No es fácil imaginar las entrañas somáticas. Nos sentimos de piel afuera a través de los sentidos de frontera, los aristotélicos cinco sentidos. El interior es algo opaco, oculto, del que esperamos no tener noticias pues es la mejor noticia.
Puestos a imaginar podemos representar la respiración, con el aire entrando por la vía respiratoria por acción del fuelle torácico. Podemos imaginar la bomba cardíaca impulsando la sangre. Podemos imaginar huesos, articulaciones… los músculos contrayéndose y relajando. Podemos imaginar la mecánica corporal, el movimiento, estiramientos, encogimientos, estrecheces, distensiones, contracturas, cargas…
No resulta fácil imaginar órganos como el hígado, el bazo, los riñones. Tampoco es fácil imaginar las células, su recambio continuo, el trabajo de sus organelas, el trajín de la señalización.
Aun cuando no sintamos ni imaginemos nos resulta fácil representar las funciones: el hígado detoxifica, el riñón filtra, la piel protege, los hematíes transportan oxígeno, los leucocitos nos defienden…
Engañosamente, sentimos los sentidos: los ojos viendo, los oídos oyendo, las narices oliendo… Les atribuimos, incluso, “sentimientos”
¿Podemos imaginar el cerebro?
Si es así ¿qué papel le reconocemos? ¿Qué hacen las neuronas?
Duele la cabeza. ¿Qué imaginamos?
Estrés, maldormir, algo malcomido o malbebido, músculos tensos, arterias inflamadas, presión… hormonas… serotoninas escasas.
Los expertos nos echan un cable. Nos facilitan imágenes. Cada uno las de su oficio: dentadura los dentistas, articulación témporomandibular los máxilofaciales, senos los otorrinos, estrés los psicólogos, puntos miofasciales los fisios, artrosis los traumas, mala alimentación los dietistas, alergias los alergólogos…
¿Y el cerebro?
En el cerebro se toman decisiones. Muchas, demasiadas veces, erróneas. Puede, casi seguro, que no sucede nada en la cabeza. Probablemente, el dolor es un exceso cerebral. Los tejidos son inocentes, el individuo es inocente.
– La culpa es del gobierno… del cerebro…
Imaginar el cerebro como un ámbito de decisiones potencialmente equivocadas no resulta fácil pero es importante aprender a hacerlo con naturalidad.
– ¿Por qué no vas al neurólogo a que te mire el cerebro? A lo mejor está equivocado y por eso te duele… Puede que tenga expectativas y creencias erróneas, altamente improbables.
¿Ustedes imaginan esa conversación en la cola de la pescadería? No, claro. Tampoco es imaginable en la consulta de un neurólogo:
– Le duele porque su cerebro opera bajo un cálculo de probabilidades muy sesgado hacia la inminencia del daño violento en su cabeza.
Genes, serotoninas, energías, alimentos, humedades, fríos, calores, vientos, músculos, huesos, conjunciones astrales. Lo que usted quiera. Todo puede valer, ser aceptado.
¿Estadísticas, memorias, creencias, probabilidad, errores de decisión?
¡Venga ya!