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Infosensibilidad

 

Está la sensibilidad a flor de todo. Piel, músculos, vísceras, sistemas, fascias, sentidos, almas y espíritus trajinan conteniendo el aliento desde el miedo a todo cuanto les rodea, de piel afuera y de piel adentro.

Sensibilidad a los alimentos, a fríos y calores, al viento, a la radiación electromagnética, a los productos químicos artificiales, a las malas energías, al mal de ojo…

El organismo se ha vuelto sensiblero, intolerante, alérgico. Está asustado, hipervigilante, recluido, enclaustrado, inánime.

Para algunos el miedo somático está más que justificado. La vida ya no es un suceso natural. El hábitat se ha corrompido por obra y gracia de la «civilización». El medio ambiente es un vertedero de tóxicos invisibles que penetran al santuario interno trastocando los sistemas celulares y dando lugar a enfermedades emergentes, misteriosas, irresolubles, enfermedades que el profesional niega y reniega, por considerarlas como simples y clásicos síndromes psicológicos, funcionales, psicosomáticos… Sólo cabe la vida (¿?) en la burbuja individual y colectiva y la lucha como identidad y sentido.

Para otros la sensibilidad proviene de los genes. Han bastado unos pocos milenios para que, por extrañas dinámicas evolutivas, se haya seleccionado la genética del temor somático, los cerebros con los circuitos más vigilantes, cerebros a los que les basta cualquier contratiempo físico, emocional o ambiental, propio y/o ajeno, para activar y mantener la más sofisticada biotecnología defensiva.

Sorprendentemente en la lista de peligros ambientales no figura la información. No se considera la sensibilidad a sus contenidos.

Si algo define al cerebro de Homo sapiens (ma non troppo) es su voracidad informativa. Desde que abre los sentidos al mundo los circuitos copian, imitan, emulan, empatizan, representan mundos posibles, imaginados. El cerebro no sólo responde a lo que sucede sino a lo que cree (teme) pudiera suceder. La sensibilidad atiende a lo que está considerado como relevante, sin esperar a comprobar si esa relevancia potencial está debidamente fundamentada. Los síndromes de la alarma son considerados como síntomas de la enfermedad temida.

La infosensibilidad (sensibilidad a la información alarmista) niega y reniega el cerebro alarmista que la acoge. Desplaza a lo somático lo que corresponde a su representación neuronal. El cerebro infosensible no reconoce su condición y exterioriza la culpa, el origen y el remedio, crea su chivo expiatorio y renuncia a normalizar la vida del individuo.

Desconozco dónde está el terreno sensato de todas estas sensibilidades, lo que es alarmismo infundado o temeridad irresponsable… pero creo en los riesgos de la infosensibilidad, en el alarmismo patológico incontrolado de los medios, en el mercado que genera. Un cerebro alarmado es un cerebro que activa los programas de alerta a enfermedad y esos programas contienen el sentimiento y promoción de conducta de enfermedad. El padeciente se siente enfermo y asiente cerrando el bucle, resonando con su cerebro y perpetuando la hipótesis probabilística de enfermedad, sesgada por el miedo y por las teorías y prácticas de confirmación que los profesionales de turno disponen.

El bucle infosensible no es fácil de romper, de mandarlo al carajo. El cerebro no es un órgano de quita y pon, de seleccionar creencias a antojo. Es plástico, maleable, pero dispone inercias para conseguir una mínima estabilidad. La condición necesaria para devolver el alarmismo cerebral a su punto razonable es reconocerlo, sentir el cerebro propio, tomar la medida a su desasosiego infundado, verlo venir, calmarlo, llevarle a nuestro terreno…

¿La condición suficiente?

Le deseo lo mejor. Suerte…

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2 comentarios en «Infosensibilidad»

  1. Excelente post, Dr Arturo.
    Es increíble como el cerebro se asusta con toda la información que circula.

    El otro día, le comentaba de un ex compañero de foro que tiene fm, sfc y ssqm severos y electrohipersensibilidad. Resulta que sin querer pasé por donde estaba mi router inalámbrico de internet y lo miré cuál sospechoso y mi cerebro ya quiso elucubrar teorías, pero, no lo dejé, no me dejé. Cada información de salud que recibo no la acepto, me la cuestiono, ni siquiera información de la industria farmaceutica.
    El año pasado, la que promocionó unas charlas sobre fibromialgia, por primera vez, en el Perú, fue la más grande farmaceutica del mundo, con su producto estrella, claro que no lo mencionó desde el principio.

    En los últimos tiempos, voy por la vida observando como hay gente a la que no le afecta nada, gente bastante despreocupada que no se preocupa si los químicos, los conservantes, los aires fríos, el mal movimiento , y un largo etcetera, le pueda afectar.
    Gente a la que casi no le interesa toda la información médica que circula y parece estar bien.
    Pero, los que como yo, que hemos consumido información,a veces tóxica, para hallar una justificación a los síntomas de la fm, andábamos peor.
    Bueno, ya no es así, ahora vigilo y cuestiono todo lo que circula y estoy casi recuperada, ya no estoy a merced de mi cerebro asustadizo.

    Saludos Dr.

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