Parece haber consenso en que las mujeres padecen más dolor que los hombres. Salvo para el dolor lumbar y la cefalea en racimos (una terrible forma de dolor de cabeza primario), la mujer tiene más probabilidad de sufrir sin aparente motivo, más allá de las etiquetas diagnósticas. Las mujeres tienen más migrañas, más dolor por disfunción témporomandibular, más neuralgia del trigémino, más fibromialgia… más dolor y más dolores, más intensos, prolongados e incapacitantes.
En modelos experimentales las mujeres tienen un umbral y una tolerancia menor a los estímulos nocivos (aunque si se hacen correcciones psicosociales, de género, las diferencias desaparecen…).
¿Es cuestión de sexo… o de género?
¿Es la Biología femenina o es el rol social, el modo de afrontamiento aprendido y exigido?
¿Naturaleza o Cultura?
Evidentemente, las dos. No es posible separarlas.
Hay más mujeres que hombres con migraña. Las diferencias comienzan a marcarse tras la primera menstruación y se reducen tras la menopausia, aunque no desaparecen. El sentido común, el peligroso, tentador y engañoso sentido común nos dice que son los cambios hormonales…
Los neurólogos son gente con sentido común. No sorprende que hablen de cambios hormonales.
– Tengo migraña unos días antes de la menstruación. No falla. Dos o tres días.
– Son los cambios hormonales.
Bien. Hay más migraña con los cambios hormonales. Es un hecho… pero… ¿hay migraña porque cambian los estrógenos?
Eso se dice. Para comprobar si es así se aducen todo tipo de estudios en los que se objetivan variaciones moleculares en la trama neuronal nociceptiva del trigémino (nociceptores, ganglio y núcleo). El territorio trigeminal (cabeza y parte alta del cuello) está en alerta. Si se aplican estímulos nocivos se dispara la alarma con un umbral más bajo. El sistema de seguridad de la cabeza está más vigilante.
Coincidiendo con variaciones bruscas hormonales la nocicepción trigeminal aumenta la alerta.
La naturaleza desconfía de las variaciones. Activa más recursos atencionales cuando algo varía. Se estresa, es decir, abre los sentidos, toma datos, valora y decide la respuesta. Muchas veces la respuesta es… ¡no pasa nada! apaga el estrés y vámonos…
Cuando descienden los estrógenos lo que sucede es que no ha habido fecundación y hay que eliminar la mucosa uterina (el nido) preparada para un huevo que no ha llegado. La eliminación del nido se produce delicadamente, por apoptosis (muerte programada). La apoptosis es un proceso habitual en el organismo. En cada instante millones de células se autoinmolan o se les fuerza a que lo hagan por el bien común del organismo. No hay inflamación. No entran gérmenes ni tóxicos peligrosos para la cabeza. No tiene sentido que se active la alerta máxima. No se va a romper una arteria ni infectar la mollera. El caso es que, incluso en animales, el descenso de estrógenos modifica, objetivamente, el estado molecular de la nocicepción trigeminal. El sistema se dispara al 5 en vez de al 6. La calefacción se enciende a 23 grados en vez de a 21…
El problema es… por qué se enciende si estamos a treinta grados… por qué salta la alarma cada vez que entro ¡YOOOO! EN ¡MÍ! CASA…
No hay respuestas, salvo las consabidas. Son los cambios hormonales, las meninges están “inflamadas”, el eje trigéminovascular está sensiblero, los genes…
En animales para generar una supuesta migraña hay que violentar el recinto intracraneal con descargas, aplicando glutamato, sopas inflamatorias… Para explicar la migraña humana habría que buscar un equivalente espontáneo a esos estímulos. Las variaciones hormonales pueden justificar el estado vigilante pero no el disparo patológico con estímulos fisiológicos.
Equiparando el error migrañoso al error alérgico cualquier incidencia puede dar lugar al error:
El polen, los ácaros, el marisco… los medicamentos… para los errores inmunes
Los cambios hormonales, meteorológicos, el estrés… para los errores cerebrales.
El problema no reside en el error de activación sino en la evaluación del suceso.
Ha saltado la alarma en la cabeza. Ha habido cambios hormonales. Evítense cambios hormonales…
Así lo único que se consigue es un maldito círculo vicioso, una estructura kafkiana…
Lo sensato, realmente, sería:
Ha saltado la alarma en la cabeza. Ha habido cambios hormonales. Evaluación errónea de peligro. Tolérese en próxima incidencia el cambio hormonal.
