos. He leído mucho, de todo.
Una vez con la evidencia teórica me quedaba la evidencia práctica. Fue cosa de ponerse y ver. En este momento no tengo ninguna duda de la potencia teórica de lo que predicamos unos cuantos ni en la utilidad práctica. El problema está en cómo presentar todo esto para que resulte eficaz. En esas andamos…
Irefraile, Nesi, Carlos, Joaquinwct, fisioStaCruz: planteáis una pregunta clásica en este proceso y que la he oído en innumerables ocasiones. En mi opinión es una pregunta sintomática… de que no se ha captado completamente la base fundamental de lo que se explica o que no se acepta como explicación redonda.
El cerebro tiene razones y dinámicas que desconocemos, especialmente en lo que concierne al aprendizaje y la toma de decisiones. Sólo podemos disponer de las decisiones ya tomadas y especular sobre los factores que pueden haber influido en el proceso.
Yo soy alérgico al polen. ¿por qué tuve mi primera reacción alérgica un mes de Mayo cuando tenía 19 años y no antes o después? Sólo sé que en esa primavera mi sistema inmune se equivocó en la evaluación de peligro. A lo mejor hubo un catarro que coincidió con la suelta de polen al aire. No sabemos demasiado de decisiones inmunes pero sí sabemos que la alergia es una decisión errónea.
Con la migraña sucede lo mismo. El cerebro activa la alerta un buen día. ¿Por qué? No lo podemos saber. Ha sucedido. Comienzan las pesquisas, las preguntas a los profesionales y se abre un proceso que no podemos predecir ni controlar a nuestro gusto pero sí podemos saber que el cerebro se equivoca. Podemos construir hipótesis, conocer factores genéticos, culturales, de imitación, de lo que podamos pero, probablemente, no consigamos las respuestas perfectas.
Ante esta situación uno puede olvidarse de la pregunta (porque no existe la respuesta) o seguir manteniendo la exigencia de una causa necesaria que no puede ser otra que la de la existencia de alguna perturbación que no llegamos a conocer. ¿Por qué no?
Ahí no puedo dar seguridades. Me limito a explicar las bases generales del proceso. Muchos pacientes no preguntan por el comienzo. Los que lo hacen, generalmente no acaban de ir bien.
¿Por qué hay adolescentes que fuman y otros no lo hacen? ¿Por qué algunos niños tienen tics y otros no? Hay muchas preguntas de este tipo. Son preguntas productivas para avanzar en el conocimiento de los procesos generales. Podremos dar respuestas generales pero nunca individuales.
En dolor “músculoesquelético” los fisios buscan la lesión original, necesaria para desencadenar el subsiguiente dolor crónico. Las alarmas pueden saltar sin necesidad pero tiene que haber previamente un atraco… No es así.
El cerebro probabilístico trabaja desde su nacimiento procesando la información disponible. No podemos saber los pasos concretos. Sólo balance final. Decisiones.
Pienso que es más lógica la explicación de los procesos que la búsqueda de la trama de cada individuo.
¿Por qué empezó la primera migraña?
No lo sé. Uno puede volverse loco con la pregunta o librarse de ella y concentrarse en los planes de cada día una vez sabe que el cerebro es así y que no hay ningún proceso activo.
En el libro hablo de esta cuestión en el diálogo de la padeciente con el “neuronólogo”…
Gracias por las reticencias y las preguntas. Con toda seguridad otros lectores también las tienen in mente.
envié un comentario hace 2 días y no me lo han respondido ni comentado, estoy leyendo las apreciaciones de los que escriben, estoy interesada en el tema, pero el dr. Goicochea no me ha respondido. un saludo desde Ecuador (Guayaquil)
Lo preguntaba precisamente para intentar que la explicación sea redonda para mí. Es lo que tiene haber sido desde pequeñito el niño del “¿y por qué?”
