Este sábado participaré en Avila en el V Congreso Interdisciplinar de Fibromialgia y Síndrome de Fatiga crónica, organizado por La Federación de Asociaciones de pacientes de Castilla y León.
Mi experiencia con pacientes con Fibromialgia es descorazonadora por muchos motivos.
En primer lugar, por el drama de la enfermedad: dolor, agotamiento, niebla mental, desánimo, incomprensión, desconcierto, desesperanza, deslegitimación como enfermedad real, rechazo social y profesional, estigmatización… y en segundo, por la dificultad para transmitir a estos padecientes la propuesta de un origen cerebral biocultural. Cualquier referencia al cerebro puede ser interpretada como una muestra más de la odiosa insinuación de que “todo está en la mente” y hace difícil la transmisión de los conceptos básicos de Neurobiología de la percepción de enfermedad (con o sin enfermedad demostrable).
Aquello que es reconocido al Sistema Inmune se niega al Sistema Nervioso. Una enfermedad autoinmune tiene concedidas todas las legitimidades, amparos y subsidios. Su equivalente neuronal, por ejemplo la Fibromialgia y el Síndrome de Fatiga Crónica, no. ¿Cuál es la diferencia? La enfermedad autoinmune es visible: el despliegue de la respuesta inmune celular y humoral es cuantificable y la inflamación y muerte celular son hechos objetivos. El error Inmune deja huellas por todas partes. Todo el mundo señala a la “mente del Sistema Inmune” como responsable. Hay un error dramático en la evaluación de peligrosidad, un error que puede llevar al organismo a su autodestrucción. Nadie cuestiona el error. Se investiga para conocer su origen y mientras tanto se aportan nuevas estrategias de neutralización del despliegue de la respuesta inmune letal.
– ¿Qué es eso de “la mente del Sistema Inmune”?
El Sistema Inmune tiene células vigilantes que detectan peligrosidad (inmuno-nociceptores), gérmenes, células propias potencialmente cancerosas… Memoriza datos y los procesa para adquirir a lo largo de la vida conocimiento, creencias, expectativas, temores, alertas. Utiliza un lenguaje y una gramática propia que no conocemos bien y continuamente está integrando datos provenientes de los sensores moleculares de las células vigilantes con las previsiones probabilísticas de los centros evaluativos. La “mente inmune” predice, anticipa, yerra, corrige, sopesa, aprende. Es una mente oculta, una caja negra que no genera percatación, consciencia, en el individuo. No percibimos el ronroneo reflexivo inmune. Sólo sus efectos.
El Sistema Nervioso es más moderno. Las neuronas aparecieron después que los leucocitos. También hay neuronas vigilantes de peligro, los neuro-nociceptores y también hay, por supuesto un procesamiento histórico de datos. Hay una “mente neuronal” que memoriza, predice, actualiza probabilidades. También es una mente que yerra, corrige, sopesa, aprende. La opacidad del proceso es tan densa como la de la “mente inmune” pero a lo largo de la evolución ha construido una función que lo complica todo: la consciencia, la percatación, el sentimiento, el YOOOOOOOO. Un YO sintiente, pensante y actuante.
– YO sólo sé que…
A veces la mente inmune yerra pero no detecta el error y se empecina en él. A veces la mente neuronal también yerra pero no detecta el error y se enreda en la testarudez.
Los programas defensivos inmunes activados por error lo cantan. El fiasco autoinmune, la autodestrucción por inflamación o muerte programada, son evidentes. Los programas defensivos neuronales activados por error sólo cantan al individuo. No se oyen ni se ven. Los mensajes son privados. No producen muerte. Sólo mortificación, sufrimiento, invalidez. Esos programas imponen al individuo la ley de la conducta de enfermedad a través de la percepción de enfermedad. Dolor, desánimo, agotamiento, adinamia, cognición y atención catastrofista y rumiante…
A cualquier sano podemos hacerle sentirse enfermo con una simple molécula: un lipopolisacárido. Sólo algunas bacterias la tienen. Nunca los mamíferos. Si administramos un lipopolisacárido la “mente” del peligro activa las respuestas defensivas. Lógicamente, el YO se sentirá dolorido, agotado, catastrofista… El lipopolisacárido es inofensivo, al igual que el carnet de identidad de un famoso criminal… pero identifica el peligro, una determinada familia de peligrosas bacterias.
