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Percepción y transmisión del estímulo doloroso

Siguiendo con el análisis crítico de la monografía sobre dolor del CSIC nos centramos en el apartado “percepción” y transmisión del “estímulo doloroso”. Inevitablemente hay que hablar de nociceptores (receptores de nocividad), descritos por Sherrington. El nociceptor es una neurona especializada en la detección de peligro tisular. Contiene en las terminales los correspondientes receptores de peligro (nocisensores). En la monografía se considera que el nociceptor es el nocisensor. Se toma el todo por la parte. Allí, en los “receptores de dolor” o nociceptores, se pilla el dolor y se transmite hasta el cerebro “donde se hace consciente”.

Queda, por tanto, consolidado, por reiteración, el error primigenio de situar el origen del dolor allá donde el cerebro proyecta la percepción dolorosa. La percepción, un complejo proceso de integración de procesamiento de múltiples áreas cerebrales a través del denominado “circuito córticotalámico”, es, al parecer, cosa de unas proteínas de membrana (nocisensores) especializadas en detectarlo. El dolor actúa sobre esas proteínas, las abre “en canal”, entran unos iones y ya está. Dolor detectado. Sólo queda la transmisión hasta las áreas centrales de la percatación, exclusivas de la especie humana.

Bueno, se reconoce que no es tan sencillo. Las señales de dolor pueden modificarse  en un “pequeño pero trascendental enclave”, el asta posterior de la médula. En este enclave acaba la misión de la “neurona primaria del dolor” (la que lo detecta, lo convierte en señal y la transmite). En su desembocadura central libera la información dolorosa en forma de moléculas de dolor que excitan la “neurona secundaria” del dolor y ya esta lo transmite hasta las áreas de la consciencia. El trasvase de la señal dolorosa de la neurona “primaria” a la “secundaria” incluye la posibilidad de disminuir o aumentar la intensidad de la señal de dolor. En el asta posterior habría un diminuto amplificador con un artilugio de volumen. ¿Qué puede mover el mando a más o menos volumen? Muy complejo y poco conocido. El caso es que desde las ignotas áreas del cerebro bajan influencias que amplifican o reducen la señal. Además estas áreas ignotas añaden toques emocionales que pueden modificar “las respuestas al dolor y, posiblemente, la percepción del dolor” (generada, recuérdese en la periferia).

“En cualquier caso, la percepción del dolor se va modulando de forma tan compleja que es casi imposible asegurar que dos sujetos diferentes experimenten idéntica sensación en respuesta a un mismo tipo de estímulo nocivo”. En definitiva, el complejo problema de la modulación del dolor es complejo. El dolor se detecta, se amplifica o silencia en la médula espinal, y se hace más o menos emocionante dando lugar a respuestas más o menos adaptativas en los centros cerebrales. “Posiblemente” las modulaciones centrales puedan modificar incluso la percepción (periférica) del dolor. Eso es todo. Se cierra capítulo de centralidades y modulaciones y se da paso a un breve apartado de los tipos de dolor para acceder a lo realmente importante: los tratamientos.

Este es el estado de la cuestión, tal como se describe habitualmente, con más o menos detalle, en los textos “científicos” sobre dolor. Desde la Neurociencia, las cosas se ven de un modo distinto. La percepción es una función central, cerebral, córticotalámica. El dolor no surge de los tejidos. Es una respuesta-propuesta de la red neuronal, con sistemas de memoria-predicción poderosamente influidos por el aprendizaje (experiencia, imitación, instrucción). La consciencia no es la epífisis de Descartes ni ningún equivalente, un enclave en el que, sólo en la especie humana, se genera percatación, sentimiento. La consciencia es significado, selección, atención, motivación, preparación-incitación a una conducta, alerta. La consciencia es una narrativa. Es pasado-presente-futuro. Sus contenidos no provienen de las moléculas sino de la celularidad organizada en red con el propósito de optimizar la información que da lugar al tráfico de señales-decisión en una compleja red de circuitos reverberantes, bidireccionales, secuenciales y paralelos.