Sin embargo, sigo sin verme con temor a las crisis. Simplemente vienen, las soporto y se van. Es como la luna, inevitable pero no condiciona directamente mi vida. A lo mejor, como dije antes, no me veo en reflejado en sus explicaciones.
Muchas gracias por el blog y por las explicaciones.
Cristina: de cuerdo. No es necesario un episodio de daño previo para poner en marcha el proceso. En general domina esa idea entre pacientes y profesionales. ¿Cómo comenzó? Algo tuvo que pasar… No es necesario.
FisioStaCruz: no se pretende que uno se vea reflejado. A veces sucede y otras no. No hacemos mencion al individuo sino al cerebro humano. No intentamos dar claves sobre la actitud del individuo que da lugar a la aparición de las crisis. Me limito a explicar las condiciones en las que el sistema nociceptivo aprende y decide…
Al respecto de los últimos comentarios, me gustaría recomendar leer la entrada “Músculo y cerebro”, por el título ya veis que no hace referencia expresamente a la migraña, sino al dolor del aparato musculoesquelético, pero es la misma idea, la de que no hay que dar demasiadas vueltas al tema del primer dolor o al “origen” porque es improbable que encontremos la respuesta adecuada y, además, a estas alturas de la película qué más da… hay que centrarse en abordar el problema a día de hoy desde nuestro estado actual, ampliando nuestro conocimiento y cambiando las creencias erróneas, desandando el camino y caminando con paso firme por el nuevo.
Estas líneas de la lectura que os recomiendo resumen perfectamente la idea clave: “Es una cuestión de huevos o gallinas pero el gallinero lleva tiempo funcionando y probablemente ya no tenga sentido hacerse la pregunta. Siempre habrá huevos y gallinas”.
Músculo y cerebro
Leer esta entrada me ayudó mucho a dejar de dar vueltas a la cabeza a cuestiones que no me iban a ayudar a darle la vuelta a la situación, espero que os ayude a vosotros también.
Un saludo.
Diculpar, se me ha olvidado decir también que releais el capítulo del libro de Arturo (Migraña: una pesadilla cerebral) sobre la inflamación “neurógena”, es que me ha parecido entender en algún comentario que se asociaba el dolor de la migraña a la inflamación.
A decir verdad, todo el libro en sí es genial, todos los que estamos asistiendo al curso, de forma presencial o a través del blog, deberíamos leerlo o repasarlo, y así seguramente aprovechamos mucho mejor las clases…
Otro saludo.
Disculpar de nuevo, parece que no tengo mucha maña con los enlaces, si no funciona el enlace esta vez y alguien quiere leerla, es la entrada del 14 de febrero de 2011:
Musculo y cerebro
FisioStaCruz: padezco migrañas desde hace años, yo tampoco tengo antecedentes familiares de dolor de los que poder aprender y siempre me he mantenido activa a pesar del dolor. No le tenía miedo. El dolor apareció un día no se por qué (tampoco me preocupa).
El problema creo que está en que, cuando surgió el dolor y los médicos me diagnosticaron la migraña, me hicieron una predicción de cómo iba a ser mi evolución: tendrás dolor siempre, empeorará con el estrés, el cambio de tiempo, etc. Esa ha sido la fuente de mi “crianza errónea del dolor” y mi cerebro siguió esa predicción a pies juntillas. Por lo tanto, aunque fuera activa y no le tuviera miedo al dolor JUSTIFICABA la aparición del dolor (por lo que me habían dicho mi gran lista de “expertos”) y éste se fue cronificando.
El gran paso que he dado al empezar a aplicar esta nueva pedagogía es el de decirle con convicción a mi cerebro que el dolor de la migraña NO ES RACIONAL, NO DEBERÍA APARECER y por lo tanto, ya no me vale con soportarlo con valentía: si no tiene por qué aparecer convenceré a mi cerebro para que no lo haga. He dejado de justificarlo.
Se trata de un cambio de perspectiva a la hora de analizar y afrontar el dolor que lo cambia todo.
