Estos días, a través de comentarios del blog y por correo privado me preguntan cómo se hace para cambiar el chip cerebral u opinan que no se acaba de entender la propuesta pedagógica. Allá por 2009 publiqué un libro: Migraña, una pesadilla cerebral. Lo hice en un estilo que facilitara la transmisión de conceptos novedosos surgidos de la Neurociencia y que, en mi opinión, son fundamentales para comprender el dolor y, desde esa comprensión, actuar a favor de uno mismo. El Dr. Antonio Digón Arizmendi, neurólogo, hizo una excelente reseña que se publicó en Neurología, la revista oficial de la Sociedad Española de Neurología.
El objetivo de escribir un libro de divulgación de Neurociencia aplicada al dolor es el de la difusión de su contenido.
Aprovechando los comentarios suscitados vuelvo a colocar la reseña del Dr Digón y animo a quienes quieran interesarse en actualizar su conocimiento desde la perspectiva del cerebro a que den una oportunidad al libro.
He decidido celebrar hoy el Día de mi libro…
Tras la publicidad, la reseña:
Redescubrir el cerebro. Antón Digón.
El hecho de que estés leyendo este comentario establece una alta probabilidad estadística de que seas un neurólogo o neuróloga convencional. Conoces muchas de las docenas de tipos de cefalea de la clasificación internacional, diagnosticas migrañas, explicas a los pacientes que tienen un trastorno genético que les acompañará de por vida, les das consejos para evitar desencadenantes y les prescribes un tratamiento, siguiendo quizá la guía del Grupo de Cefaleas de la SEN (por cierto, tienes además una probabilidad mayor que la media de la población de sufrir jaquecas).
Arturo Goicoechea fue también un neurólogo convencional, aunque probablemente nunca llegó a convencerse de que en la tormentosa vida de un migrañoso el paso por su consulta fuera más que una anécdota poco relevante. Por supuesto que tendría sus éxitos, también los tienen los homeópatas, los naturistas y hasta los que extirpan la arteria temporal. Pero se decidió a estudiar a fondo la fisiología del dolor y se encontró con la sorpresa: biólogos, químicos, lingüistas, informáticos. . . llevan años haciendo notables progresos en el estudio del funcionamiento cerebral y de los mecanismos de la génesis del dolor, pero por alguna razón la neurología no ha incorporado ese conocimiento. Los neurólogos parecen haber decidido que la cabeza es un compartimento estanco al que no se aplican los hallazgos sobre la neurofisiología del dolor demostrados en el resto del organismo. Ahora, tras años de estudio de una literatura científica a la que los neurólogos apenas nos acercamos, una elaboración personal de gran originalidad, la puesta a punto metodológica en la consulta diaria y tras algún intento poco valorado de difundir su visión entre colegas, publica un libro dirigido directamente a los pacientes.
El libro se lee con gusto. Escrito en un estilo suelto y casi coloquial, pero sin banalizar los contenidos, se entronca en la mejor tradición de la divulgación científica. Lo puedes leer en un fin de semana lluvioso, aunque yo he preferido saborearlo más despacio. Prácticamente cada capítulo con-tiene información inesperada que puede rechinar con tus ideas sobre la migraña y que conviene asentar para seguir adelante.
Tú ya tienes claro que la migraña no es una ‘‘cefalea vascular”, sino de origen cerebral, pero es probable que sigas el modelo habitual de suponer el origen de los episodios en alguna estructura cerebral puntualmente patológica (canales, neurotransmisores) activada por algún ‘‘desencadenante” y con un difuso contexto favorecedor ‘‘psicológico” que incluye esa vaguedad del estrés. En el libro te vas a encontrar con el cerebro como órgano central, planificador y gestor, que pone en marcha programas seleccionados evolutivamente para resolver situaciones de relevancia biológica. Uno de esos programas, el dolor, está biológicamente diseñado (seleccionado) para la defensa ante el daño tisular necrótico, real o potencial. Pero nuestros sistemas de defensa, inmunitario y nervioso, incluyen un componente de aprendizaje que puede desarrollar errores. Así, el sistema inmunitario puede acabar tratando al polen de gramíneas como si fuera una molécula peligrosa y poner en marcha un programa defensivo que amarga la primavera del sujeto alérgico. Del mismo modo, el elemento aprendido de defensa cerebral puede catalogar como amenaza de necrosis situaciones objetivamente inocuas: menstruación, falta o exceso de sueño, determinados alimentos, cambios climáticos, estrés. . . En consecuencia, el cerebro activa su programa defensivo dirigido a obligar al individuo consciente a adoptar una conducta de protección: cese de actividad, aislamiento sensorial, eliminación de hipotéticos tóxicos ingeridos, toma de analgésicos. Por lo tanto, la migraña no es un defecto del sistema, sino la activación equivocada de un programa biológico innato por un error cerebral de valoración. Y esa valoración es un fenómeno aprendido, cultural. Se va forjando por experiencias personales, aprendizaje familiar y social, y es crucial la ‘‘información experta”: nuestros mensajes de enfermedad genética incurable, cerebro hiperexcitable, necesidad de evitar desencadenantes, alivio por la química.