A la mente inmune le preocupa cualquier molécula no catalogada como inofensiva. Puede contener información de peligro, pertenecer a algo potencialmente letal.
A la mente neuronal le preocupa cualquier dato sensorial (incluído el lenguaje) no catalogado como inofensivo, irrelevante.
La cultura rebosa moléculas y datos sensoriales (incluído el lenguaje) que pueden inducir al error tanto a la mente inmune como a la neuronal.
El drama está servido si cualquiera de las mentes se equivoca. Inevitablemente colaboran entre sí independientemente de cuál de ellas ha levantado las sospechas.
Es fundamental que el error sea catalogado como tal y corregido.
Negar la mente neuronal como fuente potencial de errores, negar la cultura como proveedora de falsas pistas de peligro y de interpretación, cerrar el bucle de la testarudez evaluativa, reclamando enfermedad real, dando la razón a nuestra mente equivocada, no sólo impide la resolución del drama sino que introduce una dinámica de amplificación de los programas de enfermedad.
La propuesta de disfunción evaluativa neuronal es una propuesta bio-cultural. No siempre se acepta. Convence más la tesis de la carga ambiental (química, emocional, electromagnética, viral) que bombardea una mente neuronal que se ha vuelto misteriosamente hipersensible.
Ya he comentado en alguna ocasión que las ideas son liposolubles y tienden a fijarse en la grasa cerebral, a veces con especial fijeza.
– Si no lo veo, no lo creo…
Ver es creer…
Cuando hace más de 1 año, leí su entrada “Fibromialgia, cuestión de cerebro”, tuve casi la certeza de que el asunto iba por ahí. Los 3 años de visitar todas las especialidades médicas y la incertidumbre de no saber qué era, fueron quedando atrás.
No digo que fuera fácil, he leído esa entrada varias veces, he pensado mucho en cómo se me presentaban los síntomas y en qué circunstancias y la constante , siempre, ha sido que mi cerebro esta ahí temiendo de algo o de todo.
He leído mucho, muchísimo sobre neurobiología.
La entrada sobre copia eferente me costó entenderla, pero la capté y no sólo se trataba de entender la neurobiología, sino que en el camino se me iba presentando la constatación de que lo leído era cierto, como cuando me fui de vacaciones y una semana los dolores se fueron … a otra parte.
Todavía quedan pequeñas brazas, como dice Ud, Dr , igual como sucede cuando hubo incendio.
A veces, me duele alguna parte, no le doy mucha importancia, ya no limita mi vida, para nada.
Esa frase suya de que ” el cerebro es el que pone y quita las ganas” es muy cierta. Me encanta y me la repito para que forme parte de mi “chip” mental.
Ya no dejo que mi cerebro me mandonee, no le hago caso cuando quiere que tenga conducta de enfermedad.
Me da mucha pena ( a veces fastidio) cuando veo gente reacia a querer entender esto.
Le echan la culpa a todo y eso refuerza más al cerebro miedoso.
Le deseo mucha suerte en su labor, porque veo que en su país hay mucha gente afectada de esta dolencia. Si yo, que estoy a miles de kms lo entendí, por qué no ellas, que lo tienen tan cerca?
Gracias Dr por leerme, pero es que no puedo dejar de dar mi testimonio de que Si se puede salir de esto y que no es que sea incurable.
Saludos
Ani: tu testimonio es impagable. Está claro que has trabajado los conceptos e interiorizas perfectamente a tu cerebro. El tema de la “copia eferente” es una especie de test. En la consulta preguntaba a los pacientes:
– ¿Ha entendido? ¿Ha trabajado los conceptos?
– Creo que sí.
– Vamos a ver… ¿Qué es la copia eferente?
– No me suena…
Recuerdo una excepción emocionante. Una señora mayor, sin muchos estudios pero con una curiosidad enorme por entender me pidió que le explicara algo más…
– Hay una cuestión doctor que no acabo de entender. Tiene un nombre raro y no lo recuerdo. Sé que es muy importante y quiero hacerme con la idea.
Le expliqué despacito y lo comprendió perfectamente.
Nos han entrenado a afrontar las enfermedades como un esquema simple de ir al médico a por las pastillas y los consejos. Cuando situamos al paciente frente a su responsabilidad en la salida del atasco se produce un rechazo.
Reitero las gracias por el testimonio. Estoy seguro que ayudará a alguien.
Un abrazo