Tolerar es un verbo complicado. Los sistemas defensivos (inmune y neuronal) tienen que decidir lo que es tolerable, irrelevante, banal, fisiológico, inerte, habituarse a ello, catalogarlo como ruido nociceptivo. No es fácil, especialmente si la cultura sostiene que los cambios hormonales son relevantes para la cabeza. El cerebro es demasiado sensible a lo que la cultura propone y acaba imponiendo…
La nocicepción es sensible en los pobres ratones de laboratorio al estrés sostenido, irracional, inevitable. El trigémino se sensibiliza, objetivamente.
La nocicepción es sensible, en los pobres humanos al estrés irracional, inevitable de considerar un cambio hormonal un peligro.
– Lo he probado todo. Haga lo que haga no me libra nadie de la migraña. Unos días antes de la regla…
El ratón supuestamente migrañoso tendría la misma reflexión catastrofista, de indefensión…
– Haga lo que haga me cuelgan del rabo y me tienen así unas horas… No se conforman… Me atan la pata a una plancha caliente y toman notas sobre cuánto tiempo tardo en apartarla… Parece ser que si estoy inútilmente estresado aguanto menos la placa caliente…
Genes… hormonas… cambios… desencadenantes… eje trigéminovascular… serotonina… CGRP… estrógenos… prostaglandinas… canales iónicos…
Cultura… biología sensible a la cultura… cultura sensible a lo que se dice de la biología e insensible a lo que no se dice de la cultura…
¿Y cual es la cultura “correcta”? Hacer entender que el cerebro está equivocado no siempre apaga las alarmas. ¿cómo conseguir el filtrado de lo verdaderamente irrelevante o innecesario?
DaniV: la cultura correcta es aquella cuyos contenidos contienen el conocimiento validado por la Ciencia y se ha librado de aquellos que la misma Ciencia ha invalidado. Desgraciadamente la cultura de la migraña, en particular, y del dolor, en general, sigue conteniendo lo que no debiera ya contener y no acaba de incorporar aquello que debiera. La pregunta que haces es importante, fundamental. Creo que le dedicaré la entrada, mañana.
Gracias y saludos
Gracias por la entrada, Arturo.
YO (y a la vez también mi cerebro) aprendí desde niña que la regla provocaba muchos y múltiples síntomas en todas las mujeres de mi alrededor, pero había uno al que dedicaban un papel estelar: la migraña. Era normal ver a cualquiera de las mujeres de mi familia con un pañuelo apretado en la frente o la mano puesta en la sien y los ojos cerrados antes de la llegada de la regla. Es más, todas explicaban siempre el dolor de cabeza en base al mismo hecho en sus vidas, el cambio hormonal.
Mi creencia ,mi cultura incorrecta, mis datos irrelevantes fueron creciendo al calor y en la seguridad de que aquello que contaban en mi casa era lo correcto, lo verdadero. ¿Cómo me iba engañar mi propia madre cuando me decía que el dolor era debido a sus cambios hormonales femeninos ?
El resto de los desencadenantes y las trampas los adquirí leyendo todo lo que caía en mis manos acerca de la migraña. Cuanto más información tenía más aparecía y más la explicaba yo en base a múltiples situaciones, acontecimientos, alimentos, estreses , genes y, por supuesto, hormonas. También ayudaron a este cúmulo de despropósitos todos los neurólogos a los que visité que me recetaban vida monacal y drogas varias.
He conseguido construir un colador para filtrar la información correcta y la que no lo es. El tamiz está hecho de razonamiento, de biología del dolor, de respuestas coherentes a preguntas formuladas toda mi vida migrañosa.
La fuerza o relevancia (al menos en mi caso) tiene que ver con los años de aprendizaje, con lo vivido, con lo observado en otros, con la empatía y la imitación .La migraña antes de la regla fue algo “mamado” en mi propia casa, desde niña, en un entorno de aprendizaje y de imitación de modelos que , además , consideré hasta hace poco “los correctos”, “los buenos .
Como siempre gracias por la información basada en la ciencia y por ofrecernos un poco de orden en este caótico y misterioso mundo del dolor sin daño relevante.
Un abrazo.
Sol del Val: gracias por tus testimonios. Realmente es descorazonador constatar la absoluta falta de consideración de las doctrinas de éxito hacia los aspectos sustanciales del papel del cerebro en el tema del dolor. Sigue imperando el mantra de “el cerebro no duele”… Lo sigo encontrando en textos oficiales. “Las únicas estructuras sensibles al dolor en el interior del cráneo son las meninges, los grandes vasos…” Ello da pie a situar, necesariamente, el origen del dolor en meninges y grandes vasos (Teoría meningo o trigéminovascular o vascular, a secas). No es posible explicar el dolor sin una generación previa de “estímulos dolorosos” en las terminales “sensibles al dolor” del trigémino… Allí se buscan moléculas malas y se diseñan sus contrarias para atajar, de raíz, el mal.
Un abrazo