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>Rompiendo esquemas…

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Los pacientes acuden a la consulta con la idea de que algo no funciona adecuadamente en su organismo y que mi misión es la de identificar el trastorno, ponerle nombre y aplicar la terapia resolutiva correspondiente. Una vez descartada la existencia de una enfermedad procedo a situar la cuestión en el ámbito de una “disfunción evaluativa”, es decir, en una valoración errónea sobre amenaza: de la red neuronal de memoria-predicción surge una valoración probabilística de peligro y, automáticamente se pone en marcha el estado de alerta, que, para ser eficaz precisa de la colaboración del individuo. El dolor consigue esa colaboración forzada.

– Está usted sano. Lo que sucede es que su cerebro ve peligro donde no hay.

La reacción a esta extraña y novedosa afirmación es variable. Algunos pacientes se cierran en banda. Interpretan que sugerimos que el dolor es psicológico o imaginario y no hay modo de conseguir un mínimo de colaboración. No les volveré a ver. Otros escuchan atentamente y expresan su satisfacción por disponer, por fin, de una explicación coherente y liberadora.

La tesis del cerebro equivocado trae de la mano la propuesta de la solución pedagógica:

– Tenemos que hacer ver al cerebro que está equivocado. Actúa como si el organismo fuera algo frágil, vulnerable, quebradizo, justo lo contrario de la realidad: los organismos están seleccionados para sobrevivir en entornos adversos y precarios. Las especies móviles como la nuestra están muy bien preparadas para afrontar todo tipo de situaciones. Vivimos en un organismo plástico, adaptable. El cerebro está alojado en una caja ósea firme; la actividad neuronal no produce toxinas, paroxismos, ni aumentos de presión; sobran articulaciones para llegar a los objetos y si una se estropea, se bloquea y se utiliza el resto; los músculos adaptan el metabolismo a la función que desarrollan; los huesos no generan dolor si no se fracturan o infectan; la inflamación no aparece si no se ha producido una destrucción violenta de tejidos…

– Doctor: me está usted rompiendo todos los esquemas. Es la primera vez que oigo hablar de todo esto.

– Y… ¿qué le parece?

– Tiene su lógica pero no veo cómo puedo hacer que mi cerebro cambie de actitud…

– No existe una fórmula mágica. Tenemos que trabajar para conseguirlo. Usted y yo. Lo primero que debe hacer es desprenderse de la etiqueta de enfermedad, de organismo anómalo, sensible. Olvídese de que es un paciente y adopte la actitud de un alumno. Escuche con atención las explicaciones, reflexione, trate de captar lo que sucede en su interior y condúzcase en sus actividades con la convicción de que no está poniendo en peligro la integridad del organismo. Llévese estos folios y léalos despacio, masticando bien. Si tiene alguna duda haga una marca y lo comentaremos en la próxima revisión, perdón: clase.

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Hay varios tipos de alumnos. Entre el 30 al 50% abandonan “los estudios”, generalmente al primer intento. El resto colabora bien y, generalmente entienden lo básico. No sólo lo entienden sino que también lo creen. Queda lo más complicado:

– Entender… lo entiendo y, además lo creo, pero no sé qué hacer para que no me duela…

– Representar mentalmente lo que sabe. Racionalizar… Seguir con su programa como individuo. Sosegarse… distanciarse… autoconvencerse (no autoengañarse…) centrarse en la tarea que tenía entre manos… disolver el recuerdo de otros episodios de sufrimiento previos… dejar de pensar en el “calmante”… admitir que hay un conflicto entre su memoria y lo novedoso… no dejar arrastrarse por la inercia de lo aprendido y automatizado en el pasado…

– Puede que ponga demasiada tensión y ansiedad en conseguirlo.

– Es posible. Hay que dejar que funcione con suavidad, sin empujones, sin prisas…

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Creo que, efectivamente, la angustia por la memoria del sufrimiento previo supone un obstáculo para afrontar la situación con la necesaria calma. También es un problema el disponer de un remedio “eficaz” a mano, un calmante, conjuro, brevaje, meditación, ensalmo, pózima o lo que sea. Parece que necesitamos un ritual, un acto terapéutico, materializar la sanación. Las palabras sólas parecen insuficientes… Un compañero, médico, consiguió dejar de fumar, únicamente, cuando acudió a un brujo que le aplicó un ritual extraño con ajos… La eficacia del ritual curativo supone, a veces, un obstáculo.

Los ciudadanos siguen mostrándose reticentes a estos planteamientos. Los pacientes que van bien tienen dificultades para que sus allegados acepten la resolución de sus migrañas:

– Les he explicado el proceso y me han mirado con cara rara, como si me hubiera vuelto majara o me hubiera apuntado a una secta que me ha comido el coco…

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Falta información sobre neuronas, sobre cerebro…Empieza a ser inaceptable la tardanza que están mostrando los médicos por modificar sus esquemas de organismo. La responsabilidad recae sobre las especialidades neuronales: Neurología, Psicología y Psiquiatría. Tienen pendiente un cambio radical de paradigmas… Deben incorporar lo que ya es sabido en el ámbito de la Neurociencia…

No podemos romper los esquemas de los pacientes si no rompemos previamente los de los médicos…



Este blog es solo la punta del iceberg, se puede hacer mucho más.


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    2 comentarios en «>Rompiendo esquemas…»

    1. >Estamos absolutamente de acuerdo en que falta información y conocimiento entre los profesionales de la enfermedad(a algunos también les falta interés). Pero el problema no solo esta en el desconocimiento de los especialistas neuronales, también afecta al sistema docente.Tengo un familiar directo que se dedica a la enseñanza de fisiologia, en una de las clásicas universidzades españolas. Cuando hablamos del funcionamiento cerebral, siempre acaba marchándose.No hay mas que repasar los libros de texto de anatomia o fisiología o la mayor parte de las publicaciones sobre temas neuronales.¡Animo!. Su labor es encomiable.

    2. >No me sorprende Tirso el desdén mostrado por su familiar fisiólogo. Es un síntoma del distanciamiento de las disciplinas médicas del universo de la neurociencia. Estamos tocados por la fascinación de la biología molecular y cualquier referencia al trabajo neuronal que se salga del marco de lo bioquímico es considerado como pura y despreciable charlatanería. Mientras tanto, biólogos (no reduccionistas), físicos, matemáticos, lógicos, psicólogos, ingenieros, economistas, filósofos, linguistas y algún que otro neuroespecialista aportan un ingente caudal de conocimiento sobre el trabajo cotidiano de la red neuronal. Ese conocimiento debiera haber revolucionado la teoría y práctica de todas las neurocuestiones clínicas pero nada hace pensar que esa neurorevolución vaya a producirse, sino más bien todo lo contrario. Se ha perdido el espíritu de la celularidad como unidad básica de comprensión de la biología para ser sustituída por la molecularidad. Es un paso atrás, evidentemente. Le agradezco su comentario y, al menos, espero que en este foro mantengamos el interés por la Biología. Saludos

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