El cerebro es un cuentista. Teje y desteje historias de todo. Erase una vez…
Uno de los temas preferidos es el del organismo y su interacción con el entorno. Erase una vez un cuerpo, una delicada estructura de huesos, músculos y articulaciones. Ese cuerpo lo habitaba un YO descuidado y maltratador al que le bastaban unos pocos años de trote por el mundo para degradar los delicados componentes somáticos.
El cuerpo expresaba su queja por la mala vida a la que estaba condenado a través del dolor. Dolía todo: cabeza, cuello, tronco y extremidades; huesos, músculos y articulaciones… El cerebro recogía las cuitas de los tejidos y construía su relato dramático, impotente, abnegado a veces, desesperado las más.
Erase una vez un cuerpo doliente… El cuento de nunca acabar del sufrimiento.
Eranse una vez los sanadores, los procuradores de alivio… Otro cuento de nunca acabar, otra historia interminable de idas y venidas aligerando el bolsillo y engordando la desesperanza.
El cerebro construía historias de todo… menos de sí mismo. No había historia de sus historias. El dolor era cosa del cuerpo doliente o del alma gimiente. El cerebro era una especie de San Pedro que abría o cerraba puertas de acceso de los dolores del cuerpo a los vapores del alma, de la consciencia. Juzgaba las malas conductas y dirigía las quejas de los tejidos mortificados a las oficinas cerebrales del ver qué se puede hacer con este desastre.
No hace muchos años algunos vieron que el cerebro tenía arte y parte en el tema del dolor y que muchas de las historias que contaba eran eso, historias, relatos que no tenían nada que ver con la realidad sino con la imaginación, el miedo a que sucediera lo que decían las historias…
– Dicen que el dolor es, a veces, sólo cuento… Cosas del cerebro… ficción… sueños
Carlos Lopez Cubas es un fisioterapeuta interesado en el dolor. Cofundador de la SEFID (Sociedad Española de Fisioterapia y Dolor). Estar interesado en dolor debería ser equivalente a estar interesado en cerebro. Así es en el caso de Carlos. Lamentablemente es una excepción que confirma la regla de que la mayoría de profesionales siguen ignorando el cerebro y buscando dolores allí donde se sienten.
Carlos ha escrito un libro: Cuentos analgésicos (Editorial Zerapi). El libro responde a la necesidad de contar el cuento del cerebro contador de cuentos somáticos. Sus capítulos intentan convencer al lector de que el cerebro existe, nos representa, construye historias, nos protege y lo hace desde el miedo a la muerte de los tejidos y de las historias de miedos que circulan sobre esos tejidos.
En esto del dolor todos somos niños. Imaginamos el interior sin verlo, oirlo, olerlo, palparlo ni degustarlo, desde la referencia digital de dolor SÍ o dolor NO, desde lo que dicen que significa el que algo nos duela…
– Me han dicho… ¿Por qué no vas..? Tiene usted…
En Cuentos analgésicos Carlos Lopez Cubas trata de destejer cuentos tejidos con tópicos y falacias a través del hilo argumental del érase una vez un cerebro… que tenía que aplicarse el cuento de contarse un cuento sobre sí mismo y sobre el cuerpo en el que residía y al que le contaban cuentos terroríficos…
La tradición oral de los cuentos del dolor necesita textos sobre la verdadera historia del dolor, la narrativa cerebral somática. Carlos nos ofrece su intento de normalizar la idea sencilla y profunda de que el dolor, en ausencia de daño, es un cuento algésico del cerebro y que necesitamos contar la otra historia, la historia “progre” y liberadora del cuento analgésico. Antinocebo frente al nocebo.
El cuento de nunca acabar del dolor sin daño no necesita más cuentos de remedios mágicos sino relatos de la analgesia a la que tenemos derecho cuando los tejidos están razonablemente sanos y reparados.
Es el momento de los Cuentos analgésicos (Carlos Lopez Cubas, Editorial Zerapi)
Arturo, voy a aprovecharme de tu entrada y dejo el enlace al blog del libro para quien lo quiera ver, http://cuentosanalgesicos.blogspot.com/
En breve colgaremos uno de los cuentos.
Un saludo y gracias.
Desde aquí, como no, agradecer esta entrada, y, de nuevo, tu gran aportación a la obra.
Un abrazo,
Carlos