Espero que te ayude
Como decía Firtz Perls: ” Solemos decir: me duele la espalda, cuando en realidad deberíamos decir, me duele mi espalda, y se puede ir más allá diciendo, Yo me hago doler mi espalda”.
Tengo 23 años, y estoy en mi último año de psicología. Soy una paciente “grave”, y llevo desde los 12 años con migrañas. Siempre estoy buscando información, e intento seguir los consejos/tratamientos que me dan. Continuamente busco información (científica), y debo decir, que hace poco encontré el libro de Migraña: una pesadilla cerebral, y aunque no he terminado de leerlo, me resulta bastante interesante.
Querido Arturo, es envidiable tu fortaleza que me produce una envidia sana. Te leo cada noche y anoto tus magnificas reflexiones y lecciones. Durante muchos años he venido colaborando con neurólogos preocupados por la “migraña”. La participación que se me pedía era la de contribuir a la mejora de la sintomatología cervical que, a juicio de los que derivaban, acompaña al migrañoso, pensando que al disminuir dichos síntomas mejoraba también la “crisis”. Solo puedo comentar resultados clínicos y valoración de la eficacia o fracaso de mi aportación, que evidentemente es muy discutida y nadie mejor que tu sabe de ello. Algún escrito de médicos árabes señalaba el “cuello” como el canal de la vida donde pasaban todos los problemas. Somatización, estrés, ¿contribuyen a desencadenar en personas vulnerables crisis de un cuadro de migrañas? Pues seguramente.
Con esta elemental introducción, de poco valor científico, quería señalar, que se me dio la oportunidad de conocer a muchas personas que padecían esta mal y aprendí mucho de ellos. Pero al hilo de los comentarios que se están haciendo, debo señalar que muchos pacientes hacían coincidir o justificaban su “primera crisis” con algún episodio o experiencia que tenían relación con un día que estaban en la playa y hacia un calor horrible o en la montaña en un día de mucho frío o con una situación de duelo por la muerte de un familiar o incluso animal de compañía, fracasos amorosos, laborales, y largo etcétera. Estas causas les acompañaban siempre como un huésped que se había alojado en su mente para no irse. Por lo que siempre evitaban esta causa “primaria” de su primer dolor.
Un abrazo y muchas gracias por tus enseñanzas
Joana: espero que encuentres en el libro y en el blog las respuestas que permitan comprender y disolver el proceso. Te animo a proseguir con constancia, racionalidad crítica y coraje.
Saludos
Miguel Villafaina: un honor tenerte como lector del blog. La objección planteada por FisioStaCruz y apoyada luego por Nesi e ireFraile es habitual y lógica. El cerebro valora probabilidades, riesgos, en un entorno incierto que da claves sensoriales insuficientes. Ese entorno contiene también información experta, teorías, credos, expectativas… Lo que parece, a veces, ser la clave del inicio del problema no es sino el día en el que el cerebro atribuyó una probabilidad de peligro a algún agente o estado: el error original. El problema viene después. El cerebro puede detectar el error y corregirlo o codificarlo como decisión acertada, rentable (falso positivo) y mantener la alarma cada vez que se da esa condición.
Puede resultar complicado disolver ese empecinamiento cerebral pero es fundamental hacerlo. Cuando, además del error evaluativo cerebral, existen focos de señal nociceptiva, por ejemplo en cuello, es necesario actuar sobre ellos a la vez que se hace pedagogía sobre biología del dolor.
Un abrazo y gracias por las reflexiones
osteopatía-archanco: pienso que uno no puede hacerse doler su espalda si no hay un estado de valoración cerebral atribuido a esa acción. El cerebro genera la condición de doliente a nuestras acciones. Si la acción es realmente peligrosa para la integridad física, la decisión cerebral del dolor está justificada si es irrelevante la decisión cerebral es errónea.
Es importante diferenciar YO de cerebro: Suelo referirme a “mi cerebro y su YO”… 🙂
Saludos