Los capítulos del libro desgranan el diálogo en la consulta con una migrañosa inteligente. Una forma didáctica, casi socrática, de ir exponiendo el esquema conceptual y las dificultades para transmitirlo a los pacientes. Sucesivamente van apareciendo conceptos básicos de fisiología cerebral que tan poco familiares nos resultan a muchos neurólogos: copia eferente, neuronas espejo, memoria de futuro, sistema castigo-recompensa. . . En algún capítulo el neurólogo se queda solo con la residente, lo que permite desarrollar algunos aspectos más profesionales. Como método didáctico utiliza un concepto dualista, filosóficamente discutible pero pedagógicamente útil, en el que el cerebro, velando por lo que considera los intereses de integridad del organismo, activa programas dirigidos al yo consciente para conseguir de éste una conducta determinada al precio de frustrar sus proyectos personales. De una manera lineal entreverada de bucles de recuerdo, los capítulos van construyendo un desarrollo coherente y sólidamente fundado en la fisiología cerebral. No se ahorran críticas a muchas ideas propaga-das por la ‘‘neurología oficial”. Se entiende al final en qué sentido se ha asistido no a una consulta del neurólogo con su paciente, sino a una ‘‘clase” del ‘‘neuronólogo” con su ‘‘alumna”. No se puede hablar con el sistema inmunitario, pero sí con el cerebro. Se trata de, a través del conocimiento transmitido por el lenguaje, desmontar las falsas ideas adquiridas y capacitar al individuo para defender su proyecto personal y enfrentarse dialécticamente a las pretensiones de su cerebro equivocado. No se pretende una terapia, una receta, sino una información que permita al alumno comprender los términos reales del problema con la esperanza pero sin la promesa de que ello desarme el error cerebral.
¿Qué te puede pasar si lees el libro? Ante todo, que no lo toleres. No es fácil aceptar una corrección radical de la forma como se entiende la migraña, descubrir el propio desconocimiento de conceptos básicos de fisiología cerebral e intuir que uno forma parte más del problema que de la solución. También puede suceder que no lo entiendas y concluyas que es uno más de esos libros de autoayuda: si al final no tienes claro que no se ha hablado de psicología sino de fisiología, no habrás entendido el libro. Una forma de incomprensión, de la que me ha llegado referencia, es la frase ‘‘estoy de acuerdo con el planteamiento pero no con la solución”, expresión que encierra una contradicción lógica que podrás dilucidar leyendo el libro. Otra posibilidad es que se despierte tu interés por profundizar en los conceptos desarrollados en el texto. Al ser un libro dirigido a pacientes, no incluye citas bibliográficas. Se trata de una bibliografía a menudo compleja y en revistas de alto impacto que no suele aparecer en nuestros artículos de revisión y que a muchos neurólogos nos resulta llamativamente ajena. Claro que también el libro podría dejarte en tierra de nadie: tras ‘‘ver la luz” puede resultarte incongruente seguir con el abordaje habitual de la migraña, pero adoptar la nueva metodología requiere, además de la asimilación de nuevos conceptos, una práctica para la que no estamos entrenados, una forma de terapia cognitiva.
