Homo sapiens (ma non troppo) está condenado a generar creencias. Su cerebro es una máquina de creer. Necesita calmar la tensión de las preguntas de algún modo. Es mejor una respuesta errónea que ninguna. Si esa respuesta está compartida por el grupo, mejor que mejor. El problema surge cuando debemos decidir el grupo concreto. Hay múltiples ofertas, incompatibles entre sí. Todas no pueden ser ciertas, ajustadas a realidad.
Las falsas creencias generan conductas inapropiadas, rituales necesarios. No importa. Aparentemente todo encaja.
Muchos dolores aparecen por falsas creencias cerebrales, errores tipo I: dar por cierto algo falso. Si el cerebro valora vulnerabilidad, peligro, en cualquier acción o contingencia del individuo (lugar, momento, circunstancia) se proyectará a la conciencia la percepción de dolor. El individuo recibe el recado y realimenta positivamente la evaluación cerebral.
– Me duele. Algo no funciona.
Realmente, todo está en orden pero el cerebro ha valorado probabilidad de daño y de ahí el aviso, la alarma. El individuo ha resonado, amplificado la percepción. El circuito de la alerta se anima, se acopla, hasta que se completa la reedición de un programa erróneo de alerta, memorizado.
Lógicamente no habría dolor si hubiera modo de introducir en los circuitos evaluativos la convicción de error en la decisión de activar la alarma. Teóricamente es fácil. En la práctica… hay de todo.
En ausencia de daño relevante el dolor aparece por error de evaluación probabilística. El cerebro ha apreciado peligro donde, objetivamente, no lo hay. No sucede nada. Se le hace ver que el dolor proviene de un error y que en absoluto confirma su sospecha y el círculo vicioso se rompe. Sólo se necesita que el cerebro acepte como cierta la proposición. Si no lo hace estaríamos ante un error tipo II: dar por falso lo que es cierto. ¡No es cierto eso de que el dolor proviene de un error evaluativo cerebral! ¡Bobadas!
Generalmente los errores se asocian. El cerebro migrañoso está atrapado en dar por cierto algo falso (amenaza de daño) y por falso algo cierto (solución pedagógica). La esperanza en la solución se deposita en los avances de la Ciencia (se da por cierto algo probablemente falso…) y no en la aplicación del conocimiento (se da por falso algo probablemente cierto).
Las falsas creencias se estabilizan por obra y gracia de la cultura. El cerebro de Homo sapiens (m.n.t.) está condenado por genética a ser carne de cultura. Nace para hacerse.
Una falsa creencia bendecida por la cultura de turno es correcta, “sensata”. Una falsa creencia discordante con la cultura corre riesgo de etiquetarse como algo psicopatológico, pensamiento delirante…
Una creencia correcta disonante con la cultura grupal será considerada como falsa y delirante.
El cerebro migrañoso es sano. Oficialmente es un cerebro enfermo (genes). Error tipo I.
El cerebro migrañoso es un cerebro equivocado. Oficialmente, esa afirmación ni siquiera se considera. Pseudociencia… La Ciencia es química. Hábleme de Química… Error tipo II
Malo es sostener que alguien tiene cáncer sin tenerlo. Peor es tener cáncer y negar la evidencia… sobre todo si es un cáncer curable.
Interesante. Cuando hay que tomar decisiones en situación de incertidumbre (lo normal en la vida) es invitable usar creencias. Interpretar una situación (de ocasión, de peligro) equivale a lo que en otro campo se llama ‘reconocimiento de patrones’ y, insisto, si no se dispone de toda la información hay que rellenar la ignorancia con ‘algo’, recurrir a patrones previos, ‘opción por defecto’ o creencia. Hasta aquí perfecto. Como bien señalas, el problema no es cuando “se añade la información que falta” sino cuando “se quita la información que sobra” para que la realidad se ajuste al hipotético patrón. Por ejemplo, cuando se descartan los resultados discordantes con la hipótesis previa al experimento.
Saludos,
Tu comentario se ajusta a la práctica de Procusto, siniestro personaje de la Mitología griega que acogía a sus víctimas para pernoctar y les introducía en una cama regulable que era demasiado corta o larga para la talla del visitante, previamente amordazado. Si sobraba cama estiraba los miembros. Si faltaba los cortaba. El lecho de Procusto es el ámbito en el que ajustamos las variables a nuestros intereses…
Saludos
Habrás observado que para emitir una opinión no hace falta en absoluto conocer el tema. Tampoco para rebatir una opinión hace falta haberla comprendido, y mucho menos verificado.
Según cuentan, en la puerta del templo de Delfos estaba escrito el lema ‘conócete a ti mismo’: Hay quien afirma que el dicho es mucho más antiguo. De lo que no cabe duda es de su vigencia; me refiero a su necesidad. Creo (más que una opinión, menos que una certeza) que para el estudio de la mente desde la propia mente no se pueden emplear los mismos métodos que para estudiar objetos ‘afuera’ de la propia mente (como las musarañas, las galaxias, o las partículas fundamentales). ¿ Tu qué opinas ?
Saludos,
Pere: el terreno que me atrevo a pisar es el de los llamados correlatos neuronales de la cosa mental. Cuando critico algo falso dado por verdadero es referido a datos conocidos verificados, sabidos, que son ignorados por los oficialistas a la vez que dan por buenas sus delirantes teorías. Por poner un ejemplo, dan por sentado que el dolor surge de tejidos afligidos y que unos receptores (imposibles) de dolor lo detectan lo empaquetan en códigos de señales eléctricas y el cerebro se limita a darles el paso a la conciencia. Conocemos suficiente sobre receptores y sobre conciencia para negar la veracidad de lo que se propone, de oficialidad…
Saludos
Acabo de llegar de vacaciones. He pasado una semana en Cádiz. Me encanta el lugar. He ido durante muchos años, este es el séptimo y en los anteriores siempre me ha acompañado una fantástica migraña.
Este año no han importado los kilómetros recorridos hasta llegar allí, ni el viento de levante que cuando sopla “enloquece” (hasta hay una novela de Almudena Grandes “Los aires dificiles” que describe como es ese viento) , ni dormir más, ni menos, ni beber o comer desordenadamente, ni pasar largas horas leyendo, n ponerme al sol, ni el batir de las olas, ni el sol dándome en la cara con o sin gafas, ni las siestas….
No sabes Arturo cuánto me he acordado de tí en Cádiz y cuánto te agradezco que me hayas enseñado a pasar tan buena semana y a aprender tantas cosas que sigo tratando de transmitir allí donde encuentro alguien que habita un cuerpo cuyo cerebro evalúa de forma incorrecta basándose en creencias consolidadas a lo largo de toda una vida de dolor y de peregrinaje en busca de una solución.
Un abrazo.
Sol del Val: como siempre, agradezco tu estimulante comentario testimonial, lleno de luz, viento, mar, langostinos (con cabeza) y buen vinillo…
Un abrazo
Muy interesante tus opiniones sobre las creencias falsas. Pero como saber la verdad real? Si cada quien dice tener la verdad?.
Nuestra percepción es muy limitada ya que por medio de los 5 sentidos podemos percibir solo un porcentaje muy limitado de lo que realmente existe.
Así el ser humano va cambiando de creencias de acuerdo a la,cultura, familia, religiones, científicas, etc.
Como se trasmiten las creencias por medio de la palabra ya que la verdad ni palabras tiene, solo tiene hechos.
Bueno esta es mi humilde opinion