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>La incredulidad en las creencias

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Aunque es un hecho suficientemente demostrado (y fácilmente creíble) que las creencias son poderosos estados neuronales que intervienen en la generación de percepciones, emociones y acciones, abundan los incrédulos en el poder de sus propias creencias.

Hay una resistencia fuerte a ver la mano firme de lo que creemos detrás de lo que vemos («si no lo creo, no lo veo…»).

Creemos en el poder de vientos, cervicales, serotoninas, hormonas, energías y vapores y negamos fuerza al poder del simple hecho de creer en ello, utilizando como argumento la aparente comprobación: «lo he visto con mis propios ojos…»

Tengo la desgracia de que mi sistema inmune cree que el aire desde Mayo a Septiembre es peligroso. Me defiende inflamando narices, conjuntivas y bronquios. Hay unas células vigilantes que digieren alguna molécula del polen de las gramíneas y presentan en su membrana lo que han encontrado. Los órganos de decisión del sistema, tras consultar sus archivos, «creen» que esas moléculas pertenecen a un agente peligroso y ordenan la producción en masa de los clones de linfocitos responsables de mis estornudos y dan una palmadita al vigilante: «buen trabajo».

Los hechos son los hechos:

– Lo único que sé es que el polen me sienta fatal

– No es el polen

– Claro, como no es usted es el que estornuda…

– Es su sistema inmune que cree que…

– O sea que es psicológico…

– No se confunda. Es inmunológico. Es una falsa creencia de su sistema inmune…

– No es que lo crea, estornudo. Me gustaría que me viera cuando me ataca…

– Le creo aunque no lo vea. Sabemos que el sistema inmune construye creencias y que muchas veces se equivoca.

– Entonces ¿qué hago cuando me pica la nariz? ¿Pienso que no me pica? ¿Le digo a mi sistema inmune que el aire no es peligroso?

– No servirá de nada. Tenemos que derribar la creencia de su sistema inmune. Los linfocitos no le van a hacer caso. Sólo obedecen las decisiones de sus órganos de decisión… afortunadamente para usted, aunque no en este caso.

– Bueno. Haga lo que sea…

– Podemos utilizar vacunas. Primero averiguamos cuál es la molécula que confunde al sistema y luego vamos aplicándola en dosis progresivas para convencerle que es inofensiva. Llamamos a ese proceso, desensibilización. Si tenemos éxito, los órganos de decisión darán una patada en el trasero al linfocito vigilante en vez de una palmadita y lo echarán a los leones. Habremos derribado una falsa creencia.

– Si dejo de estornudar con sus vacunas le creeré…

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Puede cambiar linfocitos por nociceptores (neuronas vigilantes de daño y peligro) y polen por cualquier agente y/o estado de los que confunden al sistema nervioso (chocolate, niebla, estrógenos, hambre, frío… ). Se encontrará con la misma estructura, es decir, con una falsa creencia de sus neuronas.

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– La claridad me produce una migraña horrible

– No es la claridad. Es su sistema neuronal. Cree que contiene peligro.

– No es que lo crea. Me duele…

etc, etc, etc….

– Podemos intentar derribar la falsa creencia de amenaza. Las neuronas defienden sus creencias pero si se les da argumentos a veces cambian de opinión y anulan las conexiones que mantienen activa la falsa creencia.

– Así, sin más, ¿hablando? No sé si creérmelo… ¿No hay vacunas? ¿no hay pastillas para cambiar las ideas?

– No les dé ideas a los fabricantes de ideas…

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4 comentarios en «>La incredulidad en las creencias»

  1. >Formidable. Es un auténtico placer leerle. Desde Sapolsky no disfruto tanto de la "lectura científica". Sigo impaciente a la espera de su libro, por lo que todavía no puedo opinar sobre el mismo, pero, ¿no se ha planteado escribir un libro con ese humor sagaz que le caracteriza? Yo le aseguro que acudiría a la firma del libro.Un saludo.

  2. >villovi: muy amable.Me alegra saber que el estilo resulte divulgativo y divertido. En el libro recurro básicamente al diálogo entre el neurólogo atípico (yo) un residente más o menos reticente y una paciente. Estoy ya impaciente por verlo en la calle (lo escribí hace un año y medio) y conococer (con inquietud) la opinión de los lectores.Saludos

  3. >Encuentro curioso que en conversaciones como la del relato muchas veces haya un momento en el que el paciente cree que le estás llamando tonto.Es violento, pero cuando me ocurre en la clínica, me llama la atención que si la gente entiende que conscientemente es capaz de equivocarse (de hecho todos lo hacemos en incontables ocasiones), ¿por qué es tan difícil admitir que otras neuronas, con amigas algo menos íntimas del yo, de la consciencia, puedan también errar en su cometido, teniendo algún pequeño desliz?Animo a todos a enorgullecernos de las meteduras de pata, porque nos brindan la oportunidad (de hecho incluso nos conducen a la obligación), de mejorar.Y si es nuestra neuromatriz del dolor la que se equivoca y se encabezona con sus creencias, pues a espabilarla y educarla como toca.

  4. >Carlos: hay que andar con sumo cuidado al exponer estas ideas a los pacientes. De entrada les produce un pequeño shock pues iban a la consulta a por un producto determinado y se encuentran con eso…Alguna vez me han interrumpido y me han preguntado si me estaba riendo de él-ella!Pues sí, hay una extraña resistencia a negarse a reconocer errores. Estoy de acuerdo en que el momento en que uno se da cuenta (porque se lo hacen ver) que está equivocado es un gran momento…Saludos

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