O quizá decidas prepararte y entrar en ese nuevo territorio. Este libro podría incluso hacerte sentir la obligación profesional de hacerlo. No es necesariamente un camino de rosas. Se expone que hasta una tercera parte de los pacientes no vuelven tras la primera consulta e incluso algunos van al servicio de atención al paciente solicitando ser enviados a un ‘‘neurólogo de verdad”. Me consta que hay un volante de médico de familia que especifica ‘‘evitar Dr. Goicoechea”: resulta menos aceptable hablar del cerebro que de canales y neurotransmisores. Pero la breve referencia a los resultados no parece desdeñable en un campo a menudo tan ingrato. Y cuando uno conoce a una ‘‘ex”, ex alumna del Dr. Goicoechea y ex migrañosa, intuye que tiene que haber satisfacciones no sólo intelectuales. Todos atendemos cada vez a más pacientes con sufrimiento físico sin daño orgánico a los que la medicina ofrece apenas solución y los neurólogos, a los que se nos supone especial cualificación en el órgano gestor del problema, no deberíamos inhibirnos.
Como mínimo, tras leer el libro te costará más asistir a las reuniones con expertos en cefalea organizadas por el último triptán: te sentirás como si en un curso de búsqueda bibliográfica te hablaran de los circuitos del ordenador y no del programa. Los descubrimientos sobre programación cerebral continúan a ritmo imparable y están influyendo en otras ciencias: no puede ser la neurología la que se quede al margen.
Sí, creo que disfrutarías leyendo este libro y dándote la bienvenida al cerebro.
A. Digón ∗
Unidad de Neurología, Hospital Santiago Apóstol, Vitoria, Álava, España
∗ Autor para correspondencia.
Correo electrónico:
antonio.digonarizmendi@osakidetza.net
***
A fellow neurologist, MD Antón Digón Arizmendi, has written a review about my book “Migraine, a cerebral nightmare”, in the Neurology magazine, an official publication of the Spanish Society of Neurology.
Pues Feliz día de tu libro, Arturo,…
eso sí,
…y que cumplas muchos más
(y que nosotros podamos leerlos)
!!!Enhorabuena Arturo!!!
Como padeciente solo puedo decir que para nosotros es alentador ver que un neurologo cree que las migrañas son lo suficientemente importantes como para estudiarlas, dedicarse a ellas, y animar a no utilizar un exceso de farmácos. Es díficil la teoria neurocientifica pero creo en ella y a mi personalmente me ha ayudado mucho, el efecto CLIK!!!!!
!!!!Animo Dr. los pacientes necesitamos médicos como tú!!!
Ah!!! y gracias,
Gracias Carlos. Espero que te vaya bien con el libro. Recuerdo a los lectores: “Cuentos analgésicos” de Carlos López Cubas, imprescindible para padres que quieran educar a sus hijos, y de paso a sí mismos, en una gestión razonable del dolor.
Nesi: no sé qué porcentaje de migrañosos podrían dejar de serlo o al menos rebajar considerablemente el sufrimiento con la lectura del libro pero con tener noticia de cuando en cuando de padecientes como tú que han comprendido y aplicado lo leído con buen resultado me produce una honda satisfacción.
Gracias
Felicidades Doctor!!! lo poco o mucho que yo he caminado con esto puedo decir que el ver y sentir después de leer el libro y todas las entradas, cada día aminora la carga………. muchas gracias…………….
He leido este fin de semana tu libro y ayer tuve oportunidad de poner en práctica lo aprendido y FUNCIONÓ¡¡¡¡. Como siempre, de repente empecé a ver luces y dejé de ver casi por completo con el ojo izquierdo. La gran diferencia es que esta ve en lugar de ir corriendo a coger el almográn que simpre llevo conmigo, lo que hice fue decirle a mi cerebro: “Teresa, no pasa nada, ahora mismo vas a empezar a ver normal, además cuando no tu vista se normalice no te va doler “. Cerré uno o dos minutos los ojos y a continuación comencé a esforzarme por ver bien y milagro… recuperé la normalidad, no me dolío en toda la tarde y hoy me he levantado sin dolor.
