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Los tejidos no duelen

Dicen que dijo Descartes que el dolor surge de tejidos en apuros letales aunque no dijera nunca tal cosa sino la contraria.

En general tanto padecientes como aliviadores dan por bueno el error de situar la fuente del dolor en el lugar donde se siente.

– ¡Ahí, ahí me duele!

Las manos localizan el acúmulo de dolor para proceder después a disolverlo mecánicamente. Los laboratorios detectan las moléculas del dolor y proveen antídotos.

Tejidos que rezuman dolor que se acumula, receptores nerviosos de dolor que detectan el acúmulo e informan al cerebro que allí está doliendo. Descartes y Sherrington malinterpretados en aras de la lógica aparente de las cosas.

Al cerebro no le queda sino testificar en la consciencia que en un tiempo-espacio corporal hay dolor y promover respuestas emocionales, interpretativas y conductuales que apaguen la llama del dolor de los tejidos sufridores. El cerebro no duele, padece. Es la sede del alma, del YO sufriente y pensante.

Alguien berrea y desafina en vez de cantar y el cerebro se limita a amplificar o reducir el volumen, a centrar o desviar la atención, a dar o quitarle importancia y a especular sobre las causas del dislate vocal.

Los terapeutas del dolor andan divididos en su unidisciplinaridad: bozales al vociferador o tapones en los oídos del oyente. Puede que la palmadita animosa y el consejo de la resignación alivien el alma atormentada:

– No hagas caso al dolor. Relájate. Distráete. Anímate. Quítale importancia.

Un remedio tras otro a prueba… ¿por qué no todos a la vez, multidisciplinadamente? Recetas, agujas, fisios y psicos, dietistas y gurus. Lo que no mata engorda.

Dicen ahora los de los nuevos tiempos que el cerebro sí duele, que… lo que no duelen son los tejidos. Sostienen que la música corporal es cosa de la mente, de circuitos que contienen memorias de disco duro y blando, de genes y cultura, de mundos reales y virtuales, de sucesos propios y ajenos de universos corporales vividos y soñados.

El cerebro sueña la realidad.

La percepción es un proceso alucinatorio constreñido por los sentidos.

El dolor es una alucinación de nocividad tisular constreñida por el sistema nociceptivo.

– No me convence. A MI me duele la columna. Toque aquí. Ya verá como me duele…

– Usted verá. La verdad es un producto cerebral. Cada uno tiene la (aparentemente) suya. Es la que funciona.

Tejidos más o menos sanos. Cerebros más o menos equivocados. Todo es importante.

Hay veces que duele la espalda por dar la espalda al cerebro.