Flaco servicio se hace a los pacientes desde la concepción periferalista-molecular (cuerpo) y su añadido etéreo emocional-psicológico. Les deja en manos de las terapias moleculares y los consuelos y consejos de los psicólogos. El dolor no es más complejo que cualquier otro contenido perceptivo. Hay en él un poco o mucho de todo. De ese todo sabemos algo, suficiente como para actualizar teorías y prácticas desde una perspectiva rigurosamente multidisciplinar.

¿Qué sabemos de… “el dolor”? Sabemos que es una percepción y sabemos que la percepción no se produce en los tejidos sino en las áreas cerebrales que los representan para velar por su integridad y su función al servicio de los intereses de los propios tejidos y del organismo en su conjunto, inserto en una red social que proyecta significados y propósitos que modulan su funcionamiento.

¿Qué es percibir? Buena pregunta. Al parecer, la respuesta es sencilla: percibir es detectar lo que los tejidos perciben… ¿?


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    3 comentarios en «Percepción y transmisión del estímulo doloroso»

    1. Buenas tardes, no puedo dejar de comentar algo que me ha provocado enfado de esta entrada (enfado, porque es injusto y no verídico). Tomado literal de esta entrada: “consuelos y consejos de los psicólogos”??? Los psicólogos ni consolamos ni damos consejos. Nada más lejos de la realidad. La psicología sí tiene que aportar, y mucho, (como se ha evidenciado. Véase por ejemplo, la sección de psicología y dolor de la Sociedad Española de Dolor, o el tratamiento psicológico basada en la evidencia para dolor crónico en la página oficial de la APA, entre otras referencias), en el manejo del dolor persistente. Del resto de la entrada en general, muy de acuerdo. Un saludo.

    2. Raquel: no me parece mal que los psicólogos den consejos y consuelo. Siempre he intentado aportar todo ello a los pacientes. Lo literal, si se saca del contexto de la entrada, queda muy vulnerable para ser criticado. Mi intención era criticar los conceptos claramente erróneos de la autora que critico y que, si se acepta lo que dice, el paciente sólo puede esperar fármacos y psicoterapia superficial. Evidentemente un psicólogo puede y debe aportar mucho más. En cada caso lo que aporte cada cual podrá ser juzgado desde la evidencia disponible. No hay Psicología sino psicólogos concretos, en la práctica clínica. Me gustaría conocer lo que aprueba “en general” que parece indicar que segrega otra parte que desaprueba. Visitaré la página que recomienda y le prometo una valoración de lo que lea.
      Saludos

    3. Raquel: he visitado la página que recomienda. Hay conceptos con los que estoy de acuerdo: el dolor como una percepción compleja (todas lo son) que integra componentes sensoriales, cognitivos, emocionales y sociales. No comparto la función del cerebro como modulación del dolor. Lo que aumenta o disminuye la intensidad de la percepción de dolor es el estado evaluativo-motivacional de cada escenario. El dolor es la expresión en la conciencia de ese estado. No hay una vía moduladora descendente inhibitoria descendente del dolor sino una modulación del tráfico de información tisular hacia los centros de procesamiento. Los estados de sensibilización central corresponden a estados de alerta-protección y modifican de modo integrado y global el estado de la red neuroinmune defensiva.
      La única crítica que acostumbro hacer a psicólogos con los que he hablado y con los que llego fácilmente a integrar nuestras propuestas, es la aceptación del componente “bio” que los profesionales “físicos” proponen. Creo que desde la psicología se puede ofrecer una visión crítica. Para mí todo es biología, pero desde una visión más sistémica, no dualista.
      Estoy seguro que compartimos más de lo que parece, pero el medio este de los correos no es el más adecuado. Gracias por su comentario.
      Saludos

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