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El error de Penfield

Wilder Penfield fué un notable neurocirujano de la primera mitad del siglo pasado. Ofició fundamentalmente en Canadá junto a otros no menos notables neurocirujanos, neurofisiólogos y neurólogos. El terreno que más le interesó fue el de la cirugía de la epilepsia. Aplicó una técnica con anestesia local (paciente despierto) que permitía estimular eléctrica o mecánicamente la superficie del cerebro y comprobar si ello producía algún efecto detectable por el paciente. De ese modo sabía si podía extirpar una zona patológica responsable de las crisis sin crear problemas de déficit.

Como aportación colateral pudo elaborar una representación cerebral del cuerpo humano, el famoso homúnculo (hombrecillo) que lleva su nombre.

Después de estimular gran parte de la superficie cerebral y comprobar que en ningún caso el paciente despierto refería dolor sentenció: el cerebro no duele.

Tampoco había rastro de nociceptores (neuronas sensibles a nocividad) en el interior cerebral. Si no había «neuronas sensibles al dolor» (Error con Descartes) no era posible que doliera. Penfield parecía corroborarlo.

Al dolor de cabeza había que buscarle las cosquillas fuera del cerebro. Se estimuló todo y se hizo un registro de «estructuras sensibles al dolor»: meninges, grandes vasos.., estructuras que al ser estimuladas evocan dolor y que contienen nociceptores («neuronas sensibles al dolor»).

El dolor era cosa del alma, según Descartes. El cerebro no duele, según Penfield. El dolor surge de los tejidos, según la interpretación errónea de lo que dijo Descartes. Sólo hay flujo de información desde los sentidos hacia el cerebro, no de este a los sentidos (el error de Cajal). De todos estos errores se deduce que al cerebro sólo le cabe la función de amplificar el dolor de los tejidos, colorearlo emocionalmente, buscarle un origen allá donde duele, seleccionar una respuesta…

Si las pesquisas en busca de la fuente del dolor son infructuosas no hay problema, Tenemos varias opciones:

1) Hubo en algún tiempo pasado dolor en los tejidos y el bombardeo de los nociceptores ha dejado una vía facilitada, hipersensible, que ya no necesita nocividad para generar señal (sensibilización periférica y central secundaria). Al cerebro le llega falsa señal, falsa memoria de los tejidos.

2) El cerebro (el alma) anda sensiblera por dolores emocionales, biográficos y esa conturbación anímica (¡a pesar de que el cerebro no duele ni tiene nociceptores!) encuentra vericuetos ocultos a los investigadores para activar el dolor (se supone que en las terminales de los nociceptores meningovasculares del trigémino, el sitio obligado).

3) Una genética anormal genera una nocicepción anormal (¡sólo en la cabeza!) haciendo que cualquier variación (meteorológica, hormonal, hábitos…) active los sensores trigeminales de la nocividad confundiendo a un cerebro (incapaz de detectar y corregir el error).

4) Es algo misterioso

En realidad sabemos que hay una zona cerebral profunda (lóbulo de la ínsula) que Penfield no estimuló y que ya varios investigadores han comprobado que al hacerlo el paciente se queja de dolor. También sabemos que no existen receptores de dolor ni este surge de los tejidos y que la información fluye tanto de abajo arriba como de arriba abajo en la neurona somatosensorial (nociceptor) y que ambientes de alerta o estrés en la azotea generan cambios globales en la red nociceptiva, incluyendo liberación por orden contracorriente, antidrómica (dirección contraria) de sensibilizadores (sustancia P. CGRP) de las terminales nerviosas.

¡Han cortado la circulación. Va a haber un atentado!

Al final era una bolsa de deportes con un bocadillo. En este barrio los policías son hipersensibles a las bolsas de deportes. Han salido así. La cosa empezó tras un atentado hace 10 años.

¿Los policías?… periferalismo…

¿La policía?… centralismo…

Los neurólogos siguen diciendo que la migraña es cosa del trigémino, de los genes que le parieron así de sensiblón.

No hay cerebro. Está seccionado. Sherrington, el padre de la Neurología descerebrada…

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6 comentarios en «El error de Penfield»

  1. Muy de acuerdo en su disertación. La cuestión es que nos hemos dejado llevar por los aportes de la ciencia para establecer unas bases acerca del dolor que se han vuelto tan fuertes en su fundamento, hasta el punto de convertirlas en dogma prácticamente; que ahora, cuando la ciencia misma está demostrando que la realidad del dolor no es tan así, que nuestro sistema nervioso es bastante más complejo que una simple red de cables, esa misma ciencia ya no va siendo tan válida para muchas personas. Hay que agradecerles a todas esas personas que hoy día abren cada vez más la puerta y nos permiten entender el dolor, hay que dar gracias a Melzack por su neuromatriz (y perdirle perdón por el despropósito que ha llegado a ser las distintas derivaciones de la teoría de la compuerta), hay que agradecer Moseley y Butler, hay que agradecer a Ramachandran,… en fin, a todas esas personas que no distorsionan el valor de la ciencia.

  2. Félix: las hipótesis de la Ciencia encuentran con el tiempo el acomodo en los profesionales. Cuando aparece un cambio de paradigma, una nueva concepción que invalida el marco teórico en el que están confortablemente instalado cada grupo profesional, hay resistencias de todo tipo en aceptarlo… ¡en nombre de la Ciencia! Comparto mi agradecimiento a todos los que intentan mover esos lastres de las doctrinas políticamente correctas.

    Saludos

  3. Creo que existe el hecho de que en nombre de la Fe y la ciencia se ha abierto demasiadas veces la puerta de la «Verdad Absoluta», com bien decías arturo, en post anteriores.
    Parece difícil de creer que ante un mundo tan complejo, el del hombre y su universo se pueda monopolizar tanto este término, y más, partiendo de una mente tan limitada como acomplejada por el vanidoso Ego. ¿Cuantas puertas se han cerrado por culpa de este proceder?… y cuanto sufrimiento se podría haber ahorrado también!
    un saludo

  4. Te felicito por esta última serie de los «errores» asumidos como dogmas. He aprendido mucho!
    Creo que era necesario que alguien estuviese dispuesto a decir públicamente que también los grandes a veces se equivocaron y que sus equívocos nos están llevando a callejones sin salida (a los terapeutas pero también a los pacientes).

    PD: aprovecho para expresar que celebro este pequeño triunfo del relativismo (no absoluto) expuesto en estas entradas, al menos si se puede entender como tal la negación del Absolutimo, que siempre nos aboca al dogmatismo… 😉

    Un abrazo!

  5. Oceano Mar: el problema no está en los grandes investigadores que hacen sus propuestas sino en aquellos que las matan pretendiendo dotarlas de inmortalidad. En ocasiones ese afán por establecer axiomas genera errores de bulto en la interpretación («el error con…»). Comparto tus reticencias al dogma a la vez que expreso mis temores de que el antidogmatismo derive hacia el todo vale…

    Un abrazo

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