Asi que parece que voy por el buen camino 🙂
Teresa: si has comprendido los conceptos has modificado la red de creencias sobre las que el cerebro opera. Se ha acercado más al terreno de la realidad razonable. Eso quiere decir que disminuye la probabilidad de la falsa alarma… pero se trata de un proceso en el que hay altibajos. Las asambleas neuronales tratan siempre de reorganizarse. Por eso a veces, hemos vuelto a fumar después de mantener a raya al tabaco una temporada… Me alegra saber que has optado por la vía del conocimiento y no por los tóxicos adictivos. Sí, sí… parece que vas por el buen camino pero no hay que bajar la guardia: hay que ocuparse de uno mismo y no alimentar el cerebro alarmista. Syerte y gracias por el testimonio. Se admiten también comentarios de fracaso…
Saludos
Querido D.Arturo,
Yo me leí su libro en UN DIA, y ese dia mi vida cambió.
Como es el dia de su libro, aprovecho para insistir en una vieja reivindicación mia: OTRO LIBRO, y éste más genérico, para poder regalar a quien tiene tantos otros dolores (no migrañosos) y padecimientos varios (piernas inquietas…) que no encuentran solución.
Muchas gracias, como siempre,
CRUZ.
Cruz: ese libro está en la cabeza pero no acaba de dar con la salida. Un compañero, fisioterapeuta, Carlos López Cubas, acaba de publicar un libro “Cuentos analgésicos” (Editorial Zerapi) que yo he prorrogado. Trata del dolor genéricamente. Recomendable.
Gracias Cruz y me alegro de que andes por ahí leyéndome.
Doctor, de casualidad sabe si aquí en méxico puedo encontrar el libro “Cuentos analgésicos” ??? saludos!!!!
Pipa: no lo sé pero puede que te conteste el mismísimo autor que es lector de este blog.
Yo me leí el libro las Navidades pasadas.
Como apunta A.Digón en su reseña al libro, una posible contraindicación de su lectura es la intolerancia al descrubrimiento de que tú formas parte tanto del problema como de la solución.
Estuve unos meses en tierra de nadie. Intentando esclarecer conceptos a la vez que tenía un sentimiento entre culpabilidad e incertidumbre por el camino que debía tomar a partir de ese momento. Solo con la ayuda del libro estuve unos 8 meses en los que hubo aumento de migrañas y en los que no tenía muy claro si tomar algo anticipadamente o aguantar hasta el final…las migrañas cada vez eran más fuertes, con vómitos.
Tomé la decisión de desintoxicarme de los fármacos, un poco obligada por las ganas de tener niños y poder tener un embarazo sin medicamentos.
Este verano escribí al Dr. Goicoechea para desahogarme un poco y buscar apoyo. Lo he recibido con creces, el suyo y el del resto que contáis vuestras experiencias. Ya soy capaz de aguantar las crisis hasta el final. Solo una migraña al mes desde el verano y sin vómitos. Recuerdo que antes eran 2 ó 3 a la semana.
Se que no hay que bajar la guardia y mantenerte firme cuando vuelve el dolor, pero ya no tengo dudas que este es el mejor camino para superarlo.
Susana: bienvenido sea tu testimonio para levanta la moral de la tropa pues anda un poco de horas bajas como habrás podido comprobar por comentarios recientes. Aquí la constancia y la convicción argumentada en lo aprendido es fundamental. Hay que rematar al enemigo…
Saludos
hola!!!!
es posible que sabiendo que uno se tomo el analgésico se confia de que va a pasar y si no lo hace entra la preocupación de llegar lejos y uno mismo provoque que todos los focos se enciendan??? me he dado cuenta que a veces sin analgésico tan solo recostándome y haciendo ejercicios de respiración y un poco de hielo en mi frente todo puede pasar………..entonces esa ansiedad y ese susto por revivir lo ya vivido es una trampa…..
Pipa: la ansiedad anticipatoria es la expresión de la solicitud del sistema de recompensa hacia una conducta: en este caso la de tomar el analgésico. En el caso del tabaco: el encender un cigarro. Podemos torear esa exigencia y calmar el desasosiego con cualquier rito: relajarnos, poner hielo, centrarnos en una actividad exigente… centrarnos en la respiración… Lo ideal es que el dolor no aparezca y si lo hace que no necesitemos hacer ningún ritual para calmarlo. Debiera bastar con una reflexión rápida de que no sucede nada…
Saludos
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